Por Marcelo Gullo*
Desde hace algunos años han proliferado
historiadores, biógrafos y ensayistas que definiéndose todos ellos, de
alguna manera, como admiradores y continuadores del pensamiento de
Arturo Jauretche que dieron a luz una copiosa producción de escritos en
los cuales, paradójicamente, opinan sobre Juan Manuel de Rosas todo lo
contrario de lo que expresara sobre el Restaurador de las Leyes,
don Arturo Jauretche durante toda su vida.
Los mismos, ubican a Rosas como una expresión más del centralismo porteño, e interpretan la traición de Urquiza que -en momentos en que la Confederación Argentina se encontraba en guerra contra el Imperio esclavista del Brasil- decidió marchar sobre Buenos Aires y no sobre Río de Janeiro – como una reacción de los pueblos del interior contra la hegemonía porteña. Ven a Rosas -a quien San Martín le legara su sable, el sable que lo acompañó en la guerra de la Independencia de España, por considerar que Rosas había combatido una segunda guerra de independencia contra Francia e Inglaterra– como una expresión más de la concepción portuaria de la Patria Chica, como un Rivadavia, vestido de colorado.
Los mismos, ubican a Rosas como una expresión más del centralismo porteño, e interpretan la traición de Urquiza que -en momentos en que la Confederación Argentina se encontraba en guerra contra el Imperio esclavista del Brasil- decidió marchar sobre Buenos Aires y no sobre Río de Janeiro – como una reacción de los pueblos del interior contra la hegemonía porteña. Ven a Rosas -a quien San Martín le legara su sable, el sable que lo acompañó en la guerra de la Independencia de España, por considerar que Rosas había combatido una segunda guerra de independencia contra Francia e Inglaterra– como una expresión más de la concepción portuaria de la Patria Chica, como un Rivadavia, vestido de colorado.
En esta nueva y curiosa versión de la
historia – como en la elaborada por Mitre – la batalla de Caseros tiene
un sentido positivo. Rosas, aparece como un unitario disfrazado de
federal y la batalla de Caseros, como una importante victoria del campo
nacional y popular. Podría tratarse, pensaran algunos, de que estos
nuevos historiadores, que se declaran jauretcheanos, tienen apenas una
diferencia de matices con el pensamiento de Jauretche. Sin embargo,
creemos que estos ensayistas no plantean una simple cuestión de matices
sino que, por el contrario, contradicen el nudo o la piedra angular del
pensamiento de Jauretche. Podría pensarse también que aun siendo así,
esa diferenciación con el pensamiento del maestro, no tiene hoy una
mayor relevancia política, que no tiene implicaciones prácticas y que,
en nada afecta al presente y futuro de los argentinos y de la Argentina.
Creemos, sin embargo, que esta nueva tergiversación de la historia
realizada irónicamente en nombre de don Arturo Jauretche – que combatió
durante toda su agitada vida intelectual y política contra la
falsificación de la historia- tiene una importancia fundamental porque,
como enseñara justamente don Arturo, sin el conocimiento de una historia
auténtica, es imposible el conocimiento del presente y el
desconocimiento de presente lleva implícita la imposibilidad de calcular
el futuro. Lo de “ahora” – nunca se cansó de repetir Jauretche- no se
puede resolver sin entender, `previamente, “lo de antes”.
Rosas, pivote histórico Fue el rescate de la figura histórica de Juan Manuel de Rosas – quien fuera el objetivo táctico principal del primer revisionismo histórico- el elemento que le permitió a Jauretche articular, definitiva y sistemáticamente, su pensamiento: “De mí, puedo decir que sólo he integrado mi pensamiento nacional a través del revisionismo, al que llegué tarde. Sólo el conocimiento de la historia verdadera me ha permitido articular piezas que andaban dispersas y no formaban un todo.” [1]
Desde su conversión al revisionismo
histórico, Jauretche se convirtió en uno de los más agudos y
perseverantes predicadores de ese “revisionismo histórico” y de la
reivindicación de la figura del Brigadier Juan Manuel de Rosas. Fruto
directo de esa incansable prédica, fue su libro “Política Nacional y Revisionismo histórico”, un
texto que Jauretche construyó con los apuntes de dos conferencias que
pronunciara en la sede central del Instituto Juan Manuel de Rosas y en
la filial “Fuerte Federación” de la ciudad de Junín en la Provincia de
Buenos Aires. En dicho libro, Jauretche afirma: “El revisionismo
histórico se ha particularizado en un momento de la historia argentina:
el que va del año veinte a Caseros, aunque cada vez se extienda más,
hacia atrás y hacia adelante. Su pivote ha sido la discusión de la
figura de don Juan Manuel de Rosas y su momento. Explicaremos que no
podía ser de otra manera porque es figura clave; tan clave, que la
falsificación de la historia hubo de hacerse tomándolo como pivote a la
inversa. Nada se puede entender sobre esa época ni lo que ocurrió más
adelante, sino se trata de entender lo que significó Rosas.” [2]
El retorno de la política nacional de la Patria Grande
En su libro “Ejército y Política”
– escrito poco después del derrocamiento del General Juan Domingo Perón
el 16 de setiembre de 1955 -, Arturo Jauretche, tratando de explicar el
significado histórico de Rosas afirma: “La PATRIA GRANDE resurge
por la aparición, en Buenos Aires, de una tendencia opuesta a los
directoriales y unitarios, cuya expresión política es Rosas. Esta
tendencia, que no se divorcia del pasado hispanoamericano, tiene la
concepción política de la PATRIA GRANDE, es celosa del mantenimiento de
la extensión, y si bien representa las tendencias predominantes del
puerto, comprende la necesidad de una conciliación con los intereses del
interior y representa los primeros pasos industrializados del país, en
la economía precapitalista del saladero, que es propia.”[3]
Más adelante en el tiempo, en su libro “Política Nacional y Revisionismo histórico”
– al que ya hemos hecho referencia -, Jauretche le contesta a aquellos
historiadores que, para negar la figura de Rosas argumentan que el
Restaurador mantuvo tercamente en sus manos el control de la Aduana tal
como habían hecho antes los unitarios y que la verdadera figura que
expresó el federalismo, por aquellos días , fue el gobernador de
Corrientes, Pedro Ferré, que: “La necesidad de mantener la aduana
para conservar el poder unificador que exigía la permanente guerra
internacional, como garantía del orden en peligro, es cosa que se
olvida, se le impuso cualquiera fueran sus puntos de vista teóricos.
Anótese en cambio la ley de aduanas que significó la defensa de la
industria del interior, que reverdeció bajo su influencia restableciendo
el trabajo estable y organizado en las provincias. Se pretende reeditar
un viejo argumento falsificador, presentando a Rosas como a un unitario
vestido de colorado, para lo que es necesario aceptar que los cándidos
federales se engañaban. Por el contrario éstos eran políticos realistas;
tal vez para ellos Rosas no fuera lo más federal pero era lo
más aproximado a un federal que podía dar Buenos Aires, pues la opción
eran los rivadavianos y sus continuadores. Es cierto que un
antirrosista, Don Pedro Ferré, intelectualmente era el federal más
profundo, pero éste, en los hechos, actuó siempre a favor de los
unitarios, y en política son los hechos y no las ideas abstractas, los
que valen.”[4]
Y, como precisamente son los hechos los
que valen, por aquello de que la única verdad es la realidad, conviene,
en este momento de nuestra argumentación, realizar una breve reseña
histórica del gobierno de Juan Manuel de Rosas para poder situar, en su
real dimensión, las afirmaciones realizadas por Jauretche sobre Rosas y
su gobierno.
La insubordinación ideológica de 1830 y la Ley de Aduana de 1835
El primer gobierno de Rosas fue una
época de salarios altos donde la economía creció más que la
disponibilidad de mano de obra pero, no rompió con el esquema de libre
comercio heredado de la época colonial borbónica y de los primeros
gobiernos autónomos que se sucedieron a partir de 1810.[5]
Rosas, en su primer gobierno, no supo,
no quiso, o no pudo, manifestarse en contradel libre comercio. Sin
embargo, esta posición pro-librecambista, cambiaría radicalmente cuando
fuera nuevamente elegido, por una amplia mayoría popular, para ejercer
un segundo mandato.[6]
En los primeros años de la década de 1830, comienza una asombrosa Insubordinación Ideológica,
que rechazará al liberalismo económico y su doctrina del libre
comercio, identificándola como una ideología de dominación al servicio
de los intereses británicos. En 1831, en ocasión de discutirse el Pacto
Federal, Pedro Ferré planteó la necesidad de una política aduanera
proteccionista. El diputado por Corrientes Manuel Leiva – partidario de
la reunión de un Congreso Constituyente que estableciera el
proteccionismo económico y la nacionalización de la Aduana de Buenos
Aires – escribe una carta al catamarqueño Tadeo Acuña que será publicada
en todas las provincias y hará doctrina. En ella, afirma Leiva: “Buenos
Aires es quien únicamente resiste a la formación del Congreso porque
pierde el manejo de nuestro tesoro con que nos ha hecho la guerra y se
cortará el comercio de extranjería que es el que más le produce…los
provincianos debemos trabajar en sentido contrario a ellos para que
nuestro tesoro nos pertenezca y para oponer trabas a ese comercio que
insume nuestros caudales, ha muerto nuestra industria y nos ha reducido a
una miseria espantosa.”[7]
La carta de Leiva a Acuña, vía Facundo
Quiroga, llegó rápidamente a las manos de Juan Manuel de Rosas.
Paulatinamente, la polémica proteccionismo-librecambio se fue agudizando
y caldeando los ánimos de los intelectuales y de la mayoría de la
población delasProvincias Unidas. La discusión llega a su punto más alto
cuando los amigos de Ferré, publican un folleto anónimo abiertamente
anti-librecambista en el que se sostiene: “El proteccionismo
resolvería indudablemente muchos de los problemas que afligen al país.
Abriría nuevos campos de acción a la actividad económica y
proporcionaría trabajo a obreros de ambo sexos. Esa fue al menos la
experiencia de Corrientes. Esta provincia solía importar azúcar; ahora
el azúcar se produce y elabora en su territorio, y la provincia mejoró
su balanza de comercio en cerca de $ 80.000…Este resultado prueba el
beneficio que recibiría la provincia de Cuyo, si la nación cerrase la
entrada de los vinos y aguardientes extranjeros…El hecho es que la
Argentina, después de un régimen de comercio libre de más de veinte
años, se halla ahora dirigida por un puñado de extranjeros. Si el
proteccionismo diera como resultado el desplazamiento de los
comerciantes extranjeros de sus posesiones de preeminencia, el país se
podría felicitar por haber dado el primer paso para recuperar la
independencia económica…La nación no puede vivir sin las restricciones
que pueden desarrollar su industria.”[8]
Minada la firmeza de la doctrina liberal por la Insubordinación Ideológica
protagonizada por Ferré, Leiva, Marín y otros hombres representativos
de las provincias, una ascendente ola a favor de la instauración del
proteccionismo económico, partió de los artesanos y fabricantes, que
fueron acompañados en sus demandas, por numerosos intelectuales de las
clases medias.
La Ley de Aduanas y el comienzo de la Insubordinación Fundante
La protesta generalizada contra el
liberalismo económico tuvo amplio eco en La Legislatura de la Provincia
de Buenos Aires. Fue entonces que el Gobernador de Buenos Aires, Juan
Manuel de Rosas, se decidió por la instauración definitiva del
proteccionismo económico. El 18 de diciembre de 1835, después de 25 años
de aplicación radical del libre comercio, se sanciona la Ley de
Aduanas.[9] La conversión de Rosas al proteccionismo se define “sin cortapisas”. En el mensaje del 31 de diciembre del año 1835, refiriéndose a la nueva ley, sostiene: “Largo
tiempo hacía que la agricultura y la naciente industria fabril del país
se resentían de la falta de protección, y que la clase media de nuestra
población, que por cortedad de sus capitales no puede entrar en empleos
de ganadería, carecía de gran estímulo al trabajo que producen las
fundadas esperanzas de adquirir con él, medios de descanso en la
ancianidad y de fomento de sus hijos. El gobierno ha tomado este asunto
en consideración, y notando que la agricultura e industria extranjera
impiden esas útiles esperanzas, sin que por ello reporten ventajas en la
forma y calidad…ha publicado la ley de Aduanas.” [10]
Las provincias del interior, Córdoba,
Catamarca, Cuyo, Tucumán y Salta, que habían sufrido los efectos
desbastadores de la política librecambista instaurada desde 1778 y,
reforzada desde 1810, recibieron alborozadas la nueva Ley de Aduanas.[11]
Evaluando la figura política de Rosas,
su condición de clase y la política económica aplicada durante sus
gobiernos, Arturo Jauretche afirma: “Rosas es uno de los pocos
hombre de la clase alta que no desciende de los Pizarros de la vara de
medir que en el contrabando y en el comercio exterior fundaron su
abolengo. Por eso no tuvo inconvenientes en ser burgués. Fundó la
estancia moderna y después fundó el saladero para industrializar su
producción, y fundó, paralelamente, el saladero de pescado para
satisfacer la demanda del mercado interno. Y defendió los ríos
interiores y promovió el desarrollo náutico para que la burguesía
argentina transportara su producción; integró la economía ganadera con
la industrialización y la comercialización del producto y le dio a
Buenos Aires la oportunidad de crear una burguesía a su manera. Pero,
además con la Ley de Aduanas, de 1835, intentó realizar el mismo proceso
que realizaban los Estados Unidos: frenó la importación y colocó al
artesanado nacional del litoral y del interior, en condiciones de
afirmarse frente a la competencia extranjera de la importación,
abriéndole las posibilidades que la incorporación de la técnica hubiera
representado, con la existencia de un Estado defensor y promovedor, para pasar del artesanado a la industria.”[12]Siguiendo
el certero análisis de Jauretche es posible afirmar, entonces, que
Rosas, con la Ley de Aduanas, retoma, aunque con limitaciones, el
sendero iniciado por Artigas: el camino de la Insubordinación Fundante.[13]
Importa precisar que, cuando Rosas se decidió, durante su segundo gobierno, a emprender un proceso de Insubordinación Fundante,
tendientea completar laindependencia política, declarada en 1816, con
la independencia económica, es decir a liberar a la Argentina del
dominio informal inglés, el gobierno de Gran Bretaña estaba en las manos
de uno de los políticos más brillantes de su historia: Henry John
Temple, tercer Vizconde de Palmerston, quien fuera autor intelectual de
la Guerra del Opio, luego de la cual China no sólo se vio obligada a
permitir la importación y el consumo de opio sino que, perdió el control
de sus aduanas, debiendo aceptar el libre comercio, así como que
quedara en las manos de Inglaterra, la potestad de fijar el régimen
arancelario del Imperio chino. Este hecho no puede ser, livianamente,
pasado por alto cuando se analiza objetivamente este periodo de la
Historia Argentina. [14]
Por otra parte, para comprender la importancia de La ley de Adunas, como piedra angular de la Insubordinación Fundante
que se inicia en el segundo gobierno de Rosas, hay que ubicarla en el
contexto de otras medidas tendientes a la librar a la Argentina de la
subordinación británica. La primera de estas medidas fue la disolución
del denominado Banco Nacional controlado por el capital inglés,
producida el 30 de mayo de 1836. Dicho Banco fue reemplazado por una
ComisiónFiscal que, funcionando en la Casa de la Moneda, comenzó a
actuar como un verdadero Banco estatal.
La segunda de las medidas aludidas fue
la prohibición de exportar oro y plata decretada el 31 de agosto de
1837. Evaluando esta medida, Vivian Trías sostiene: “Así se enjugó
la pérdida incesante de metálico que aparejaba el comercio exterior
deficitario (agravado por la guerra) y, también, se entorpeció el
funcionamiento del patrón oro en la relación con la economía
rioplatense. Es otro certero golpe contra los intereses del Imperio británico que habría de gravitar en los esfuerzos del gobierno de su Majestad por tumbar al gobernador federal.”[15]
Importa precisar además que, en 1837, se
reforzaron las normas proteccionistas. Se estableció entonces, que
todos los artículos que pagaban un 10% ad valoren o más, sufrieran un
recargo del 2 al 4% (el 2% los que pagaban del 10 al 17% y los que
tributaban el 24 o más, el 4%).
En 1838, el primer ministro británico, Lord Palmerston, al constatar la insistencia de Rosas en el proteccionismo, “…comunicó
al Ministro británico que no hiciera uso del derecho de protesta
formalmente, pero que deseaba que el Ministro aleccionara al Gobierno de
Buenos Aires sobre las virtudes del libre comercio y la locura de los
altos impuestos aduaneros, y que le señalara los perniciosos efectos
sobre el comercio del país que con tanta seguridad se seguirían de
aquellos.” [16]
“No hay duda -sostiene Vivián Trías- de que la virazón en la política aduanera de Rosas, influyó en el cambio operado en las relaciones con Gran Bretaña.”[17]
En noviembre de 1845, una flota anglo francesa compuesta por 22 barcos
de guerra, equipados con la tecnología militar más avanzada de laépoca,
penetró en el Ríode la Plata. El objetivo anglo francés era claro: imponer el libre comercio.[18]Laguerra
que se desató entonces, de la cual la Confederación Argentina resultó
victoriosa, fue calificada por el General José de San Martín de “Segunda Guerra de Independencia.”
Desde el punto de vista económico es
preciso remarcar que: Debido a la Ley de Aduanas y quizás por los
propios bloqueos se neutralizó la importación de productos extranjeros –
tal como había ocurrido en los Estados Unidos cuando éste, en 1812,
entró en guerra también con Gran Bretaña – permitiendo la aceleración de
un proceso de industrialización importante que, de haberse sostenido a
través del tiempo, hubiese convertido a la Argentina en un país
tempranamente industrializado.[19]Sin embargo, no todas las provincias respetaron la ley de aduanas, ni estuvieron a favor del proteccionismo económico. “Es
importante subrayar que, en Entre Ríos no regía la ley aduanera de
1835, ni la prohibición de exportar oro; Urquiza(gobernador de la
provincia)practicaba el liberalismo económico tal como la City (Londres)
lo predicaba.”[20]
La caída de Rosas y la victoria de la Patria Chica
El gobernador de Buenos Aires, Juan
Manuel de Rosas que había logrado resistir con éxito la invasión anglo
francesa, cayó, el 3 febrero de 1852 en la batalla de Caseros. El
gobernador de Entre Ríos, jefe del ejército de vanguardia que la
Confederación Argentina había preparado para la Guerra contra el Brasil,
luego de entrar en tratos con la diplomacia brasileña, decidió marchar
sobre Buenos Aires y no, contra Río de Janeiro.
Creemos que las razones que explican el
cambio de bando de Urquiza y la posterior derrota de Rosas, más allá de
la conocida flaqueza de principios del General entrerriano, deben
buscarse en los cambios producidos en el sistema económico internacional
y, principalmente, en su centro,: Gran Bretaña.
En 1843, el sistema capitalista
entra en una larga onda de prosperidad – a pesar de la recesión de 1847-
que va a acelerar la incorporación de las periferias dependientes, al
sistema. Se produjo, en ese período, una revolución en los transportes,
con el ferrocarril y el barco a vapor, y, una revolución en las
comunicaciones, con el telégrafo. La primera, le permitió a Gran Bretaña
llegar al corazón de las áreas subordinadas y, la segunda, la
aplicación de nuevos procedimientos bancarios como la letra de cambio
que le dieron a los movimientos financieros internacionales una
inusitada velocidad. Por otra parte, en Gran Bretaña, centro de la
economía internacional, las fábricas de tejido de lana se multiplicaron “pasando de 32 mil a 80 mil entre 1838 y 1850.” [21]
Para funcionar, el complejo textil
lanero británico necesitaba importar el 70% de la materia prima que
consumía, como insumo básico. Los estancieros de la Mesopotamia
argentina, con Urquiza a la cabeza, advirtieron, perspicazmente, esa
situación y se decidieron a emprender la explotación ovina en gran
escala para abastecer al mercado británico en mejores condiciones – dada
la mayor proximidad a Inglaterra- que lo que lo venían haciendo los
ganaderos australianos. Los estancieros entrerrianos estaban “dispuestos a ajustarse a los nuevos requerimientos”[22]
del mercado inglés y no estaban, en consecuencia, interesados, en la
aplicación de leyes proteccionistas -como la ley de aduanas de 1835 –
que eran, para Inglaterra, causal de excomunión. Esta actitud de los
estancieros entrerrianos – destaca agudamente Trías – significaba la
sujeción política a las exigencias de Gran Bretaña. Es decir, “…la apertura de los ríos al comercio internacional (que Rosas había rechazado con éxito venciendo a la flota anglo francesa), el liberalismo económico y el libre comercio ( al cual Rosas ponía un freno con la Ley de Aduanas de 1835), la paz con el gobierno de Montevideo
(a la cual Rosas se oponía en la esperanza de lograr, en el tiempo, la
reincorporación de la Banda Oriental a la Confederación Argentina),yel abandono de esa áspera e intransigente defensa de la soberanía que Rosas había llevado alextremo.” [23]La
arquitectura económica que Rosas trataba de implantar en la
Confederación Argentina, era, claramente, contraria a los intereses de
los ganaderos entrerrianos y, por lógica consecuencia, los estancieros
mesopotámicos estaban predispuestos a enfrentar a Rosas ni bien las
circunstancias les parecieran favorables.
En 1851 Urquiza llega a la conclusión
que, con el apoyo, en tropas, armas, dinero y logística del Imperio del
Brasil estaría en condiciones de eliminar el principal obstáculo para la
“alianza” (léase subordinación) con Inglaterra, ese obstáculo era
Rosas. En febrero de 1852, los hechos estaban consumados.[24]Lo indiscutible es, como afirma Manuel Gálvez, que: “Cuando
cayó Rosas y con él su ley de Aduanas, nuestras industrias se
arruinaron. Ya he dicho que solamente en Buenos Aires había ciento seis
fábricas y setecientos cuarenta y tres talleres y que la industria del
tejido florecía asombrosamente en las provincias. El comercio libre
significó la entrada, con insignificantes derechos aduaneros, de los
productos manufacturados ingleses, con los que no podían competir los
nuestros. Y la industria argentina murió.”[25]
Analizando el significado histórico de la derrota de Rosas en la batalla de Caseros, Arturo Jauretche afirma:“Caseros
es la victoria de la PATRIA CHICA, con todo lo que representa desde la
desmembración geográfica al sometimiento económico y cultural: la
historia oficial ha disminuido su carácter de victoria de un ejército y
una política extranjera, la de Brasil. Si para los liberales y unitarios
la caída de Rosas y la confederación significaba un cambio
institucional y la posibilidad de un nuevo ordenamiento jurídico, para
los intereses económicos de Gran Bretaña significó la destrucción de
todo freno a su política de libertad de comercio y la creación de las
condiciones de producción a que aspiraba. Para Brasil fue cosa
fundamental. Derrotado siempre en las batallas navales y terrestres,
Brasil tenía conciencia clara de que su marcha hacia el sur y hacia el
oeste estaría frenada mientras la política nacional de la PATRIA GRANDE
subsistiera en el Río de la Plata. Era necesario voltear a Rosas, que la
representaba, y sustituirlo en el poder por los ideólogos que odiaban
la extensión y que serían los mejores aliados de la política brasileña,
destruyendo al mismo tiempo toda perspectiva futura de reintegración al
seno común de los países del antiguo virreinato. Caseros significa así,
en el orden político internacional, la consolidación de la disgregación
oriental, altoperuano y paraguaya y las manos libres para su expansión
para el Brasil, para su expansión definitiva sobre los países
hispanoamericanos limítrofes, de los que la Confederación constituía el
antemural.”[26]
Para dejar en claro la errónea
visión, actualmente muy en boga entre cierta línea de historiadores que
se esmeran en presentar a Caseros como una victoria del federalismo por
sobre el unitarismo y de elevar a Urquiza al nivel de adalid de las
banderas del interior, Jauretche agrega: “Lo que importa, es dejar
establecido que, en Caseros, triunfó la Política Nacional del Brasil por
sobre la Política Nacional de los argentinos y que, su resultado en la
política de la guerra significa el abandono de la línea Nacional. Pero
lo más grave no consiste en que Caseros sea una victoria brasileña, sino
que se la presente como una victoria argentina, porque ese punto de
partida falso imposibilita la construcción de un esquema racional de
nuestra política exterior y de defensa. Así la revisión histórica se
impone como una exigencia lógica para establecer las bases del
razonamiento y del punto de apoyo de nuestras acciones. Sabiendo que
Caseros es una victoria brasileña y una derrota argentina, la Política
Nacional es una e inversa, ignorándolo.”[27]
Caseros y Gettysburg
En una nota dirigida a Lord Palmerston,
el encargado de negocios británico en Buenos Aires, Mr. Gore, relata
que, al recibir al cuerpo diplomático en Palermo, Urquiza lo apartó del
resto de los concurrentes y le habló francamente. Resumiendo la
exposición de Urquiza, el historiador anglocanadiense Ferns, anota que,
el General entrerriano, le había formulado al encargado de negocios de
su Majestad, las mismas “…promesas y esperanzas formuladas en dimensiones más amplia por Rivadavia, un cuarto de siglo antes.”[28]
Estos hechos demuestran, como bien lo
entendía Jauretche, que el que estaba “disfrazado” de federal era el
interesado y crematístico General entrerriano y no, Rosas, como está de
moda sostener por algunos historiadores que “lavan la cara y modernizan
la historia mitrista.”
En cumplimiento de sus promesas, Urquiza
firma, en julio de 1853, el Tratado de Libre Navegación, que le
aseguraba a Inglaterra el libre intercambio mercantil. Paradójicamente,
el Tratado había sido tramitado por Sir Charles Hotham, el vencedor de
Obligado.
Como sostuviera, reiteradamente,
Arturo Jauretche, el análisis objetivo de los hechos históricos muestra
que, mientras en la guerra civil norteamericana, en la batalla de
Gettysburg, triunfó el proteccionismo sobre el librecomercio, en guerra
civil argentina, en la batalla de Caseros, se impuso el librecomercio,
sobre el proteccionismo.
Por un debate sin vanidades
A modo de conclusión, digamos de que no
se trata, por supuesto, de que con estas breves líneas queramos
clausurar el debate en torno a la figura de Rosas, ni pretendemos,
tampoco, establecer una ortodoxia jauretcheana, arrogándonos la vara de
medir de quiénes son verdaderos discípulos de Jauretche. Pero, como
premonitoriamente advirtiese el propio Arturo Jauretche, para que el
debate en torno a la figura de Rosas, “… sea fecundo no debe ser el
producto de la vanidad personal de los historiadores que se apoyan en
los caudillos, simplemente por no dar su brazo a torcer respecto de
Rosas.”[29]
[1]. JAURETCHE Arturo, Política Nacional y Revisionismo histórico, Buenos Aires, Ed. Corregidor, 2006, p. 8.
[2]. Ibíd., 77.
[3]. JAURETCHE, Arturo, Ejército y Política, Buenos Aires, Ed. Peña Lillo, 1976, p. 44.
[4]. JAURETCHE, Arturo, Política Nacional y Revisionismo histórico, Op. Cit., p. 71.
[5]. “Desde su primer gobierno – afirma
Vivian Trías – Rosas se preocupó de abatir el costo de vida para los
menesterosos. Un autor hostil, como Antonio Dellepiane, lo consigna, sin
duda alguna: ‘Lo referente al bienestar físico de la plebe fue, así,
objeto de su constante preocupación y de su más escrupulosa
reglamentación y defensa. El precio de la carne y el pan, el estaqueo
del cuero para que no se defraudara al comprador, el precio de las
haciendas, los pesos y las medidas absorbían su atención’. (por otra
parte, continua Trías), la época de Rosas fue de salarios altos. La
economía creció más que la disponibilidad de mano de obra – en opinión
de M. Burgin – la existencia de obreros, en Buenos Aires era,
normalmente, insuficiente para satisfacer la demanda.” TRÏAS, Vivián,
Juan Manuel de Rosas, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1970,
págs. 50 y 51.
[6]. Afirma Vivian Trías que Rosas llega
al poder por segunda vez después de la insurgencia popular llamada
“Revolución de los Restauradores”.Es claro que: “Nadie puede discutir, ni poner en tela de juicio la inmensa popularidad del caudillo en el seno de las masas populares.”
Los enemigos políticos de Rosas pensaban enjuiciarlo y encarcelarlo
pero, en la noche del 11 de octubre, una muchedumbre se aglomera en la
actual Plaza de Mayo al grito de ¡Viva Rosas! “La policía no obedece las ordenes de disparar y el tumulto se propaga como un río desbordado”.
Rosas exige, entonces, la realización de un plebiscito – como condición
para asumir el cargo de gobernador- que se realiza los días 26, 27 y 28
de marzo. Acudieron, prácticamente, todos los hombres aptos para votar y
9720 lo hicieron a favor; siete por la negativa. Nunca había votado
tanta gente en Buenos Aires. Sarmiento avala su autenticidad: ‘No se
tiene noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar…debo decirlo en
obsequio a la verdad histórica: nunca hubo gobierno más popular, más
deseado, ni más bien sostenido por la opinión”. TRIAS, Vivian, Juan Manuel de Rosas, Op. Cit., págs. 51, 66, 69 y 70.
[7]. TRÍAS, Vivián, Juan Manuel de Rosas, Op Cit., pág. 98.
[8]. TRÍAS, Vivián, Juan Manuel de Rosas, Op. .Cit., pág. 99.
[9]. En sus puntos más importantes la Ley de Aduana establece: “La
protección a los talleres de herrería, platería, lomillería y
talabartería, prohibiendo la importación de manufacturas de hierro,
hojalata, latón…gravando con derechos del 24 al 35% ciertos artículos de
cuero, plata, cobre y estaño. También protege a las carpinterías…a las
zapaterías, gravando con un 35% la introducción de zapatos. A la
tejedurías, prohibiendo la importación de ponchos, ceñidores, flecos,
ligas y fajas, de lana o algodón y gravando con un 24% la introducción
de cordones de hilo, lana y algodón y con un 35% las ropas hechas,
frazadas y mantas de lana…Las sillas de montar sufren un recargo del
50%..El azúcar es aforado con un 24%, los alcoholes con un 35% y la
sidra y la cerveza con 35 y 50% respectivamente…Las exportaciones son
gravadas con un módico 4%…No pagan impuestos los productos pecuarios
uruguayos…Tampoco la producción chilena que viniera por tierra. La
marina mercante nacional era beneficiada no cobrándose impuestos a la
exportación de carne salada transportada en barcos de bandera
argentina”. ROSA, José María, Defensa y pérdida de nuestra soberanía,
citado por TRIAS, Vivian, Juan Manuel de Rosas, Op. Cit,.pág. 101
[10]. ROSA, José María, Historia argentina, citado por TRIAS, Vivian, Juan Manuel de Rosas, Op. Cit., pág. 100.
[11]. La provincia de Salta, por
ejemplo, expresó su gratitud mediante una ley de homenaje a Rosas del 14
de abril de 1836, en cuyos considerado dice:..3º) Que la ley de aduana
expedida en la provincia de su mando consulta muy principalmente el
fomento de la industria territorial de las del interior de la
República….
Tucumán siguió la misma huella y el 20
de abril del mismo año, dictó una ley similar: ‘Considerando que
impelido de sentimientos en tal alto grado nacionales y filantrópicos,
ha destruido ese erróneo sistema económico que había hundido a la
República en la miseria, anonadado a la agricultura y a la industria;
con lo que ha abierto canales de prosperidad y riqueza.”
Catamarca, por ley del 17 de agosto de
1836, decía: ‘Considerando…que la ley de Aduanas…refluye poderosamente
en el aumento de la industria territorial de la República…”. ROSA, José
María, Defensa y pérdida de nuestra independencia económica, citado por
TRIAS, Vivian, Juan Manuel de Rosas, Op..Cit., Págs. 102 y 103.
[12]. JAURETCHE, Arturo, El medio pelo
en la sociedad argentina, apuntes para una sociología nacional, Buenos
Aires, Ed. Peña Lillo, 1984, págs. 36 y 37.
[13]. Algunos historiadores argentinos,
críticos de Rosas, contraponen su figura a la de Artigas y los
posteriores caudillos de las provincias del interior de la Argentina.
Esa postura crítica, afirma que Rosas era un representante de los
intereses de Buenos Aires, un unitario disfrazado de federal, y que, por
eso, no procedió a nacionalizar la Renta de la Aduana. Al respecto de
ese debate, que consiste en oponer las figuras de los caudillos
federales del interior a la de Rosas, Arturo Jauretche contesta, como ya
apuntásemos, que el valor de los hechos es superior al de las
ideologías y que, en la práctica, Rosas protegió, en `particular desde
las ley de Aduanas de 1835, el comercio y la industria nacionales. Estas
razones fácticas, terminan, además, dejando en evidencia que
contraponer la figura de Artigas a la de Rosas no sólo es falaz, sino
tendencioso. Lejos de oponerse a la figura y política de Artigas, Don
Juan Manuel de Rosas fue, en la práctica y dentro del marco de las
circunstancias históricas en que se desarrolló su gobierno, su más fiel
continuador.
[14]. Para poder evaluar, entonces, el
peso político del contrincante que tuvo que enfrentar Juan Manuel de
Rosas, en su política de Insubordinación, es preciso, al menos,
realizar una apretada síntesis de la biografía política de Lord
Palmerston: tras acceder al Parlamento en 1807, ocupó su primera
cartera, como Ministro de Guerra, cuando apenas tenía 25 años, en el
difícil año de 1809, en que Inglaterra estaba empeñada en una guerra
total contra la Francia napoleónica. Lord Palmerston, salvo durante un
breve lapso de tiempo -entre 1834 y 1835- continuó, de modo
interrumpido, integrando todos y cada uno de los gabinetes
gubernamentales, hasta 1869. Siempre, sea desde Ministerio de Guerra o,
desde el Foreing Office, o, más adelante, desde el Ministerio del
Interior, participó en la política colonial británica durante la época
más esplendorosa del Imperio. Desde el Partido Conservador, al
principio, y dentro de los gabinetes Whig, a partir de 1830, desplegó
una intensa actividad diplomática que llevó al Reino Unido a intervenir
en buena parte de los conflictos desarrollados en todo el sistema
internacional. Así, participó en la creación de la Cuádruple Alianza,
entre el Reino Unido, Francia, España, y Portugal (1834), orquestó la
Convención de los Estrechos (1841), mediante la cual consiguió
consolidar la influencia británica en Egipto, debilitó la francesa y
confinó al Imperio Ruso en las costas del Mar Negro, y fue un elemento
decisivo en el estallido y el desarrollo de la Guerra del Opio con
China, conflicto con el que se obtuvo la apertura de los puertos chinos
al comercio internacional. En uno de los momentos más críticos del
Imperio inglés, como durante la Guerra de Crimea, fue nombrado Primer
Ministro. Controló a las colonias con mano de hierro y sin concesiones.
Por último, digamos que fue Lord Palmerston, quien ordenó la represión
brutal de los cipayos de la India, alzados en armas, en 1857 y 1858.
[15]. TRIAS, Vivian, Juan Manuel de Rosas, Op. Cit., p 107.
[16] .Ibíd., p. 104.
[17]. Ibíd., p. 104.
[18]..Los objetivos de la política
exterior inglesa consistían en: 1) Asegurar en la Cuenca del Plata un
mercado para sus exportaciones y para sus créditos e inversiones. 2)
Abrir la navegación de los ríos interiores. 3) Crear un nuevo estado
tapón conformado por las provincias de Entre Ríos, Corrientes y
Misiones. Al respecto ver, TRIAS, Vivian, Juan Manuel de Rosas, Op.Cit.,
Págs. 186 y 187.
[19]. “La jabonería de Larroudé, las
fábricas de dulces de Noel y Lasalle, los astilleros de Juan Berisso,
la fábrica de tejas y cerámicas de Ayerza, las primeras fundiciones y
talleres mecánicos de José Solari, las fábricas industrializadoras de
carne de Jerónimo Rocca y Juan Repetto, de productos de droguería de
Demarchi y Cranwell, etc., son precursores de la industria nacional.
Existe un cabotaje nacional en franco tren de extenderse al comercio
ultramarino…Una sólida estructura bancaria oficial asegura el
desarrollo, los inmigrantes fluyen de a miles y hasta los primeros
proyectos ferroviarios con capitales nacionales datan de esa época. La
fabricación de azúcar con sus ingenios, funciona en el Tucumán, los
alcoholes en Cuyo y provincias del Noroeste, la industria y artesanía
del vestido en las provincias del Centro, la industrialización del
tabaco en las provincias del Norte, la de yerba en Misiones y
Corrientes, la construcción de carretas, balandras, o sea el rodado de
la época , procedía del Litoral, Mendoza y Tucumán, carpintería de
ribera para la fabricación de buques de cabotaje las había en Corrientes
y Buenos Aires. En la Capital de la Confederación había 106 fábricas
montadas entre ellas dos fundiciones, una de molinos de viento, una de
tafiletes…”. SULE, Jorge Oscar, Los heterodoxos del ’80, Buenos
Aires, Ed. Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas
de General San Martín, 2008, p. 57.
[20]. TRIAS, Vivian, Juan Manuel de Rosas, Op.Cit., p. 234.
[21]. TRIAS, Vivian, Juan Manuel de Rosas, Op .Cit., p. 232.
[22] .Ibíd., p. 233.
[23] .Ibíd., p. 233.
[24]. Sintetizando la causa profunda de la derrota de la Insubordinación Fundante que, encabezaba Rosas, Vivían Trías sostiene: “La
Confederación (Argentina) vivía, al promediar el siglo XIX, una
encrucijada. O tomaba el atajo de la entrega, del estatuto colonial, o
se enfrentaba con la tarea gigantesca y revolucionaria de destruirlo y
sustituirlo por un nuevo orden basado en el nacionalismo económico y la
soberanía popular.” La clase dominante optó, naturalmente, por lo primero y Urquiza lo expresó admirablemente.
Rosas pareció optar por lo segundo, pero se quedó a medio camino;
obstruyó las pretensiones colonizadoras de los Imperios, pero no cumplió
los objetivos de respaldar su política de independencia y soberanía con
nuevas estructuras económico-sociales esbozadas en algunas de sus
soluciones del segundo gobierno. Rosas no entendió cabalmente la
relación que había entre soberanía y poder popular y entre éste y la
expropiación del latifundio y la industrialización contra viento y
marea.” Sin embargo, para otros autores como Jorge Sulé, las
medidas económicas de Rosas habían sido exitosas pues éstas habían
creado las condiciones capitalistas de un desarrollo autónomo “Esta
afirmación –sostiene Sulé- parece coincidir con los archivos del Foreign
Office cuyos documentos fueron utilizados por el historiador canadiense
H. A. Ferns radicado en Inglaterra para escribir el libro Britain and
Argentina in the Nineteenth Century en cuyo estudio llega a la siguiente
conclusión: ‘La sociedad urbana y mercantil que surgió después de
la caída de Rosas hubiese podido seguir el camino de Estados Unidos
después de la guerra civil, si no hubiese existido una presión
extranjera en favor de los terratenientes”. SULE, Jorge Oscar, Op. Cit., p. 58.
[25]. GALVEZ, Manuel, Vida de Sarmiento. El hombre de autoridad. Buenos Aires, Emecé Editores, 1945, p.662.
[26]. JAURETCHE, Arturo, Ejército y Política, Op. Cit., Págs. 54 y 58.
[27]. Ibíd., pág. 63.
[28]. TRIAS, Vivian, Juan Manuel de Rosas, Op.Cit., pág. 264.
[29]. JAURETCHE, Arturo, Política Nacional y Revisionismo histórico, Op. Cit. pág 71
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