Por Juan Carlos Pisano
Enrique Angelelli nació en la ciudad de Córdoba el 17
de julio de 1923. Fue ordenado sacerdote en Roma el 9 de octubre de 1949. El Papa
Juan XXIII lo eligió como obispo auxiliar de Córdoba y fue consagrado el 12 de marzo
de 1961. Luego el Papa Pablo VI lo designó Obispo de La Rioja y tomó posesión de
esa diócesis el 20 de agosto de 1968.
Mons. Angelelli llevó a la vida del pueblo de La Rioja las enseñanzas del Concilio
Vaticano II, de Medellín y del documento de San Miguel del Episcopado argentino.
Su acción pastoral, inspirada por estos documentos, fue objeto de duras polémicas.
Fue un hombre que se dejó tomar por el Espíritu y apasionar por el evangelio.
Vivió intensamente la amistad y estrechó lazos de unión y de afecto con la gente
de manera bastante inusual en su ambiente. Siempre manifestó con gestos y palabras
su amor por la Iglesia; un amor serio, crítico y absolutamente fiel al evangelio.
Creyó en la Iglesia como comunidad y favoreció el encuentro fraternal entre sus
miembros.
Tuvo una enorme comprensión por los más humildes, y fue capaz de elevar la voz en
la denuncia frente a las opresiones desde sus homilías, cartas pastorales y la radio.
Desde la experiencia de su tierra y de su pueblo, constantemente se esforzó por
romper las estructuras de injusticia para que la tierra, el trabajo, el pan y el
agua fuera para todos.
Los títulos de sus homilías son más que significativos para mostrarnos por donde
iba su reflexión. Veamos algunos ejemplos: "Pacificar el corazón, mirar al futuro,
preparar los hombres del mañana" (1 de enero de 1969).
"El obispo, hombre crucificado; en su corazón deben encontrar cabida las alegrías
y los dolores de su pueblo" (1970).
"Con alma de niños, dar acogida en nuestro corazón al don de la paz" Mensaje de
Navidad (1970).
"Colecta Más por Menos, toma de conciencia nacional, un comienzo para aplicar en
cristiano la distribución de los bienes" (1971).
"Urge escuchar la voz de Cristo y llegar incluso a opciones y rupturas interiores
si queremos cambiar nuestra manera de vivir" Carta pastoral de Cuaresma (1972).
"En nuestras madres encontramos un eco de la grandeza y del amor de Dios" Mensaje
en el Día de la Madre (1973).
"Quiero manifestar un amor grande al pueblo riojano que el Señor me confió; un amor
grande a esta hora histórica que nos toca vivir y que juntos vamos tejiendo dolorosamente;
amor grande a Cristo y a su Iglesia" (1973).
"Somos obispos y pastores de un Concilio que debe ser llevado a la práctica" (1974).
"Ser hombres de la luz es no evadimos de nuestra realidad y construir nuestra historia
con los demás" (1975).
"Seguimos mirando nuestro presente y nuestro futuro con esperanza, aunque sea dolorosa
nuestra realidad" (1975).
El 18 de julio de 1976 en Chamical, ciudad pequeña de la región de Los Llanos riojanos,
fray Carlos de Dios Murias, uno de los primeros franciscanos conventuales argentinos,
y el padre Gabriel Longueville, sacerdote francés a cargo de la parroquia de esa
ciudad, en una fría noche de invierno, fueron cruelmente asesinados por ser fieles
a Cristo y a la Iglesia.
El padre obispo Enrique Angelelli en la homilía del entierro dijo:
"También hay en este presbiterio muchachos que están estudiando, todavía no son
sacerdotes, están preparándose, experimentando a Cristo, descubriéndolo con la inteligencia
y fundamentalmente descubriéndolo en la vida y asimilándolo para que puedan ser
presbíteros. Yo creo que ellos hoy deben recibir la mejor lección de teología de
la vida. Porque un muchacho de 30 años y presbítero ha muerto, por ser fiel a las
bienaventuranzas de Jesús, mártir. Hermanos seminaristas, a ustedes también les
deja una lección, un mensaje".
Una semana más tarde, en la puerta de su casa le quitaron la vida a Wenceslao Pedernera,
un hombre apostólico, trabajador rural, esposo fiel y padre de familia. Pocos días
después, el 4 de agosto (día del párroco), caía en el camino, en Punta de los Llanos,
el obispo de la diócesis, el pastor y profeta Enrique Angelelli.
"La vida y la muerte de Monseñor Angelelli son fuente fecunda de inspiración para
quienes seguimos a Jesús de Nazaret y también para aquellos que sueñan y luchan
por un tiempo nuevo de justicia y de paz.
Sus huellas de profeta y de pastor nos llevan "tierra adentro" al encuentro de los
pobres y olvidados. Quienes van detrás de sus pasos, descubrirán un camino de fidelidad
creativa, de entrega radical, de amor sin reservas. Hallarán el corazón del pastor
habitado por el clamor de los pobres y la pasión del Evangelio.
Hoy, quizás más que nunca, necesitamos volver a oír sus palabras; en ellas, el testimonio
de su vida nos convocará, a ser también nosotros sembradores de una época nueva
que haga posible la vida plena para todos"
Un 4 de agosto de 1976, el Obispo Enrique Angelelli aparecía muerto sobre la ruta
que llevaba a la ciudad de La Rioja. A fines de julio de ese año, se había formado
el "grupo de tareas" encargado de eliminar a Angelelli. El 4 de agosto, después
del mediodía, Angelelli salió de la localidad de Chamical hacia la ciudad de La
Rioja, conduciendo la camioneta del obispado.Iba acompañado por el padre Arturo
Pinto, llevando consigo una carpeta con pruebas y testimonios del secuestro, tortura
y asesinato de los curas Gabriel Longeville y Carlos de Dios Murías. Fueron perseguidos
por un coche de color claro, quizás blanco, que los alcanzó en Punta de los Llanos,
donde se les fue encima a gran velocidad y los encerró, provocando el vuelco de
la camioneta. Angelelli fue sacado del vehículo, la nuca molida a golpes, lo dejaron
tirado sobre el asfalto. Su reloj, roto, marcaba las 3 de la tarde
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