"Voy
a hacer referencia para que nuestros compatriotas conozcan este hecho
hasta en sus minuciosidades. Mas, no obstante conservarlas frescas en la
memoria, cual sucede por lo general con toda ocurrencia que hondamente
impresionan en la juventud, algunos años después escribí al coronel don
Rufino Guido pidiéndole datos sobre el particular, como testigo
presencial que había sido en esa ruidosa escena y tuvo la amabilidad de
responderme con lo que sigue, cuya descripción autógrafa conservo
original entre mis papeles.
Ella refiere: “Que tan luego como el general
San Martín llegase a Puná y se le instruyera de la situación, le ordenó
embarcarse en un bote con doce remeros, encargándole fuese a felicitar
al Libertador por su feliz arribo y anunciarle que al siguiente día
tendría el gusto de hacerle una visita. A vela y remo navegó toda esa
noche llegando a Guayaquil como al mediodía, y en acto de desembarcar se
encaminó a la morada de Bolívar a cumplir su comisión”. Presentado
a éste, fue recibido del modo más cumplido y caballeresco; y así que le
expresó la enhorabuena que le dirigía el general San Martín por su
intermedio, contestó: “Que estimaba mucho la atención y el anuncio de la
visita, que podría haber excusado, pues que él ansiaba por verlo; que
inmediatamente iba a mandar dos ayudantes que le encontrasen en su
camino a darle la bienvenida en su nombre y que le acompañaran hasta el
puerto. En seguida ordenó se le sirviera un buen almuerzo. Le hizo
muchas preguntas sobre distintas cosas y, terminado el desayuno, se
despidió para regresar con la respuesta, esparciéndose por la ciudad
como la luz del relámpago la noticia de la llegada del general San
Martín. ”A
su regreso a la Macedonia, encontróla cerca de Guayaquil, y cuando
subió a bordo, ya vio allí los dos edecanes que le indicara el
Libertador, dando cuenta al general de su comisión e instruyéndole de
cuanto había ocurrido y observado”. ”Poco
rato después, fondeó la goleta en el puerto, y algunos momentos más
tarde llegaron otros dos edecanes de Bolívar a saludar de nuevo a San
Martín, y a anunciarle en su nombre que deseaba verle cuanto antes. Como
desde la mañana todos estaban listos para desembarcar, lo verificaron
por el muelle que hay frente a la casa del señor Luzárraga en que debía
hospedarse. El general bajó a tierra con toda su comitiva, y desde el
muelle hasta aquélla se hallaba formado un batallón de infantería en
orden de parada, el que hizo los honores correspondientes a su alto
rango”.
“Bolívar,
de gran uniforme y acompañado de su estado mayor, lo esperaba en el
vestíbulo de la misma y al acercarse San Martín, se adelantó unos pasos
y, alargando la diestra, dijo: ‘Al fin se cumplieron mis deseos de
conocer y estrechar la mano del renombrado general San Martín’. Este
contestóle congratulándose también de encontrar al Libertador de
Colombia, agradeciendo tan cordial demostración, pero sin admitir los
encomios. Juntos subieron la escalera, siguiéndole ambas comitivas,
hasta el gran salón de la casa en que tomaron asinto. En seguida se
retiró el batallón que había hecho los honores, dejando a la puerta una
guardia de honor mandada por un oficial.”
“Bolívar
presentó a los generales que le acompañaban, principiando por Sucre, y a
pocos momentos, empezaron a entrar las corporaciones de la ciudad a
felicitar a su nuevo huésped. Luego apareció un grupo considerable de
señoras con igual objeto, dirigiéndole una alocución la matrona que las
encabezaba. San Martín contestó con aquella cortesana galantería con que
acostumbraba tratar al bello sexo, y pasado un momento de silencio,
adelantándose una joven como de diez y siete años, dirigió a éste, (que
al lado del Libertador se mantenía en medio de la sala) un discurso
lleno de encomios patrióticos, y al concluir colocó sobre sus sienes una
corona esmaltada de laurel. Sonrojado por su natural modestia con
aquella demostración inesperada, quitándosela con aire de simpática
amabilidad, expresó a la señorita que estaba persuadido que él no
merecía semejante muestra de distinción; pues había otros cuyo mérito
era más digno de ella; pero que tampoco pensaba deshacerse de un
presente de tanto mérito, ya por las manos de quien venía, como por el
patriótico sentimiento que lo había inspirado, y que se proponía
conservarlo como uno de sus más felices días. Terminada aquellla escena,
se retiraron las corporaciones, la reunión de señoras y el cuerpo
militar, quedando el Libertador con sólo dos edecanes. Los coroneles
Guido y Soyer invitaron a éstos a pasar a otra habitación a efecto de
dejar solos a los dos grandes personajes que tanto habían ansiado verse
reunidos.”
“Ellos
cerraron las puertas por dentro y los edecanes estaban a la mira de que
nada les interrumpiera; así permanecieron por hora y media, siendo este
el primer acto de la entrevista, que según la expresión de ambos, había
sido por tanto tiempo deseada.”
Callan
los apunto que voy reproduciendo, acerca de los tópicos de que se
ocuparon en esta vez, ni si el general San Martín, en la condición
reservada que le era característica, en ese día o siguientes, se le
escapara el más leve indicio sobre la materia. “Que
terminada dicha conferencia abrieron las puertas del salón y el
Libertador salió para retirarse a su morada, seguido de sus dos
edecanes, acompañándole San Martín hasta el pie de la escalera, donde le
hizo un cumplimiento de despedida”. “Desde
la llegada de éste a Guayaquil, se veía una inmensa masa de pueblo
agrupada al frente de la casa en que se hospedó, la que aclamaba sin
cesar al Libertador del Perú, y después que el general Bolívar se
retirase, saliendo a los balcones, saludó la reunión con palabras de
benevolencia y gratitud, por las expresiones patrióticas con que se le
distinguía. En ese momento se anunciaron otras visitas de vecinos
notables de la ciudad, por lo cual tuvo que dejar el balcón para pasar
al salón a recibir aquellas nuevas atenciones de conocida simpatía”.
“Así
que esos señores se retiraron, aprovechando el paréntesis de tan
incesante afluencia, salió el general acompañado de sus edecanes a
visitar al Libertador Bolívar en su casa. Este cumplimiento duraría
media hora, más o menos, después del cual regresó, acercándose la hora
de comer, lo que hizo en su morada sin más compañía que sus edecanes y
el oficial de la escolta; y por la noche recibió otras visitas y entre
ellas algunas de señoras.
”Al
día siguiente, a la una de la tarde, volvió el general a casa de
Bolívar, pero dejando ya arreglado y listo el equipaje y la escolta, con
la orden de que se embarcaran en la Macedonia, a las once de la noche,
pues en esa misma debía verificarlo él también, al salir del baile a que
estaba invitado. Luego que llegó a lo del Libertador, después de los
cumplimientos sociales, ambos se encerraron en el salón, encargando que
no se les interrumpiera. Así permanecieron cuatro horas aproximadas,
siendo este el segundo acto de la entrevista. Serían las cinco de la
tarde cuando abrieron la puerta, porque a esa hora empezaban a llegar
los generales y otros señores, como hasta el número de cincuenta, a un
gran banquete con que el Libertador obsequiaba al general San Martín. En
seguida pasó la reunión al comedor que estaba espléndidamente preparado
y la mesa cubierta con suntuosidad. El primero ocupó la cabecera
colocando al segundo a su derecha. Llegada la ocasión de los brindis,
los inició Bolívar; parándose con la copa en la mano e invitando a que
lo acompañaran los señores concurrentes, dijo: ‘Brindo, señores, por los
dos hombres más grandes de la América del Sur, el general San Martín y
yo’. Pasado un momento, llenado éste su rol, contestó con la modestia
que le era característica: ‘Por la pronta terminación de la guerra, por
la organización de las nuevas Repúblicas del Continente Americano y por
la salud del Libertador’. A éstos siguieron dos o tres brindis de los
generales y siendo como las siete de la noche, se levantaron de la mesa.
”Después
del banquete, nuestro general regresó a su casa a descansar, volviendo a
salir a eso de las nueve para asistir al baile a que había sido
invitado por la Municipalidad. Cuando llegara, ya estaba allí el
Libertador, con sus generales y el cuerpo de jefes y oficiales”.
Para
llenar mejor, por mi parte, la descripción de esa fiesta, me permito
copiar literalmente la que se hace en los apuntes que me sirven de base.
“Fue
muy agradable, -prorrumpe Guido- la impresión que nos hizo la casa del
Cabildo por el brillante conjunto del adorno de los salones y aposentos.
La iluminación era sobresaliente y profusa, pero, sobre todo, la
hermosura de las damas guayaquileñas que realzaba tanto más la elegancia
y el esmerado gusto de sus trajes y cuyos encantos y méritos son
reconocidos en toda la costa del Pacífico. Este fascinador golpe de
vista formaba un incombinable contraste con el grupo de oficiales
colombianos, de aspecto poco simpático, de modales algo agrestes y que
así cortejaban y bailaban con aquellas preciosas criaturas. El vals era
su danza favorita. (…)
“El
general San Martín (continúan los apuntes) se conservó puramente como
espectador sin tomar parte en el baile, preocupada su cabeza, al
parecer, de cosas de otra magnitud, hasta que, a la una de la noche, se
acercó a Guido, diciéndole: ‘Llame usted al coronel Soyer. Ya no puedo
soportar este bullicio’. El general hizo su despedida del Libertador sin
que nadie se apercibiera de ella, lo que probablemente así había sido
acordado entre ambos para no alterar el buen humor de la concurrencia.
Un ayudante del segundo, dirigiólos por una escalera secreta, por donde
salieron a la calle, acompañándolos hasta el muelle en el que los
esperaba un bote de la Macedonia. San Martín se despidió del edecán, se
embarcó, y en cuanto montó a bordo, la goleta levó sus anclas y se hizo a
la vela. Al otro día llegó a Puná y sólo se detuvo el tiempo necesario
para que se trasbordaran los generales que habían ido en la comitiva, y
sin más, continuó su navegación al Callao. “Al
día siguiente de nuestra partida, se levantó el general, al parecer,
muy preocupado y pensativo, y paseándose sobre cubierta, después del
almuerzo, dijo a sus edecanes: ‘Pero, ¿han visto cómo el general Bolívar
nos ha ganado de mano? Mas espero que Guayaquil no será agregado a
Colombia, porque la mayoría del pueblo rechaza la idea. Sobre todo, ha
de ser cuestión que ventilaremos después que hayamos concluido con los
chapetones que aun quedan en la Sierra. Ustedes han presenciado las
aclamaciones y vivas tan espontáneos como entusiastas que la masa del
pueblo ha dirigido al Perú y nuestro ejército’. En efecto (agregan los
apuntes que voy extractando) esos fueron los sentimientos que los
guayaquileños expresaban incesantemente a San Martín en los días de su
permanencia en la ciudad y el tema general que los más notables de ellos
tomaban para sus conversaciones con aquél y con los edecanes. Pero
apenas llegó al Callao y fue general de marina del estado de Lima y de
la deposición y extrañamiento del ministro Monteagudo, la escena cambió,
y el general, concentrado y taciturno, desembarcó en el acto y pasó a
su casa de campo de la Magdalena. Desde ese momento se persuadió San
Martín que la anarquía asomaba en el Perú y que las aspiraciones se
desencadenarían sin respetar nada. En seguida asumió el mando supremo, y
todas las medidas que dictó fueron tendientes a reunir el congreso
constituyente, alejarse de los negocios públicos y dejar el país
entregado a su propio destino”.
gerónimo Espejo
José Luis Busaniche "San Martín visto por sus contemporáneos"
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