"Por medio de la Filosofía piensan las sociedades, ven los Pueblos. Piensan en su situación general, y lo hacen comparando su estado presente con el concepto que tienen de sí mismos. Al comprobar racionalmente la diferencia que hay entre el concepto que tienen de sí y la situación que ocupan, es cuando plantean sus aspiraciones. En ese momento, los líderes de la corriente revolucionaria estructuran dichas aspiraciones en programas orgánicos, convirtiéndolas en banderas, tras las cuales marchan las fuerzas que deciden las situaciones: los pueblos. Triunfante la nueva orientación, trastoca las bases mismas de la sociedad, cambia los conceptos de calificación –creando un nuevo criterio de valorización-, cambia el sistema de reparto de los bienes sociales e individuales; cambia las aspiraciones de la época, las perspectivas del desenvolvimiento ulterior de la colectividad. Eso es una revolución social."
(J D Perón, Filosofía Peronista)
Como
proceso de autodeterminación comunitaria el peronismo es una identidad
política y cultural en permanente creación y progresión. Su ordenamiento
doctrinario permite al pueblo y sus dirigentes la libertad de ir
creando y transformando la realidad en que viven de acuerdo a sus
intereses y deseos. No hay preelaboración ideológica ni modelos a
seguir, simplemente un respeto por los principios rectores que a modo de
mandamientos fundamentales –sus tres banderas históricas y sus 20
verdades- ordenan desde lo conceptual el proceso.
Juan Perón en una librería de Madrid.
Los
intelectuales en general menosprecian a la Doctrina comparándola quizás
con la envergadura y sofisticación racional de otros pensamientos
políticos. Sin embargo su aplicación permite una creatividad comunitaria
permanente que va construyendo una realidad que por sí misma tiene una
fuerte identidad política y cultural. Un ejemplo claro de esto es lo
logrado en esta Década Ganada respecto de muchos tópicos, como los
derechos humanos, la denuncia contra el capitalismo financiero, los
procesos de unidad latinoamericana etc. Pero para los peronistas estas
realidades que van conformando nuestro acervo histórico se plasman en
una identidad que no se puede proyectar hacia el futuro anulando la
creatividad popular.
La Argentina lidera las luchas mundiales contra el Capital Financiero
La
complejidad de los proceso políticos del presente ha demostrado la
limitación de las recetas materialistas preconcebidas. Los pueblos y sus
dirigentes, armados de poderosos conceptos doctrinarios se pueden abrir
paso en medio de un mar agitado y tormentoso absolutamente cambiante
como es el complejo mundo en que vivimos. No podría nadie hoy tener la
capacidad de analizar en su totalidad la realidad para brindar una
síntesis y resolver los problemas con una fórmula científica
materialista y románticamente liberadora. La implosión de la Unión
Soviética lo demuestra.
Hoy
el secreto es armarse de mecanismos ordenadores de la potencialidad
constructora de las comunidades y con una renovada fe en el hombre, con
la recreación de una nueva fe en el individuo, lanzarlo a la proeza de
su autodeterminación. Eso es el peronismo.
"Las
ideologías terminan mal, no sirven, las ideologías tienen una relación
incompleta o enferma o mala con el pueblo. Las ideologías no asumen al
pueblo" "En el siglo pasado las ideologías terminaron en dictaduras, piensan por el pueblo, no dejan pensar al pueblo" Compañero Papa Francisco
El
peronismo es un “modelo cultural” en permanente expansión junto con la
maduración colectiva de su pueblo. Impulsado por una nueva filosofía de
la acción política, una nueva filosofía de la vida como pregona nuestra
doctrina. Y esto es quizás algo difícil de describir en palabras ya que
se trata de un asunto de filosofía política, de cómo el ciudadano se
“siente” ante su realidad, ante sus conciudadanos y sus instituciones
políticas. Pero sí sabemos que las comunidades hoy han dejado de
“sentirse representadas” por las instituciones liberales generando una
profunda crisis política. La revolución peronista desde su nueva
filosofía trata de brindar elementos para generar una nueva
representación ciudadana.
Por
sus características especiales el peronismo nunca se ha sentido cómodo
en las instituciones liberales. Es que hay una relación natural entre
las instituciones políticas y su comunidad. El ciudadano debe sentirse
representado por ellas para poder delegar su confianza que es el
atributo fundamental del poder. Si el ciudadano no confía , o no se
siente incluído por las instituciones están serán débiles y vulnerables .
Por eso la relación entre el Estado y el ciudadano debe respetar el
momento histórico y su potencialidad cultural. Mantener instituciones
políticas como el demo-liberalismo que responden a un momento histórico
donde la mayoría del pueblo era analfabeto y la lucha se presentaba como
la sustitución de un absolutismo verticalista, es hoy una hipocresía al
servicio de una intencionalidad de dominio colonial.
Hoy
el debate es cómo profundizar desde las democracias republicanas la
participación activa del ciudadano para que dé rienda suelta a sus
potencialidades culturales que han cambiado de forma extraordinaria. La
cultura del neoliberalismo se aferra a las antiguas instituciones e
intenta desmovilizar al ciudadano, tratando de imponer un modelo
participativo fuera de tiempo y de la coyuntura histórica. Esta falta de
armonía con el tiempo histórico en que se vive impide la maduración
cultural de la Comunidad manteniéndola indemne ante los enormes poderes
de control de la información de los poderes corporativos. Un ciudadano
infantilizado provoca además un Estado débil con dirigencias políticas
sin poder real para poder torcer el ímpetu colonialista de los países
desarrollados.
Los modelos “ideales” del colonialismo
El
esquema participativo del sistema liberal fue la respuesta creativa de
otras comunidades para un momento histórico determinado. Aplicar el
modelo “llave en mano” a un comunidad diferente y fuera de época puede
ser producto de un infantilismo político de sus dirigencias o un intento
de desarrollar una política colonialista, o de ambos.
El
desarrollo de una política de liberación o simplemente de una política,
supone una adaptación congruente con un momento histórico determinado y
respetando las potencialidades culturales del momento.
La
batalla cultural es romper la trampa de una participación política
demo-liberal al servicio de un “hombre niño” que tiende al colonialismo.
Decimos que es una batalla cultural porque no se trata de impugnar las
estructuras de las antiguas instituciones sino su filosofía de acción
política. El nacimiento de una nueva de filosofía participativa basada
en una nueva cultura revolucionaria que transformaría el sentido
involutivo de las perimidas instituciones liberales y las llevaría hacia
una nueva funcionalidad liberadora.
Esta
nueva filosofía de la acción política debe impugnar el sentido
filosófico del Estado liberal proclamado por los que intentan mantener
sus privilegios y prebendas.
“...la
concepción liberal del Estado se fundamenta en un concepto unilateral
del hombre, ya que lo toma como individuo aislado, dejando de lado su
carácter social. Esta exaltación de la dimensión individual del hombre
es la continuación de la orientación renacentista.
Para el Renacimiento, bajo la influencia del culto a la antigüedad clásica, el hombre era el centro del mundo; por eso dijimos, que si bien el humanismo renacentista es antropocéntrico, reconoce dos defectos de estrechez: es materialista y antipopular.
El liberalismo sigue dentro de estos moldes, considerando a cada ser humano una especie de dios autónomo, que todo lo espera de sí mismo. Pero en la práctica, ese dios autónomo es el capitalista, sin más acicate que su interés personal, sin ningún sentimiento solidario hacia su comunidad, indiferente a los intereses y a los sufrimientos ajenos.
Es el hombre deshumanizado que, en el caso de tener más fuerza que el resto, no vacila en esclavizarlo, pues sólo piensa en sí. Es el verdadero lobo del hombre.
Quiere decir que en la doctrina liberal hay sólo una aparente estimación del hombre; en el fondo le niega lo que lo hace verdaderamente humano, su sentimiento de hermandad hacia los demás, su solidaridad.
El liberalismo aísla los hombres entre sí, favoreciendo de esta manera a los más poderosos para que atrapen a los más débiles, pues el Estado no tiene que intervenir en las actividades de los hombres.
“La libertad para todos los hombres del mundo” se convierte en una libertad sin freno para los capitalistas que tienen en sus manos todos los resortes.
No existe libertad para el hombre de Pueblo, ya que el sistema le niega los medios concretos indispensables para ejercitarla, carece de legislación social que lo proteja y prácticamente, no tiene derechos políticos.
De este modo el liberalismo ensanchó el campo de la esclavitud para el hombre de trabajo, pues éste no sólo siguió sometido políticamente, sino sometido en peores condiciones que nunca al absolutismo del poder económico.
El hombre de Pueblo, en la mayor situación de desamparo, aislado de sus hermanos y abandonado por el Estado a sus propias fuerzas, se encontró en el callejón sin salida de la lucha de todos contra todos. “el estado del hombre contra el hombre, todos contra todos, y la existencia como un palenque donde la hombría puede identificarse con las proezas el ave rapaz”.
(Perón, en el Congreso de Filosofía, Mendoza, 9 de abril de 1949)
Invertir
el sentido individualista del liberalismo fue la tarea del peronismo.
Tratar de recuperar el sentido de la solidaridad social y poner al
Estado en función de proteger a los más débiles. Ese era el camino para
poner en marcha una verdadera democracia, con una libertad e igualdad
real y no la exteriorizada en las constituciones liberales para regodeo
hipócrita de su sofisticada cultura basada en la soberbia “civilizada”.
Para enfrentar la cultura egoísta del individualismo liberal el
movimiento nacional desarrolló una serie de medidas políticas que fueron
sintetizadas en sus tres banderas históricas: la justicia social, la
independencia económica y la soberanía política.
En notas anteriores ( 1. Las tres Banderas y 2. Política nacional o política colonial )
vimos como el peronismo además consolidaba su poder político
desarrollando una novedosa forma de participación ciudadana que tendía a
dar una respuesta congruente desde los institucional a las
potencialidades del hombre de hoy. Veíamos como proponía generar una
unidad conceptual en base a principios doctrinarios para poder ordenar
una autodeterminación comunitaria sin que el debate se tornase un caos
inmanejable. Pero más allá de las herramientas orgánicas desde los
institucional el peronismo debía enfrentar la masificación cosificadora
del individualismo que había transformado a los hombres en lobos de
otros hombres.
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