La coincidencia es
enorme. Deben existir pocos casos en la historia universal en la cual
una efemérides es compartida por dos personajes tan claves para su
ciencia como es el caso del escocés Adam Smith, considerado por muchos
como el padre del pensamiento económico aunque tuvo antecesores, y del
inglés John Maynard Keynes, actualmente reivindicado por muchos más,
frente a la crisis contemporánea, aunque también, siempre hablando de
muchos, no siempre bien leído.
En verdad las
enseñanzas de ambos mantienen plena vigencia en muchos aspectos y
merecen ser estudiados con mayor profundidad y amplitud. Smith, nacido
el 5 de junio de 1723, en Kirkcaldy y fallecido el 17 de julio de 1790, a
los 67 años, en Edimburgo, es particularmente denostado por una buena
cantidad de políticos, comentaristas y hasta gente del quehacer
económico pero que, por lo general, no le han dedicado algún tiempo a su
lectura.
Desde la derecha no
se habla de él y desde la izquierda se lo cuestiona. La primera porque
lo supone superado, como intérprete de un capitalismo pasado de moda que
mejor ignorar, y la segunda, también muchas veces sin haber leído a
Karl Heinrich Marx, se basa en las diferencias que éste tomó de aquél
una centuria después y en circunstancias en que el desarrollo productivo
en la entonces nueva Europa había asumido nuevas características.
Smith era un liberal
en el sentido de la libertad no en el de una economía absolutamente
descontrolada y sin participación del estado. También filósofo,
astrónomo y con conocimientos matemáticos, en su obra cumbre, “La
riqueza de las naciones” planteó que hay cuestiones que no deben ser
aceptadas, como la conformación de mono u oligopolios, por ejemplo. Allí
los gobiernos deben impedirlo. Por ello desde el poder concentrado no
existe ningún interés de que se lo lea.
Pero, además, si hay
algo esencial que lo hace contemporáneo es su visión sobre lo que ha
devenido en el capitalismo gerencial. También en la obra citada alertó
sobre el riesgo que entrañan las sociedades anónimas en las que la masa
de accionistas va perdiendo el control de la empresa y el mismo pasa a
manos de funcionarios sin peso en la composición del capital y por ello,
en su momento, impulsó normas destinadas a exigir un mínimo de acciones
para integrar el directorio.
Smith se anticipó
dos siglos al estadounidense John Kenneth Galbraith en advertir que ese
proceso de generación de un capitalismo difuso administrado por gerentes
iba a llevar a graves hechos de los cuales los accionistas iban a
resultar los mayores perjudicados. Los años recientes les vienen dando
la razón a ellos y otros que lo previeron. World Com, Enrom, Lehman
Brothers, Elf, Parmalat, Bahring Brothers y algunas otras le dieron la
razón.
Keynes nació en
Cambridge el 5 de junio de 1883 y falleció en Firle el 21 de abril de
1946, a los 62 años. Fue un típico representante de la burocracia
colonial de su país en la India, la cual influyó notablemente en los
cambios que se produjeron en el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda
del Norte sobre todo luego de la II Guerra Mundial, como el caso del
estado de bienestar concebido por Henry William Beveridge, nacido en el
actual Bangladesh.
Miembro del Partido
Liberal es conocido, casi exclusivamente, por su obra “Teoría general de
la ocupación, el interés y el dinero”, de la que también se hacen
muchos comentarios superficiales al punto de que se omite que sobre el
fin de la misma buscó algún tipo de articulación entre el capitalismo y
el socialismo. La llamada “tercera vía” que impulsaron en el Reino Unido
y Alemania, respectivamente, Tony Blair y Gerhard Schröeder tuvo teóricos anteriores a Anthony Giddens como Keynes.
Sin
embargo este notable economista fue autor de algunos otros trabajos de
gran relevancia como sus propuestas para el plan de emergencia económica
del RU al desatarse la IIGM en el que flexibilizó, aunque con muchos
condicionamientos, su postura contraria a los subsidios expresada en la
“Teoría general”, y numerosos artículos que hasta influyeron, vía Raúl
Prebisch fundamentalmente, en la política anticíclica argentina desde
1933 para enfrentar la crisis mundial de 1929.
Keynes hoy, seguramente, hubiera rechazado por completo las propuestas alemanas, del Banco
Central Europea y de la jefa del Fondo Monetario Internacional,
Christine Lagarde, que quieren condenar al hambre a pueblos enteros por
la actual crisis. Fue claro cuando en 1919 escribiera “Las consecuencias
económicas de la paz”, cuando advirtiera que la miseria que desataba
sobre Alemania las imposiciones de los vencedores de la Primera Guerra
Mundial llevaría a un nuevo conflicto.
Y
sobre él vale la pena recordar también que fue el mayor apologista del
gran economista argentino, aunque nacido en la actual Bélgica, Jean
Silvio Gesell, a cuyos trabajos dedicó mayor espació de análisis que a
cualquier otro en su “Teoría general”, donde también citó a una buena
cantidad de autores como Alfred Marshall y Arthur Pigou, sus profesores
en Cambridge. Una cantidad de autores a los que en buena medida refutó
mientras que sobre Gesell recomendó como visionario.
John
Maynard Keynes y Adam Smith, inglés uno y escocés el otro, que no es lo
mismo. El primero nacido 129 años atrás, el segundo 289, pero en ambos
casos sus pensamientos mantienen una importante vigencia que hace que
deban ser releídos, con seriedad y sin prejuicios, en estos tiempos en
los que el capitalismo atraviesa su tercera gran crisis luego de las de
1873 y 1929. Una nueva crisis que, seguramente, de haber sido tomados en
cuenta, no hubiese llegado, por lo menos de esta forma.
*
Docente en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de
Buenos Aires y miembro del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico
Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego.
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