Rosas

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miércoles, 30 de octubre de 2019

EL "MOTÍN DE LAS TRENZAS"


Por el Prof. Jbismarck
La guerra contra el Consejo de Regencia, que  comenzó a complicarse durante 1811,  generó un proceso de profesionalización militar que dio lugar al primer motín de un cuerpo miliciano: el del regimiento de patricios. El gobierno -ahora el Triunvirato, que había reemplazado a la Junta- buscaba limitar el poder de las milicias urbanas. Belgrano, quien había sido sargento mayor del cuerpo cuando éste se formó en 1806, fue nombrado comandante de los patricios e inició cambios disciplinarios. El resultado fue que, el 7 de diciembre de 1811, se levantaron los sargentos, cabos y soldados, desobedecen a sus oficiales, los arrojan del cuartel, insultan a sus jefes, y entre ellos mismos se nombran comandantes y oficiales, y se disponen a sostener con las armas, sus peticiones, que hicieron al gobierno por un escrito presentado, en donde pedían una tracalada de desatinos, imposibles de ser admitidos, siendo entre ellos la mudanza de sus jefes, y  nombrando a su arbitrio otros.  El motín fue llamado "de las trenzas" por la historiografía, tomando las afirmaciones de uno de los generales que dirigió su represión, quien sostuvo que la sublevación obedeció a la orden de Belgrano de que "se les cortase a todos sus individuos la trenza de cabello, pues era el único de todos los Regimientos y Batallones que aún la conservaba". 
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Las interpretaciones de los historiadores sobre sus causas han sido diversas. Algunos siguieron la opinión que enarboló en ese momento el gobierno y consideraron que la razón se hallaba en una instigación del levantamiento por parte de la facción conducida por Saavedra, que había sido desplazada del poder en septiembre de 1811.
Otros compartieron la idea de una identificación del motín con ese grupo, pero difirieron al suponerlo producto de la espontánea voluntad de los patricios y no fruto de una conjura. En ambos casos las trenzas aparecían como una excusa.  Algunos autores de historia militar descartaron de plano la importancia del corte de pelo y centraron el conflicto en la pérdida de la mística del cuerpo y el relajamiento de la disciplina.
El episodio comenzó cuando, ante la ausencia de varios soldados en la lista realizada en el cuartel del cuerpo la noche del 6 de diciembre, el teniente don Francisco Pérez anunció que cortaría el pelo de aquel que faltase a otra lista. La trenza era un distintivo exclusivo del cuerpo y cuando el teniente lanzó su amenaza un soldado dijo que "eso era quererlos afrentar", otro que "primero iría al Presidio" y algunos gritaron que "más fácil les sería cargarse de cadenas que dejarse pelar".   Informado, Belgrano recorrió el cuartel, hallando todo en calma, y dijo a Pérez que "si se movían los acabasen a balazos", pero no pudo evitar que a poco de haber partido estallara la sublevación.
En el cuartel había unos 380 integrantes de un cuerpo que contaba con un total de 1.176 miembros de tropa.  Belgrano regresó pero fue repudiado; tras su retirada los soldados se armaron, tocaron el tambor para congregarse en el patio y liberaron a los presos que estaban en el cuartel, al tiempo que obligaron a los oficiales a abandonarlo.  Fueron exclusivamente sargentos, cabos y soldados los que dirigieron los reclamos. Los amotinados alcanzaron a las autoridades un petitorio redactado por algunos cabos del regimiento. El obispo de Buenos Aires primero, y luego algunos miembros del gobierno iniciaron negociaciones, exigiendo para tratar el petitorio que abandonaran las armas. Pero los sublevados se mantuvieron férreos en su posición. El soldado Juan Herrera sostuvo "que no se dejaban engañar" y que si no les aceptaban el petitorio era mejor "morir como chinches". En un momento se empezaron a intercambiar disparos y las tropas leales al gobierno que sitiaban el cuartel comenzaron un muy violento ataque; en un cuarto de hora los patricios se rindieron y al menos ocho de los rebeldes murieron en el combate y cuatro sargentos, tres cabos y cuatro soldados fueron "degradados, pasados por las armas, puestos a la espectacion pública"; ninguno de ellos era llamado don, título que sí recibían los oficiales del cuerpo. Otros diecisiete integrantes de la tropa fueron penados a diez años de presidio (sólo un oficial, alférez, fue condenado a dos años de prisión por una participación menor). Sus jueces fueron los mismos miembros del Triunvirato, quienes justificaron la pena capital como modo de evitar la anarquía. Dos compañías de granaderos y una de artilleros del cuerpo fueron disueltas por haber iniciado el movimiento. El regimiento, el más prestigioso de Buenos Aires, pasó de ser el número uno del ejército a la quinta posición y el término patricios fue extendido a todos los cuerpos militares.
Para entender la férrea determinación de los dirigentes del motín es necesario examinar el petitorio redactado por los cabos que se elevó al gobierno. En su primer punto se define la clave de la protesta: "Quiere este cuerpo que se nos trate como a fieles ciudadanos libres y no como a tropa de línea".  Los implicados actuaron al sentir que sus derechos como milicianos no eran respetados, lo que permite explicar su intransigencia en las negociaciones pese a estar rodeados de fuerzas mucho más numerosas. El cuerpo era el más importante de la ciudad hasta ese momento, pero era miliciano, es decir integrado por los habitantes de la ciudad y no por soldados veteranos. El entusiasmo despertado por las victorias sobre los británicos y por la Revolución, que había permitido movilizar a parte de los patricios en las primeras campañas de 1810, se había ido evidentemente apagando cuando la guerra empezó a alargarse. El proceso de profesionalización del ejército implicaba una homologación creciente de los cuerpos militares y el lugar privilegiado que los patricios habían detentado hasta ese entonces se perdía gradualmente. De ahí que el cortarles las trenzas, distintivo del regimiento, fuese una afrenta para sus integrantes. Si los oficiales parecen haber aceptado los cambios, que de todos modos les garantizaban su posición en la nueva estructura, entre la tropa la percepción parece haber sido muy diferente y sus integrantes se sintieron atacados en sus derechos.  En los puntos siguientes del petitorio, los rebeldes solicitaban un cambio en la oficialidad, proponiendo principalmente al capitán Juan Pereyra, quien había integrado el cuerpo, como coronel en lugar de Belgrano. Más que señalar que aquel organizara el movimiento -no fue siquiera sospechado por el gobierno la demanda indica la misma situación: recuperar a un oficial respetado, que "tenía en el cuerpo de Patricios más prestigio que Saavedra", como forma de volver al pasado reciente. Elegir oficiales era precisamente lo que los milicianos habían hecho en el momento de la formación de los cuerpos, con lo cual no había nada novedoso en el reclamo.
Un último aspecto a resaltar del motin de las trenzas es que en el conflicto apareció fugazmente en juego la diferencia social entre oficiales y tropa, a través de la vestimenta. Cuando el teniente Pérez replicó a un soldado que si cortarles el pelo era una afrenta "él también estaría afrentado pues se hallaba con el pelo cortado", otro soldado, "en tono altanero", le gritó "que él tenía trajes y levitas para disimularlo".  El autor de esta frase fue arrestado y el eje del posterior motín estuvo en el otro aspecto recién consignado, pero el episodio llama la atención acerca de otro antagonismo velado, de corte social y expresado aquí en la vestimenta. Indudablemente, el hecho de que fuera la tropa, sin intervención de la oficialidad, la que dirigiese el motín tuvo mucho que ver con la velocidad de la respuesta gubernamental y el ataque furibundo a poco de haber empezado el problema; de ahí también la fuerte represión a los cabecillas. El episodio marcó el final de las formas de militarización urbana creadas durante las invasiones inglesas, y por ende del relativo grado de democratización que había acompañado a su surgimiento

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