Por Armando Luchina
“Tenían
como única misión lograr y mantener la hegemonía económica de la
metrópoli.” Señalaba el historiador José María Rosa, refiriéndose a Gran
Bretaña.
Por
su parte el ingeniero Horacio Giberti en el “Desarrollo agrario
argentino” indicaba las razones del tendido de las redes ferroviarias:
“Como la producción agropecuaria argentina se orientaba fundamentalmente
hacia la exportación, los rieles que cual abanico recorrían la pampa en
su busca, convergían hacia los puertos, en especial el de Buenos
Aires.”
El
presente trabajo, no pretende
ser más que pequeñas apostillas que recuerden y salven del olvido los
hechos y las grandezas y miserias de hombres que fueron parte de una
historia jalonada de traiciones y entregas.
La organización nacional. La entrega del país
El
20 de febrero de 1852 los batallones brasileños triunfantes en la
batalla de Caseros, desfilan por la calle Florida. La traición de
Urquiza se había consumado y comenzaba el reparto y la entrega del país
bajo las banderas del librecambio y el progreso. Es
el librecambio que permite a Inglaterra inundar el Río de la Plata con
su producción industrial que se hizo imparable con la irrupción de la
máquina a vapor. “A
partir de 1853 la historia argentina es la historia de la penetración
económica inglesa”, señalaba el historiador José María Rosa. Pero
aún faltaba la segunda traición de Urquiza durante la batalla que se
había realizado en las cercanías del arroyo Pavón en los pagos de
Pergamino el 6 de septiembre de 1861. Mitre,
desbandada su caballería y con su infantería a punto de ser diezmada,
se refugia en una estancia donde es intimado a rendirse. Urquiza con su
famosa caballería y lanceros sólo debía arrasar los restos del ejército
porteño para asegurarse la victoria. En vez de eso, volvió grupas y se
alejo al trote del campo de batalla, dejándole el triunfo a Mitre.
La batalla de Pavón marca el inicio de la organización nacional que da origen al Estado argentino. Los ferrocarriles se construyeron mucho después de Caseros y la historia oficial le adjudicó el progreso material del país, sin embargo el historiador José María Rosa señalaba que en los países coloniales “tenían como única misión lograr y mantener la hegemonía económica de la metrópoli.”, y en verdad el ferrocarril con su política de fletes imponía el monocultivo provincial, creaba “industrias” complementarias de las necesidades inglesas y mundiales y destruía la economía protegida basada en el sistema virreinal., desde 1835. El dominio de la banca inglesa sobre las economías de los países fue total. Perú, Chile, Bolivia (que pierde su salida al mar por una guerra instigada por Inglaterra), Brasil, Paraguay, Argentina y Uruguay sucumben una tras otra, atenazadas por empréstitos de la banca inglesa (especialmente la Rotschild y la Baring Brothers) que terminan ahogando sus finanzas. Por su parte los historiadores Ortega Peña y Duhalde son aún más drásticos, “Al comenzar la década del 60, Inglaterra intentó apoderarse, definitivamente, del continente americano”. “El sistema financiero-industrial de Inglaterra dio un golpe magistral contra América del Sur en la década de 1860 – 1870”.
El primer ferrocarril. La Porteña
El
Ferro-carril Provincial había sido fundado en 1854, siendo el primero
que funcionó en el país. El viaje inaugural se realizó el 29 de agosto
de 1857, cuando “La Porteña” hizo el recorrido entre la plaza o estación
del Parque (donde hoy se halla el teatro Colón), y La Floresta, en
Miserere. Perteneció 28 años a la provincia de Buenos Aires y en 1890 se
vendió a la empresa “The Buenos Ayres Western Railway Ltd.” de Londres,
que se constituyó más tarde como el Ferrocarril Oeste. En
1862 la sociedad Ferrocarril de Buenos Aires y San Fernando se hace
cargo de la concesión para establecer una línea que una la capital
bonaerense y San Fernando. La línea pasó a llamarse Ferrocarril del
Norte de Buenos Aires.
También
se hallaba la línea Ferrocarril de Buenos Aires a la Boca &
Ensenada que circulaba por el Bajo del Sur. Estas dos empresas crearon
una terminal común: la Estación Central, levantada en el Paseo de Julio y
Piedad (Leandro Alem y B. Mitre). En 1897 un incendio la destruye y
deja de utilizarse. En
1860 en la zona de Retiro existía un servicio de transporte: el tranvía
de caballos o tranway. En la ciudad había dos de esos servicios. Uno
dependía del Ferrocarril del Sud que iba desde la plaza de Monserrat
hasta la de Constitución, y la otra iba desde el Paseo de Julio (Leandro
Alem) y Rivadavia hasta la primitiva terminal del Ferrocarril a San
Fernando o del Norte, que era un galpón en la esquina de Avda.
Libertador y Avda. Ramos Mejía.
Casi
como una premonición de lo que sobrevendría y continuaría aún en
nuestros días, el 26 de febrero de 1867 José María Roxas y Patrón, le
escribía a Juan Manuel de Rosas, que el equilibrio de los dos mundos
(América y Europa) era el problema más grande y que “sería una
desgracia, un verdadero crimen dejar por herencia a las generaciones
venideras; otra edad media, de dos o tres siglos de desorden e
infortunios; en lugar de ocuparse en equilibrar el poder, las
subsistencias, y los mercados para el expendio de los productos de la
naturaleza y la industria, de los dos mundos”
Scalabrini
Ortiz señalaba que apenas ingresaron al Paraguay vencido, lo primero
que hicieron fue dinamitar los altos hornos. Se repartieron las tierras y
los bienes y se transfirieron los ferrocarriles a una compañía inglesa.
Y agregaba “Después la diplomacia inglesa se dio a la tarea de ir
borrando las huellas de su intervención. Los rastros, se eliminaron. Los
documentos se extraviaron o se expurgaron. Un incendio destruyó parte
del archivo del general Mitre”.
La
banca Baring Brothers, una vez terminada la guerra de la Triple Alianza
encadena las finanzas argentinas con sus empréstitos y liquida las
posibilidades económicas provinciales con los ferrocarriles. “El
Ferrocarril de Córdoba será un gran auxilio para las plantaciones de
algodón en el norte del país”, señalaba Juan Bautista Alberdi, agregando
que el Sr. Wheelwrigth se hallaba en Londres buscando capitales para la
construcción de la línea férrea. El interés de Alberdi coincidía
plenamente con las necesidades de Inglaterra de conseguir nuevas
plantaciones de algodón, que en esos momentos la principal materia prima
en el comercio internacional. Y
el ferrocarril iba a ser el auxilio para el transporte de la materia
prima. El gran imperio cerraba así el circuito económico como una gran
tenaza sobre el país: conseguía los terrenos para las plantaciones de
algodón que requería su industria, daba empréstitos para tender las
líneas férreas, que serían inglesas y cobrarían su flete sobre el
transporte, y transportaría en las líneas marítimas de su propiedad y
cobraría el flete.El
16 de marzo de 1863 se suscribe el contrato por el cual se otorgaba a
la Cía. Del Ferrocarril Central Argentino (constituida en Londres) la
concesión para la construcción de un ferrocarril que uniera las ciudades
de Rosario y Córdoba. Pero
debido a la crisis del algodón, Inglaterra también busca sustitutos
para alimentar el proceso manufacturero de sus fábricas textiles. La
lana comienza a ser un nuevo objetivo para la industria inglesa.
Es
así como la producción del ganado ovino en nuestro país comienza a
destronar la del ganado vacuno en forma abrumadora. Horacio Giberti en
el “Desarrollo agrario argentino”, refiere que “A partir de la mitad del
siglo XIX la cría de merinos, cuyo valor por la producción de carne
(aprovechada en las graserías) superaba los ingresos del vacuno. Este,
por otra parte, se debatía con poco porvenir contra el declinante
consumo de tasajo, privado de consumidores por la liberación progresiva
de los esclavos”. No debemos olvidar que los esclavos en nuestro país,
recién por ley del año 1853 son declarados libres.
La
cría de ovinos de calidad, trajo aparejado la instalación del
alambrado. Que luego se extendió a las zonas de agricultura, para
proteger los cultivos de la voracidad del ganado. Se comenzaron a
aprovechar campos que no poseían aguadas instalando primero el jagüel y
luego los molinos, que permite por primera vez explotar los campos altos
que por falta de agua nunca se habían utilizado. El campo cambia su
fisonomía, alambrados, molinos y líneas ferroviarias comienzan a ser una
parte común de su paisaje.
Otro
cambio en la explotación ganadera se produce en el año 1883 con la
instalación del primer frigorífico. El rubro carnes en las exportaciones
argentinas, que hasta entonces era insignificante se convierte en uno
de los más importantes.
La
importancia de los frigoríficos y los granos obligaba a la expansión de
las líneas ferroviarias. Al principio de 1900 eran 16.500 km, diez años
después 28.000 y en 1920 casi 34.000. “Como la producción agropecuaria
argentina se orientaba fundamentalmente hacia la exportación, los rieles
que cual abanico recorrían la pampa en su busca, convergían hacia los
puertos, en especial el de Buenos Aires.”. La carestía del flete
ferroviario para los productos agrícolas, en relación a las tarifas
fluviales y marítimas, obligaba a embarcarlos por los muelles más
cercanos a los campos cultivados y no en las redes troncales que iban a
Bs. As. Así
comienzan a tomar importancia los muelles de Rosario sobre el Paraná, y
los de Ensenada, Bahía Blanca y otros sobre la costa bonaerense. El
puerto de Rosario al igual que el de Buenos Aires, se convirtió en el
colector de toda la zona agrícola circundante y el ferrocarril tuvo una
importancia fundamental en la estructura de la región. El
aumento de las exportaciones obliga a construir instalaciones
portuarias en Buenos Aires. A falta de un puerto de aguas profundas, el
desembarco debía realizarse a través de carretas de ruedas inmensas que
se internaban en las aguas o en pequeñas embarcaciones o botes.
En
1876, siguiendo el plan del ingeniero Luis A. Huergo, Buenos Aires
canaliza el Riachuelo y se construyen muelles en sus riberas, para la
creación de un puerto aguas profundas a lo largo del Riachuelo. “En 1883
un gran trasatlántico, el L’Italia, amarro en las nuevas instalaciones.
Pero hacía 1885 los trabajos de Huergo languidecieron por falta de
apoyo político. Triunfaba la propuesta de Madero que tenía mejores
conexiones políticas y el apoyo de capitalistas e ingenieros británicos.
En marzo de 1886 el Poder Ejecutivo Nacional aprobó sus planos y, en
medio de n gran escándalo periodístico y parlamentario, se iniciaron los
trabajos del puerto frente mismo a Plaza de Mayo”. El 1901 la empresa “Molinos Harineros y Elevadores de Granos S.A.” construye elevadores y molinos en los terrenos del puerto.
Al
poco tiempo las instalaciones resultaron insuficientes y en 1907 se
iniciaron los estudios para la construcción de un “puerto nuevo” que se
terminaría en 1927.
En 1879 por el Bajo pasan las vías ferroviarias que nacen en la Estación Central, ubicada en el Paseo de Julio (Leandro Alem) y Piedad (Bartolomé Mitre). La costa estaba tan cerca del Paseo de Julio que a la altura de la calle Paraguay aparece el muelle de Las Catalinas que se había construido apenas unos años antes. En esa época se podía ir a caballo desde el Once de Septiembre a Retiro, cortando camino por las quintas. Estas quintas habían sido construidas por las familias que habían abandonado la zona de Plaza de Mayo por la epidemia de fiebre amarilla ocurrida en 1871. Lo mismo había ocurrido en nuestro partido de Lanús donde numerosas familias se radicaron por el mismo motivo.
El ferrocarril, instrumento de la dependencia económica
Antes
de la aparición del ferrocarril, había un activo comercio con Europa a
través del puerto de Buenos Aires, donde se concentraba todo el comercio
“entonces resultaba fácil concentrar en él los productos de
exportación, pues el ganado se transportaba solo. Lanas y frigoríficos,
en cambio, poco armonizan con el sistema de arreos; se impone facilitar
el transporte y surge entonces el ferrocarril. Influido por la
estructura económica de la época, adopta pronto la forma de abanico
convergente al puerto de Buenos Aires” señalaba H. Giberti en la obra
citada. Este
gran abanico o embudo como dirían otros autores, concentraban las
cosechas en el puerto. Los ferrocarriles transportaban el 80 por ciento
de la producción triguera y el 50 por ciento de la maicera. El
trazado radial de los ferrocarriles destruyó las viejas rutas del
comercio entre las provincias. Todo el noroeste sufrió la caída de su
producción. Salvo Mendoza, La Rioja y San Juan donde el ferrocarril
impulsó la explotación vitivinícola pero también gracias al amparo de la
ley de protección a la industria del vino. También Tucumán, se
benefició con el ferrocarril que contribuyó al boom azucarero, asistido
por la ley de protección del año 1876 que el gobierno dictó gravando la
importación del producto. Fue tan imponente el desarrollo azucarero (en
diez años, a partir de 1890, de una producción de 8.000 toneladas
anuales se pasó a 100.000 toneladas) y con él la necesidad de mano de
obra que en poco tiempo duplicó su población mientras que las provincias
de Santiago del Estero, Catamarca y La Rioja se quedaron casi sin
población campesina. Santa Fe también con su economía en expansión pasó de 89.000 a 397.000 habitantes. El
modelo agroexportador requería que las economías regionales no fueran
competitivas con las de la pampa húmeda y las provincias se constituyen
en monoproductora. Por ejemplo en el Noroeste, especialmente en Tucumán,
el desarrollo azucarero se produjo eliminando cultivos tradicionales
como el maíz que se producía en la zona de influencia del puerto de
Buenos Aires.
“La
llegada del ferrocarril, el crédito oficial barato y la protección
estatal diseñan, de común acuerdo con las burguesías locales, verdaderos
modelos de economía regionales de monoproducción”. “El
ferrocarril fue entre nosotros, un hábil instrumento de dependencia
económica, regulando a voluntad la producción argentina.”, denunciaba
Scalabrini Ortíz y daba como un dato que marcaba la influencia del
ferrocarril en la economía de las regiones que al descubrirse petróleo
en la provincia de Jujuy (entonces llamado “kerosene”), la red de
ferrocarriles británicos se encargó de aislarla, evitando su
explotación. La población usaba el petróleo y el betún que se
encontraban en la superficie de ciertos terrenos en la construcción de
techos y pisos y más tarde en el alumbrado público. En
Mendoza ocurría otro tanto, el ingeniero alemán Carlos Fader había
formado la Compañía Mendocina Exploradora del Petróleo, que vendía el
producto a la Compañía Mendocina de Gas, a la de Uspallata y a la de Río
Cuarto y al ferrocarril Gran Oeste. “El sabotaje comercial de los
ferrocarriles elevaron las tarifas que cobraban a la compañía a fin de
que el petróleo no pudiera competir con el carbón importado de Gran
Bretaña”. El
Ferrocarril Central Argentino que unía Rosario con Córdoba tenía el
derecho, según la cláusula N° 7 del contrato, de “extender hacia la
cordillera de los Andes, usando de aquella ruta que se encuentre más
favorable.”, sin embargo nunca usó ese derecho. Posiblemente se hayan
desalentado.
El
ferrocarril devoraba todo a su paso, las economías giraban alrededor de
él. Los pueblos podían convertirse en florecientes ciudades o en
pueblos fantasmas según su recorrido. Las máquinas de vapor de los
ferrocarriles Oeste y Andino devoraron también los árboles de los
bosques de la Pampa seca. Los bosques de quebracho del Chaco santiagueño
sirvieron como postes y durmientes y también ardieron en las calderas
del “caballo de hierro”.
En
el Gran Chaco Argentino se produce la explotación forestal del
quebracho para la extracción del tanino. En el Chaco santafesino asienta
sus reales la tristemente conocida “The Forestal Land, Timber Railways
and Co. Ltd.”
Empréstitos: el arma oculta de la Banca inglesa Consorcios
extranjeros se hicieron dueños a perpetuidad de los servicios públicos a
través de concesiones, que J. M. Rosa las denominó “donaciones”. Salvo
el Ferrocarril Sur y algunos provinciales, la mayoría de los
ferrocarriles se debían a la iniciativa del Estado o de particulares
argentinos. Las que daban ganancia se las concesionaba a empresas
extranjeras. Así sucedió con la línea del Central Córdoba y el Andino
(que más tarde se transformaría en el ferrocarril Pacífico).El
déficit de la balanza de pago obligó al Estado a suscribir empréstitos,
enajenar los ferrocarriles, las tierras y otros bienes nacionales. En
1870 se contrata un empréstito con la casa Murieta y Cía. de Londres
por 30 millones para destinarlo a la prolongación del ferrocarril a
Tucumán y el ramal a Cuyo. Sin embargo se destina a cubrir las deudas de
la guerra de Paraguay y las de la guerra de Entre Ríos que fue más
costosa que aquella. Los
empréstitos terminaban siendo utilizados para imponer por la fuerza la
política económica de la llamada “Organización Nacional”.
La deuda externa Los
servicios de esa deuda y las garantías ferroviarias, comenzaron a
consumir las reservas de oro del Estado. En 1874 durante el gobierno de
Avellaneda las reservas que la Nación tenían en el Banco Provincia se
agotan. Las
amortizaciones e intereses de la deuda externa que representaban el 25%
del presupuesto en 1870, ascendieron al 50% en 1876. En
mayo de ese año Avellaneda inaugura el Congreso con esta frase: “Hay
dos millones de argentinos que ahorrarán hasta sobre su hambre y su sed
para responder, en una situación suprema,, a los compromisos de nuestra
fe pública en los mercados extranjeros”. Y no era sólo una frase: los
sueldos y pensiones se rebajan un 25%, se suspende la obra pública y se
atrasan seis meses el sueldo de los empleados. El presupuesto de 17
millones de pesos dispone de 8,5 millones (¡la mitad del presupuesto!)
para el pago de la deuda externa. Se decreta el curso forzoso nacional y
el Banco Argentino quiebra. La
expansión ferroviario fue espectacular, de 2.500 kms. de vías que
existían en 1880 se pasó a 9.500 en 1890. Las concesiones otorgadas
entre 1886 y 1889 alcanzaban 26.000 kms, aunque en realidad se
construyeron mucho menos. El Estado para estimular los capitales en la
inversión de nuevas líneas otorgaba a los concesionarios “ganancias
garantidas” del 7 por ciento sobre el capital invertido y otorgándoles
gratuitamente las tierras adyacentes a las vías. En la década del
ochenta redujo esa garantía al 5 por ciento y no se siguió regalando las
tierras aledañas al tendido.
“Una
parte de estas concesiones se otorgó como recompensa por favores
políticos. Los concesionarios lograron tramos paralelos a líneas ya en
operación, o lograron los tramos siguientes a las puntas de rieles ya
concedidas” (...) la verdadera intención de los concesionarios al
obtener la licitación de esos tramos no era explotarlos, sino venderlos a
las empresas británicas ya establecidas, según señala el economista
Eduardo Zalduendo en “La Argentina de los ochenta al centenario”. El
Estado Nacional tenía el Ferrocarril Central Norte que unía Córdoba con
Tucumán y de un ramal en Villa María y un tramo en Entre Ríos y el
Ferrocarril Andino. Este último fue construido por el Estado, debido a
que el concesionario Juan Clark renunció en 1881, llegaba a Mendoza y
luego a San Juan, con un recorrido de 500 kms. El presidente Roca en uno
de sus mensajes dijo al respecto que era “la vía más barata y mejor
construida de la República”, pero además aporta ganancias, 5 años
después aporta un millón de pesos a las Rentas Generales de la Nación.El
Ferrocarril Central Norte le costó la Estado la enorme suma de 2,8
millones de libras esterlinas, pero a partir de 1882, comienza a dar
ganancias, autofinancia a dos de sus ramales y se extiende a Salta.
La
provincia de Bs. As. poseía el Ferrocarril del Oeste que unía la
Capital Federal con Luján y de allí dos ramales, uno a Arrecife y otro a
9 de Julio. El resto de las líneas férreas pertenecía a seis compañías
británicas, tres de las cuales gozaban de “ganancias garantidas”.
Ferrocarril del Sud que llegaba a Tandil y Azul y Ferrocarril Central
Argentino que unía Rosario con Córdoba. En
1883 el Ferrocarril Central Argentino comenzaba a dar ganancias y se
hablaba de una posible expropiación por parte del Estado. El diario La
Prensa, mostrando sus simpatías hacia Gran Bretaña y criticando la
expropiación como un acto de avaricia del Estado expresaba: “Hace 17
años la empresa del Central Argentino era considerada como aventura por
la mayor parte de los hombres ilustrados del país y solamente el osado
empresario, el benemérito Wheelwright, sustentaba la fe más profunda en
el éxito. (....) ¿Por qué no se expropió cuando no alcanzaba a servir
los intereses del capital?” Según el razonamiento de La Prensa, el
Estado sólo debía expropiar las empresa cuando presentaran quebrantos,
es decir para hacerse cargo de las pérdidas. En
1884 comienza la construcción del primer tramo del Ferrocarril de
Buenos Aires al Pacífico (Ferrocarril San Martín), entre Chacabuco y
Mercedes. Es el único ferrocarril que comenzó a construirse desde el
interior a la ciudad de Buenos Aires. El último tramo se hizo en 1888
con terminal en Palermo y de allí empalmaba a la Estación Central.
Cuando se produce el incendio en esta terminal, edificó al lado de la
estación del Ferrocarril Belgrano, un tinglado de chapas y madera. Las
terminales de los ferrocarriles se fueron construyendo en los mismos
lugares que antaño utilizaban las carretas para reunirse después de sus
largos viajes: Plaza Constitución para las líneas provenientes del sur,
Plaza Miserere para las llegadas del oeste y Plaza Retiro para las del
litoral y el norte.
Los ferrocarriles se venden El
presidente Juárez Celman en 1887, para hacerse de recursos que le
permitieran hacer frente a las deudas, vende a compañías británicas, las
tres líneas del Estado con el pretexto que el Estado es mal
administrador... aunque las líneas, tanto de la Nación como de la
Provincia de Buenos Aires eran un modelo de gestión comercial. A
los tres meses de asumir “se vende el Ferrocarril Andino... ¡al mismo
Clark que había renunciado a construirlo!. Y se le garantiza una
ganancia del 5 por ciento sobre los 12 millones de pesos oro que ha
pagado para adquirir la línea”. El
Central Norte se vende a una firma inglesa que luego la transfiere al
“Córdoba Central Railway”. Por su parte la provincia de Buenos Aires
vendió el Ferrocarril Oeste a un sindicato de compañías inglesas y se
pasó a llamar “New Western Railwail of Buenos Aires”. En
1890 la mayoría de los ferrocarriles eran ingleses. El Estado se haría
cargo solamente de aquellas líneas que atravesaban los lugares
inhóspitos, escasamente poblados. Es decir aquellas que no daban
ganancias y eran líneas de fomento para localidades perdidas. A
pesar de la venta de los ferrocarriles la deuda externa siguió
creciendo indeteniblemente. Hasta que en 1890 estalló la gran crisis.
“Prácticamente todos los bancos garantidos quebraron, incluido el Banco
Nacional, en tanto que el de la Provincia de Buenos Aires entraba en una
moratoria que perduraría por más de un decenio” a esto se sumaba los
efectos del crack financiero de la casa Baring Brothers que afectó aún
más nuestra crisis monetaria y fiscal. El presidente Juárez Celman,
desprestigiado además, por la implantación del estado de sitio a pesar
de haber conjurado una revolución cívica, renunció y se hizo cargo del
gobierno el vicepresidente Carlos Pellegrini. Impulsada
por el ferrocarril, se produce la expansión de la agricultura en toda
la región pampeana (Buenos Aires, centro sur de Santa Fe, Entre Ríos,
sudeste de Córdoba y La Pampa). La agricultura se asocia a la ganadería,
debido a la aparición de los frigoríficos que demandan ganado de alta
mestización que requieren pastos de calidad. Los saladeros son
desplazados del área de influencia de los frigoríficos. La agricultura
rota entre la producción agrícola y la ganadera
El país padecía una grave situación económica y el Tesoro estaba agotado. Victorino de la Plaza, fue delegado a Inglaterra para solicitar que no se le cortara el crédito. El capital inglés consiguió a cambio “aumentar la deuda pública del Estado, que era de 115 millones de pesos oro en 1885, a 427 millones en 1893. Consiguió, además, la posesión de 4.045 Kms de vías férreas que habían sido construidas por el gobierno nacional o las provincias en las zonas más fértiles y valiosas del país. Fueron: Ferrocarril de Córdoba Tucumán, con sus ramales a Catamarca. Ferrocarril de Buenos Aires a Trenque Lauquen, llamado del Oeste, 1.250 kms. Línea de Villa Mercedes a Villa Dolores, 145 kms. Y villa Mercedes a Mendoza y San Juan, llamada el Andino, 660 kms. Ferrocarril de la provincia de Santa Fe, de 800 kms. Ferrocarril de la provincia de Entre Ríos, de 605 kms.”. Pero además se le entregaron grandes extensiones de tierra, a 20 centavos la hectárea. “ el capital ferroviario inglés pasó de 93 millones oro en 1884, a 473 millones en 1893.” Al Estado sólo le quedaron las vías que pasaban por zonas desoladas. En el empréstito concedido había participado, como siempre, la banca Rothschild.
La
presidencia Dr. Saenz Peña, tampoco fue tranquila, debió soportar
injerencias en su gobierno y la revolución radical de 1893. En 1895
jaqueado su gobierno debió abandonar el poder. Según Palacios la razón
de la caída de Saenz Peña se debió a su decisión de “aclarar las cuentas
de los ferrocarriles ingleses”, para lo cual había nombrado una
comisión investigadora. Recién
en 1899 finaliza la crisis que comenzó en 1890. Roca crea la Caja de
Conversión con el propósito de convertir el peso papel en oro, a un
cambio de 0,44 de oro sellado por peso papel. El sistema dio resultado
durante años y marcó el inicio de un ciclo de prosperidad. En
1899 Emilio Civit, ministro de Roca se opuso a la fusión del
Ferrocarril Central Argentino con el de Buenos Aires y Rosario, que se
había concretado en Londres a espaldas del gobierno argentino. El
sur patagónico, mientras tanto, continuaba su problema de la falta de
comunicación y con sus economías regionales. En 1896 una noticia se
extiende por la región: El Ferrocarril del Sur extendería sus servicios
hacia el sur. “Razones
estratégicas habían urgido al gobierno a extender las líneas por el
sur: el tramo que llegaba a la confluencia del Limay con el Neuquen se
inauguró en 1901”.
Estación Retiro En
1897 al producirse el incendio de la Estación Central, las autoridades
impidieron por la fuerza su reconstrucción. La causa era que Puerto
Madero estaba habilitado y el movimiento ferroviario era un obstáculo
para el tránsito portuario, teniendo en cuenta la cantidad de líneas que
confluían en la terminal: Ferrocarril de la Provincia (Ferrocarril
Oeste), Ferrocarril del Norte, Ferrocarril de Buenos Aires a La Boca,
Ferrocarril de Buenos al Pacífico y las del Central Argentino. En
1908 el diario La Prensa, vocero incondicional de los intereses
británicos, decía desembozadamente: “Nuestra política ferroviaria tiene
como base la colaboración del capital privado extranjero. (...) Nuestro
desarrollo económico, nuestra civilización con más propiedad, estaría
hoy en un periodo embrionario sin ese concurso. Es elemental que para
propiciarnos, o necesitamos inspirarle plena confianza en la efectividad
de las garantías que comportan las concesiones en virtud de las cuales
se invierten caminos de hierro. No vendría con la espontaneidad que
viene, si existiese el peligro real de la competencia del Estado en las
mismas zonas que las empresas particulares colocan sus rieles”. El periódico no hacia otra cosa que reflejar el pensamiento de una clase oligárquica atada al imperialismo británico. A
principios del siglo XX se produce la “edad de oro del frigorífico”.
Debido a la presencia de aftosa se produce la interrupción de la
exportación de ganado en pie. El frigorífico se presenta entonces como
la única alternativa para el invernador de la pampa húmeda. En
1908 el frigorífico “La Blanca” que estaba instalado en el Riachuelo y
que había sido fundado por estancieros argentinos con el nombre de
“Société Anonyme de viandes Congelées”, se arruinó y se vendió a la
firma estadounidense Morris y Armour. En
1909 ya había voces que alertaban sobre el peligro de los monopolios y
se acusaba al “trust” de Chicago de determinar los precios de los
animales destinados a la faena. Los diputados Carlos y Manuel Carlés
pedían que se aplicaran “las mismas medidas que impidieron las fusiones
de las empresas ferrocarrileras en forma amenazadora contra los
intereses agropecuarios de la región cruzada por sus líneas”. En 1890 la
ley Sherman antitrust fue un intento de frenar el monopolio de las
carnes que en EEUU querían implantar las grandes empresas frigoríficas,
Armour y Swift, entre otras.
Lamentablemente la propiedad de los frigoríficos y la comercialización, quedaron en manos extranjeras. En
1910 el edificio Bon Maché es adquirido por el Ferrocarril de Buenos
Aires al Pacífico, del cual deriva su denominación actual de Galerías
Pacífico. Cuando estalla la primer guerra mundial se produce el primer superávit en la economía argentina. Inglaterra
empobrecida por el conflicto bélico afloja sus cadenas sobre América.
Es entonces que el capital norteamericano aparece en escena e instala
los frigoríficos Swift y adquiere la Unión Telefónica. Se interesan por
los ferrocarriles pero Inglaterra prohíbe la venta de las acciones de
las compañías ferroviarias a quién no sea inglés o argentino. El
2 de agosto de 1915 el presidente de la Nación, Victorino de la Plaza
inaugura la terminal Retiro del Ferrocarril Central Argentino (luego
Bartolomé Mitre), el costo fue estimado en 2 millones de libras
esterlinas. En
1916 se inaugura otra obra ferroviaria el túnel de cargas que partiendo
desde la calle Bulnes y las vías llegan hasta el puerto de Buenos
Aires. “Con un recorrido de más de cinco kilómetros, con una sola vía de
trocha ancha realizaba el transporte de cargas desde las zonas de
producción hasta la zona portuaria. La
estructura es de hormigón y mampostería de ladrillos con una
profundidad de 15 metros para llegar a 23 metros a la altura de J.E.
Uriburu, corre bajo la línea A en su mayor parte, pasando por debajo de
la casa de Gobierno. En 1949 se habilitó durante un corto tiempo para el
servicio de pasajeros. Se puede observar la entrada al mismo desde el
puente a nivel de la calle Bulnes y las vías, mirando hacía el este a la
izquierda.” Adhiriendo
a los festejos del Centenario de la Patria, la colectividad británica
donó una torre-reloj, con un carillón de bronce, réplica del que existe
en la Abadía de Westminster. Se la instala en la plaza Britannia o
Británica y se la inaugura el 24 de mayo de 1916, se hace conocida como
“Torre de los Ingleses”.
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