El General Ramírez, fundador de la República de Entre Ríos, se encontraba por entonces preparándose en Corrientes, para invadir y reincorporar el Paraguay aislado desde 1811 de las demás provincias. Cuando el Supremo Entrerriano, tomo conocimiento que el tratado del Pilar firmado en febrero de 1820, del que fue, uno de sus principales protagonistas, había sido ignorado, desapareciendo con la firma de un nuevo pacto (Benegas, 24 de noviembre 1820). Que dicho convenio se había realizado sin su participación, ni acuerdo, y que además las provincias signatarias (Buenos Aires; Santa Fe; Córdoba) conformaban una “Entente”, sumamente peligrosa para la vida de su República de Entre Ríos. Decidió cambiar el rumbo que se había establecido, y llevar la guerra nuevamente al otro lado del Paraná.
El 6 de mayo pudo cruzar el río con 2.000 jinetes y 1.000 infantes desembarcando en la costa santafecina. Las primeras acciones de la campaña, le fueron favorables. Sin embargo las informaciones que comenzaron a llegarle desde el norte, debieron intranquilizarlo. La toma de la ciudad de Santa Fe había fracasado. Lo que ocurrió luego dio motivo a muchas conjeturas e interrogantes. Lo cierto es que las órdenes impartidas por Ramírez no fueron cumplidas, poniendo en serio riesgo el plan integral de campaña. Años más tarde las memorias del General Lucio Mansilla, entonces Coronel porteño, al servicio del entrerriano después del Pilar, arrojó luz sobre lo acontecido en aquella jornada. Mansilla reveló su deliberada actitud contrariando los planes establecidos con el fin de favorecer a su provincia de origen; traicionando a su general en Jefe.
A partir de entonces, Ramírez se encontró solo con sus hombres en tierra extraña, sin poder repasar el río, pues la escuadrilla de Buenos Aires se lo impedía. Mientras a sus espaldas el Gobernador de Santa Fe, Estanislao López, avanzó desde el norte y las fuerzas de Buenos Aires recuperadas de su primer contraste lo hicieron desde el sur. Solo le quedaba a Ramírez lograr el pronto apoyo de su amigo el chileno José Miguel Carrera, que sabia se encontraba con sus montoneras actuando al sur de la provincia de Córdoba, si bien Carrera recibió el mensaje y se puso en marcha en su ayuda, esta no pudo llegar a tiempo…
Aislado totalmente, con poco más de 500 jinetes, Ramírez estaba abandonado a su suerte. Agazapado como un tigre herido, luchaba dando “zarpazos desesperados” enfrentado fuerzas muy superiores en número, que lo fueron desangrando inexorablemente. La batalla de Coronda o del Colastiné como también suele conocérsela, marcó el principio del fin, de la rutilante estrella del caudillo entrerriano. En la retirada hacia el interior del país, a la cabeza de los restos de su ejército, fueron quedando jirones de su efímera gloria.
El 7 de junio Ramírez, pudo encontrarse con su amigo Carrera en el paso de Ferreira, muy cerca de Villa María en la provincia de Córdoba; intentaron algunas acciones contra el Gobernador Juan Bautista Bustos pero la suerte de las armas, les fue totalmente esquiva. Ambos caudillos, se reunieron y después de largas deliberaciones decidieron separarse. José Miguel Carrera, decidió continuar camino de Chile, donde morirá en el intento, traicionado, arrestado y fusilado antes de cruzar la cordillera. Por su parte Ramírez, si bien no existe certeza de su plan, se cree que posiblemente pretendía eludir con los 200 hombres que le quedaban el accionar de sus enemigos regresando a su República de Entre Ríos, buscando realizar un amplio rodeo para acercarse al río Paraná.
Pero no pudo ser….El 10 de julio de 1821, el Supremo Entrerriano es sorprendido con los primeros rayos del sol, en las cercanías de San Francisco en la Provincia de Córdoba, en el Paraje conocido como Río Seco.
Los instantes finales de su vida están aún por develarse, ya que existen versiones diferentes sobre lo ocurrido en aquella mañana de julio. El norteamericano William Yates, que oficiaba como secretario del Chileno Carrera y tuvo oportunidad en aquellos febriles días de conocer a Ramírez y a su amante doña Delfina, se entera de lo ocurrido a mediados de julio y dice al respecto lo siguiente: “En San Luis tuvimos noticias de la muerte del General Ramírez en un combate –si podía llamarse tal- contra santafecinos y cordobeses. Las circunstancias de su muerte fueron las siguientes: Alcanzaba ya la frontera de Santiago del Estero y se había adelantado a una considerable distancia de su división, cuando sorprendieron y atacaron súbitamente cuatrocientos hombres en el Río Seco. La guardia no pudo resistir el ataque y fue derrotada. Ramírez que llevaba siempre con el su preciosa carga (doña Delfina), no la abandonó ni rehuyó el peligro, aunque bien debió advertir que su solo esfuerzo no era bastante para salvarlo en aquel trance. Peleó por doña Delfina desesperadamente y derribó a varios de sus enemigos, pero terminó por caer bajo los golpes de la despiadada turba que lo acosaba”
Yates da una de las versiones más difundidas, de la cual se han hecho eco historiadores de fuste, que han cimentado una imagen romántica y valiente del hombre que juega su vida por salvar el de su compañera. Esta circunstancia, su trágica desaparición en plena juventud cuando solo tenía 35 años y el ensañamiento de que fue víctima el cadáver , han contribuido a generar un mito que desborda los caminos polvorientos de la historia , para vivir eternamente en las trasnochadas noches de los fogones , en los arpegios de las guitarras y en los emocionados versos de los poetas.
Es indudable que esta versión que llegó a los oídos de Yates, sobre la muerte de Ramírez no resultaría descabellada, si el propio Comandante y leal soldado Anacleto Medina no lo desmintiera.
El por entonces Teniente Coronel don Anacleto Medina, estuvo junto al caudillo entrerriano en todos sus lances guerreros, cumpliendo fielmente con sus disposiciones, hombre valiente y aguerrido brindó enorme servicios a la nación hasta el final de sus días. Pero…Anacleto Medina era analfabeto, en 1895, bajo el título “Muerte del General Ramírez” aparecieron unos apuntes que se le atribuían y que se decían habían sido dictados por este a su Secretario Machado. En la narración supuestamente de Anacleto Medina, el General Francisco Ramírez no muere por salvar a su querida en aquella alocada retirada del Río Seco, sino por cargar con un puñado de sus hombres contra todo un escuadrón que lo perseguía y que era dirigido por un traidor. Ramírez al reconocerlo decidió enfrentarlo y cayó peleando en el entrevero. Sin duda, que de poder probarse que lo señalado por Medina le pertenece, tendríamos que darle la derecha ya que fue testigo y protagonista de aquellos sucesos. Si bien el Comandante Anacleto Medina no estaba entre los siete u ocho soldados que acompañaron a Ramírez, recibió de ellos el parte inmediatamente de ocurrido el penoso final del entrerriano
Pero como si esto no alcanzara para sembrar dudas sobre la verdad de los acontecimientos de aquella trágica mañana de julio de 1821, traemos el relato confuso de alguien que dice haber estado en el lugar de los hechos y haber presenciado con dolor la muerte del Supremo. Nos referimos a J. Antonio King, un aventurero del cual tenemos serias dudas sobre los eventos que describe a lo largo de sus años en el Río de La Plata.
Si lo que transcribimos a continuación es una fábula, si tergiversa o confunde King los sucesos con otros hechos de los que fue protagonista, o se acerca a la realidad aún reconociendo que existen gruesos errores en la narración , producto según sus propias afirmaciones de haber perdido muchas veces sus papeles y rearmar sus vivencias “de memoria” ; jamás lo sabremos . Cabría entonces preguntarnos ¿fue verdaderamente King soldado de Ramírez? , y si así ocurrió, ¿pudo olvidarse o tergiversar la muerte atroz que sufrió su comandante en Jefe , tan minuciosamente como lo hace, si realmente estuvo allí?. El mismo jefe a quien llama “El bondadoso y valiente General Ramírez”.
Ponemos entonces a consideración del lector estas líneas poco conocidas, sobre la muerte del General Ramírez narradas, por J. Antonio King:
“¡Pobre Ramírez! Todos presenciamos su suerte. Aquellos carniceros no necesitaron ceremonia alguna; y sin debates, sin convocar un consejo que diese a esa condena la apariencia de una ejecución, tan pronto como paso la escaramuza, se lo condujo al frente de los pequeños restos de sus ejército, con los brazos maniatados, se le coloco un centinela a su lado y una hilera de soldados que marchaban a su retaguardia. Levanté mis manos al cielo y murmuré una oración por su alma. No pronunció palabra; pero cuando el valiente se arrodillo delante de sus asesinos, dirigióme tan larga y ardiente mirada que jamás olvidaré, y un instante después cayó muerto delante de mí. El degüello del bizarro oficial se llevó a cabo, pero el diabólico designio de su asesinato no estaba cumplido. La cabeza inanimada de Ramírez fue separada del tronco en este mismo lugar, y como supe después paseada como un trofeo por todas las ciudades sediciosas de la República”
Muerto el Supremo Entrerriano en Río Seco, su cuerpo fue mutilado, y su cabeza enviada al Gobernador López de Santa Fe, quien después de hacerla embalsamar la exhibió durante un tiempo como trofeo de guerra.
La impensada desaparición física de Francisco Ramírez, mentor y creador de la República de Entre Ríos, provocó sacudimiento y el rápido resquebrajamiento de toda su estructura. Las provincias triunfadoras no estaban dispuestas a tolerar su continuidad institucional y muy pronto dispusieron su disolución.
Es indudable que esta versión que llegó a los oídos de Yates, sobre la muerte de Ramírez no resultaría descabellada, si el propio Comandante y leal soldado Anacleto Medina no lo desmintiera.
El por entonces Teniente Coronel don Anacleto Medina, estuvo junto al caudillo entrerriano en todos sus lances guerreros, cumpliendo fielmente con sus disposiciones, hombre valiente y aguerrido brindó enorme servicios a la nación hasta el final de sus días. Pero…Anacleto Medina era analfabeto, en 1895, bajo el título “Muerte del General Ramírez” aparecieron unos apuntes que se le atribuían y que se decían habían sido dictados por este a su Secretario Machado. En la narración supuestamente de Anacleto Medina, el General Francisco Ramírez no muere por salvar a su querida en aquella alocada retirada del Río Seco, sino por cargar con un puñado de sus hombres contra todo un escuadrón que lo perseguía y que era dirigido por un traidor. Ramírez al reconocerlo decidió enfrentarlo y cayó peleando en el entrevero. Sin duda, que de poder probarse que lo señalado por Medina le pertenece, tendríamos que darle la derecha ya que fue testigo y protagonista de aquellos sucesos. Si bien el Comandante Anacleto Medina no estaba entre los siete u ocho soldados que acompañaron a Ramírez, recibió de ellos el parte inmediatamente de ocurrido el penoso final del entrerriano
Pero como si esto no alcanzara para sembrar dudas sobre la verdad de los acontecimientos de aquella trágica mañana de julio de 1821, traemos el relato confuso de alguien que dice haber estado en el lugar de los hechos y haber presenciado con dolor la muerte del Supremo. Nos referimos a J. Antonio King, un aventurero del cual tenemos serias dudas sobre los eventos que describe a lo largo de sus años en el Río de La Plata.
Si lo que transcribimos a continuación es una fábula, si tergiversa o confunde King los sucesos con otros hechos de los que fue protagonista, o se acerca a la realidad aún reconociendo que existen gruesos errores en la narración , producto según sus propias afirmaciones de haber perdido muchas veces sus papeles y rearmar sus vivencias “de memoria” ; jamás lo sabremos . Cabría entonces preguntarnos ¿fue verdaderamente King soldado de Ramírez? , y si así ocurrió, ¿pudo olvidarse o tergiversar la muerte atroz que sufrió su comandante en Jefe , tan minuciosamente como lo hace, si realmente estuvo allí?. El mismo jefe a quien llama “El bondadoso y valiente General Ramírez”.
Ponemos entonces a consideración del lector estas líneas poco conocidas, sobre la muerte del General Ramírez narradas, por J. Antonio King:
“¡Pobre Ramírez! Todos presenciamos su suerte. Aquellos carniceros no necesitaron ceremonia alguna; y sin debates, sin convocar un consejo que diese a esa condena la apariencia de una ejecución, tan pronto como paso la escaramuza, se lo condujo al frente de los pequeños restos de sus ejército, con los brazos maniatados, se le coloco un centinela a su lado y una hilera de soldados que marchaban a su retaguardia. Levanté mis manos al cielo y murmuré una oración por su alma. No pronunció palabra; pero cuando el valiente se arrodillo delante de sus asesinos, dirigióme tan larga y ardiente mirada que jamás olvidaré, y un instante después cayó muerto delante de mí. El degüello del bizarro oficial se llevó a cabo, pero el diabólico designio de su asesinato no estaba cumplido. La cabeza inanimada de Ramírez fue separada del tronco en este mismo lugar, y como supe después paseada como un trofeo por todas las ciudades sediciosas de la República”
Muerto el Supremo Entrerriano en Río Seco, su cuerpo fue mutilado, y su cabeza enviada al Gobernador López de Santa Fe, quien después de hacerla embalsamar la exhibió durante un tiempo como trofeo de guerra.
La impensada desaparición física de Francisco Ramírez, mentor y creador de la República de Entre Ríos, provocó sacudimiento y el rápido resquebrajamiento de toda su estructura. Las provincias triunfadoras no estaban dispuestas a tolerar su continuidad institucional y muy pronto dispusieron su disolución.
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