Homero murió cuando su hijo tenía 17 años, y desde entonces Acho dedicó sus esfuerzos a mantener viva la memoria de su padre. En 1954 le compuso un poema que años más tarde, con música de su amigo el Tata Cedrón, se convertiría en un tango, titulado justamente Padre: Si ayer tan sólo fuiste, un gigante bueno y triste.../Qué garras despiadadas te arrancaron de mí./ Te fuiste en un instante que mi alma te alcanzaba.../ Y te necesitaba para poder seguir./ Recuerdo el día triste, más triste que ninguno.../ Me llamaste a tu lado para decirme adiós./ Pusiste en mis manos, tu nombre con mi nombre.../ Me hablaste de hombre a hombre, detrás de un lagrimón./Padre que me ha abandonado/ Y que el tiempo ha llevado/Muy lejos de mí.../ Te necesito a mi lado,/ Preciso el consejo/ Que nunca te oí.../ Sé que serías mi amigo,/ Y más dulce testigo/ De lo que viví.../ Sé que preciso tu mano,/ En el largo camino/ Que se abre ante mí.../ Tus manos se hacen largas, tus ojos se hacen sombra.../ Y nunca claudicaste tu forma de vivir./ A veces me sorprende la gente que te nombra.../ Nunca te resignaste por tener que partir./ Tus horas son mis horas, son parte del destino.../ Tu lucha sin banderas me ha dejado un confín,/ De gente que te escucha, de juventud, de amigos/ De un mundo sin olvido, de un mundo para mí...
Poeta, tuerca, inventor, sobreviviente de un cáncer y radioaficionado
nacido en Boedo, vivió en el barrio de Sur, calle Garay 3471 y luego se
mudó dos cuadras, a la calle Oro, para
estar cerca del hipódromo de Palermo...
Homero Luis Manzione pasó mas de tres lustros en
los Estados Unidos, aligerado del titulo de "Acho Manzi, el hijo de Homero
Manzi, el autor de Sur" con el
que todo porteño que se precie siente la necesidad de identificarlo en la vida
publica, en el café o en el banco.
Cuando era un fornido jovencito de bachillerato,
escoltó más de una vez a su padre -debilitado por el cáncer- a estudios de
filmación y salas de conferencia. Actividades que el poeta parecía multiplicar
desesperadamente, apremiado por el acecho de la muerte. Tenía diecisiete años
aquel día de 1951 en que Homero, el robusto Barbeta, demacrado hasta lo
irreconocible, dejó de vivir.
La primera y única colaboración de Acho como músico
con su padre es el tango El último
organito (cuya autoría, repetidamente discutida y atribuida
alternativamente a Nelly Omar y a Aníbal Troilo, ratifica)
Algunos años más tarde, en los '60, pleno imperio
del Club del Clan, Manzi hijo logró asomar como autor de tangos, de los que
solían destacarse sus rasgos “de actualidad”, en especial con una serie de
obras como letrista en colaboración con el músico Roberto Pansera. Después,
huyéndole al peso de ser el hijo de Homero Manzi, prefirió el anonimato de una
vida aventurera en los Estados Unidos. Lejos, se guardó los recuerdos de la
vida y de la época del viejo - que en su memoria tienen el encanto y también la
vaguedad de la infancia -, y el sueño de
ser poeta.
Pero la experiencia de enfrentar él mismo un diagnóstico de cáncer cambió definitivamente sus planes. Ahora se reparte entre la recopilación de la obra integral de Homero, el desarrollo de su propia obra como letrista en colaboración con el músico Juan Tata Cederrón, y la organización de su regreso. Acho revivió paso por paso, mentalmente, todo el proceso de la enfermedad de su padre, que empezó a sus 14 años. Eso fue muy doloroso para él. Aunque durante buena parte de ese tiempo estuvo pupilo en el colegio San José, los fines de semana se quedaba en su casa. Él veía salir a su madre en silencio del dormitorio, con las bandejas de las curaciones, y a él, seguramente esas imágenes no se le borran.
Cuando le dieron su diagnostico, lo tomó de tal manera que decidió irse a curar solo. Unos amigos que se iban a España le dejaron una casa enorme en California, en medio del campo. Se llevó sus muebles y su computadora y se puso a pasar los poemas del viejo. Entró en un espinal descendente, buscando un lugar donde hacer pié. Empezó a sentir síntomas físicos que no le gustaban nada. Pero no estaba en absoluto decidido a tratarse hasta que conoció a Silvia, una licenciada en letras radicada allá, que estaba investigando sobre temas de tango. Se hicieron amigos, y para él fue un encuentro mágico. Ella lo convenció de la necesidad de hacerlo entender
Sobre los vidrios de las ventanas del bar que ocupa
la esquina de San Juan y Boedo, luce cuidadosamente pintado el nombre Homero
Manzi. El más clásico retrato del autor de Sur, a gran escala, sonríe desde la
pared. La búsqueda de parecidos no ofrece obstáculos: Acho tiene la misma
barba, su mirada, su nariz. Y la misma sonrisa de la foto cuando sentencia:
"Tengo claro que elegí el camino más tortuoso. El camino de escribir siendo
el hijo de un monstruo de los tangos".
En algunos de los reportajes hechos a Acho Manzi, él ha narrado
anécdotas vividas junto a su padre; a continuación destacaremos algunas de las
mismas:
-"En los primeros tiempos escribía sus
trabajos en una vieja máquina Royal que luego cambió por una Underwood,
relativamente portátil, con su caja negra. Pero en sus viajes usaba una
portátil marca Hermes. En esquina, frente a la florería de Pablito, que quedaba
en la esquina de avenida Alvear, lo esperaba el taxi de Manolo, un doble faetón
Plymouth".
-"El
viejo siempre tenía buen humor y en el barrio todo el mundo lo conocía; era una
época en que muy pocos porteños gastaban
barba y su estampa se había hecho popular porque hablaba con todo el mundo
desde el balcón. Al diariero le gritaba '¡Señor periodista! Traeme tal o cual
revista'. Le hacía bromas al fiambrero, Manuel Fiorito, a quien él llamaba
Manuel Guapí, porque le había contado que había viajado a Bariloche y en lugar
de mencionar el lago Nahuel Huapi decía que le había impresionado el lago
Manuel Guapí. Era amigo de Luis Angiorama, el tintorero, al que también le
hablaba desde el balcón. Tampoco le gustaba ir a la peluquería, al principio se
hacía cortar el pelo por nuestro portero y después venía una vez por semana
Ricardo, que era un peluquero que tenía el negocio, con venta de lotería. El
Viejo era Genial."
-"Le gustaba ir al Hipódromo. En las carreras
a veces perdía todo: un día volvió sin el auto".
Existe una anécdota narrada por Acho, relativa a
los versos para una payada dedicada a Perón, que Homero redactó a pedido de
Hugo del Carril, quien cantaría en un almuerzo que se llevó a cabo en la
residencia presidencial. -"Hugo le preguntó por teléfono qué podía cantar
y el viejo le preparó una letra de payada. Una hora después me pidió que se la
alcanzara a Hugo hasta su casa, que quedaba en la esquina de la nuestra".
-"Al mismo almuerzo, pero más tarde llegó
Evita. Enterada de la payada le preguntó a Hugo quien la había escrito. Al
enterarse de que había sido 'El Barba', le dijo sonriente: ¡Dígale a Manzi que
si no me escribe una a mí, me voy a enojar!. Así nació la segunda payada, esta
vez dedicada a Eva Duarte".
-"Mi padre ingresó al Instituto del Diagnóstico
para ser operado por segunda vez por el doctor Abel Canínico. Estaba en el
primer piso del edificio, en plena recuperación. En esos días entró Eva Duarte
para ser atendida, alojándose en el segundo piso del mismo sanatorio. Homero
hizo comprar una cadena de oro con una medalla de la Virgen y escribió una nota
donde decía que se la enviaban las enfermeras del primer piso. Las enfermeras
le pidieron a mi abuela Ángela que ella se la entregase a Eva. Evita no creyó
que fuera un regalo de las enfermeras, y le dijo a mi abuela '¡Dígale a su hijo
que muchas gracias!'".
El hijo de Manzi, Acho, contó que un día había
sorprendido a su padre, mirando en el espejo su rostro demacrado mientras
decía: "¡Y pensar, Barbeta, que te vas a morir!
-"En la última operación de médula espinal,
realizada a propuesta de Matera para quitarle los dolores, Manzi pidió que
retrasaran su paso al quirófano, porque tenía un dato en la segunda carrera de
San Isidro y no se lo quería perder".
-"Tenía unos dolores espantosos y cuando estaba
en casa, alguna vez tuve que ponerle yo mismo una inyección de calmantes,
porque no se podía esperar a que llegara la enfermera. Pero en cuanto le hacía
un poco de efecto se ponía a trabajar de nuevo”
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