Por Adolfo Mosso
Porque la entraña del
cementerio del Sur
Fue saciada por la
fiebre amarilla hasta decir basta;
Porque los conventillos
hondos del sur
Mandaron muerte sobre la
cara de Bs As
Y porque Bs As no pudo
mirar esa muerte,
A paladas te
abrieron
En la punta pérdida del
oeste,
Detrás de la tormenta de
tierra
Y del barrial pesado y
primitivo que hizo a los cuarteadores.
La
Chacarita, Jorge L. Borges.
Como bien sabemos la epidemia de fiebre amarilla de
1871 no fue la primera, la Ciudad ya había soportado otras, por ejemplo la de
cólera de 1867 que obligo a las autoridades a la apertura del Cementerio del
Sur. Para
1871, época de la epidemia que nos ocupa, ese cementerio era el utilizado para
las inhumaciones en general, por lo tanto
se comienzan a llevar los cadáveres a ese lugar. Es la creciente sucesión de
muertes la que presenta el primer problema, ese cementerio no estaba preparado
para recibir repentinamente esa cantidad de cuerpos, los trabajadores no eran
suficientes, los espacios aún no estaban delimitados, se hacía compleja la identificación. A medida que pasan los días el problema es mayor, el cementerio se va
colmando, los féretros se comienzan a apilar y quedaban durante días expuestos
al sol, ahora se sumaba la falta de sepultureros, ya que algunos habían
fallecidos contagiados y otros se negaban a trabajar ante la incertidumbre. Si
las muertes aumentaban a ese ritmo el Cementerio del Sur sería desbordado
rápidamente, por lo que se comienza a pensar una solución. El 11 de marzo de 1871 el Gobernador de Bs As, Emilio Castro, firma el decreto
para la creación de un nuevo cementerio. Se determinaban 7 hectáreas y un muro de contención, estaba ubicado en
las afueras, en la zona Oeste de la Ciudad sobre los terrenos que ocuparon los
Jesuitas como campo de recreación, vacaciones y chacra del Colegio San Ignacio,
que estaba en el centro de la ciudad, de ahí que se lo conocía como la "
Chacarita de los Colegiales”.
En ellos se
desarrollaba la producción agrícola para proveer al colegio y el excedente se
vendía. Los Jesuitas lo usufructuaron
desde 1600 hasta 1767 que son expulsados, con la expulsión se crea el Real
Colegio San Carlos por donde pasaron Belgrano, Moreno, Saavedra, Rivadavia,
entre otros, hasta 1863 que Bartolomé
Mitre lo denomina Colegio Nacional Bs As, nombre que lleva hasta la actualidad. Las tareas
comienzan, pero lo que era el campo de deportes y vacaciones, estaba alejado de
la ciudad, lo que genera el otro inconveniente, ¿cómo serán trasladados los
cuerpos? Surgieron distintas alternativas,
en carros tirados por caballos, sería muy lento y nadie se prestaría de
carrero, otro era tipo tranvía con caballos, pero también sería muy lento, por
eso se dispuso la construcción, al mismo tiempo, de un ramal ferroviario que
recorrería 6 Km.
La tarea
estuvo a cargo del Ingeniero Augusto Ringuelet, quien con aproximadamente 700
obreros lo dio por terminado en menos tiempo del previsto, demando un
presupuesto estimado de 2.200.000 pesos, la locomotora utilizada fue La
Porteña, la misma que 14 años antes había hecho el viaje inaugural de lo que
serian los Ferrocarriles Argentinos.
Se realizaba
dos viajes diarios cuando comenzaba a oscurecer, para no mortificar a los
vecinos, en su recorrido se ocupaba de cargar los ataúdes de los tres depósitos
habilitados; estos eran cubiertos con una lona y atados en vagones adaptados
para tal fin, al final llevaba un vagón de pasajeros para los familiares de los
fallecidos. Se lo conoció como " El
Tren Fúnebre " o " Tren de la Muerte”. El 14 de
abril de 1871 se inauguraron las dos obras, cementerio y tren. Si bien esto no alivio ni freno la muerte, el
dolor y la angustia, sino que le quito
al gobierno un problema que ya se avecinaba, el antiguo cementerio del Sur
debía ser cerrado, porque ya no había espacio.
En poco tiempo y con el olvido del horror, los
vecinos comienzan a incomodarse con el espectáculo que veían y los aromas que
de allí provenían. Se dispone el traslado en el año 1875, pero siguió
funcionando hasta 1887, año en que se lo desplaza unos metros ocupando ahora 90
hectáreas del mismo predio, se levantan los cuerpos para ser depositados en el
nuevo sector, lo mismo ocurre con el Cementerio del Sur, cuyos cuerpos también
son depositados en la Chacarita. Sera el 5 de marzo de 1949 que se establece el
nombre definitivo de Chacarita, muestra de ello es la novela Adan Buenosayres
de Leopoldo Marechal, de los años 30 donde se lo menciona indistintamente como
del Oeste o Chacarita. Como sabemos los cementerios no son un reflejo
estático del pasado, por el contrario en ellos se manifiestan múltiples
transformaciones entre esa cultura material e inmaterial y la sociedad que lo
produce.
Los cementerios urbanos de grandes ciudades intentan
reproducir características particulares de estas, convirtiéndose así en una
ciudad de adentro y otra de afuera de esos
muros.
El desarrollo posterior de la Ciudad de Bs As y las
sucesivas olas inmigratorias ya no solo del exterior, sino internas, la
transforma en la más densamente poblada. Para esa inmigración, en especial
europea, la muerte era tanto o más importante que la vida, ya que los que se
“iban” eran la conexión con sus ancestros, sus costumbres, sus culturas, etc.
Así el cementerio de la Chacarita se fue poblando,
diseñado durante la intendencia de Torcuato de Alvear (1879-1887) y de la mano
de su secretario de Obras Publicas Arquitecto Juan Buschiazo, se tuvo en cuenta
una nueva concepción sanitarista-higienista derivadas de las distintas
epidemias y como evitarlas.
La experiencia había demostrado que el hacinamiento,
la falta de espacio, la poca ventilación y entrada del sol, la escasez de
lugares abiertos, habían sido
condiciones propicias para la difusión de las pestes que azotaban la ciudad de
Bs As.
Esas fueron las causas por las que hoy, nos
encontramos con una gigantesca ciudad de los muertos de más de 90 hectáreas
divididos en secciones con amplias calles que permiten el traslado en
automóviles por todos los sectores, con varias entradas, avenidas arboladas,
plazas y jardines, con una vida propia producto del trazado urbanístico
interior y la actividad diaria que se desarrolla. Hoy cuenta con más de 10.000 bóvedas, 105 panteones,
100.000 sepulturas en tierra, 160.000 nichos, 160.000 nichos para restos,
50.000 nichos para cenizas, una buena parte de los nichos se encuentran en
galerías subterráneas. A modo de conclusión podemos observar como la
epidemia de fiebre amarilla del año 1871 produjo un movimiento demográfico
dentro de la misma ciudad de Bs As, con las transformaciones sociales, económicas
e ideológicas que eso conlleva. La migración de sectores acomodados hacia las
afueras del centro, en especial al norte, motivo el aumento de la demanda de
viviendas y con esto también la oferta y los costos de las mismas para su
compra o alquiler, marcando una fuerte diferenciación de clases sociales entre
los que se “fueron” y los que debieron “quedarse”. Aparecen por primera vez, en los diarios
publicidades de casas velatorias, se calcula que se vendieron cerca de 5.000
pasajes al exterior en su mayoría a Europa y el gobierno entrego pasajes gratis
para quienes huían del horror.
Tampoco fue menor el efecto producido al comprobar
la vulnerabilidad de los métodos sanitarios, marcando un antes y un después en
las políticas de higiene y sanidad pública.
Así como algunos dieron la vida luchando contra la
epidemia, también hubieron acciones no dignas, de aquellos que aprovechando la
consternación y no por necesidad, sino en uso de un lugar de privilegio dentro
de la sociedad optaron por el otro camino, médicos que robaron pertenencias y
dinero de los moribundos o se quedaban con los bienes de los desesperados,
sabiendo que no tenían la solución. Abogados que fraguaron documentaciones,
títulos de propiedad o hacían firmar a enfermos terminales. Personas que junto
al abandono de la ciudad, abandonaban a sus familiares enfermos, hasta las
autoridades “huyeron” por el temor con el Presidente Domingo Faustino Sarmiento
“a la cabeza”.
El cementerio funciona como soporte material de una
cultura determinada y es la memoria de la comunidad donde aparecen las
diferencias propias de toda sociedad.
La
Chacarita se fue poblando de monumentos y bóvedas desde 1886 en adelante,
quienes así lo hicieron querían que Bs As, fuera a imagen de las ciudades
Europeas y a esto no escapaba el cementerio, pero no eran las familias
“Patricias” esas estaban en La Recoleta; sino que era una flamante burguesía
inmigrante, que vinieron “hacer la
América” y compraron el modelo que les
vendió la oligarquía terrateniente Argentina.
Esta burguesía fortalecía de este modo los lazos
dominantes de su clase, las empresas constructoras de bóvedas y monumentos con
sus catálogos y los escultores con sus obras artísticas de valor, colaboraron
con ella, grandes jardines, estatuas de mármol de Carrara, mausoleos tipo
iglesias, adornos labrados de bronce o plata y nombres destacados de la
sociedad porteña, conformaron ese imaginario social de la muerte que tenían.
Las cosas no cambian tanto como creemos, cambian las
formas, las clases dominantes actuales se retiran del centro en busca del verde
y tranquilidad que ofrecen los barrios privados y en sus cementerios ya no
aparecen obras monumentales y si el verde de los modernos Cementerios Parque al
cual los sectores populares no tienen acceso, marcando nuevamente esa
diferenciación de clase.
Hoy la ciudad de Bs As cuenta con tres cementerios
públicos con características definidas y distintas, La Recoleta como testimonio
de la historia; el de Flores, la representación más acabada del barrio y la
nueva inmigración, en especial Peruana y Boliviana, con sus costumbres y
ceremonias y por fin el de la Chacarita, el cementerio urbano más grande de
Argentina y uno de los más grande de América Latina. El cual con su
Arquitectura (de todos los estilos), Panteones de distintas sociedades, Recinto
de las personalidades, etc. por momentos hacen olvidar la tragedia de 1871,
causante de su creación.
“La
primavera reía sobre las tumbas, cantaba en el buche de los pájaros, ardía en los
retoños vegetales, proclamaba entre cruces y epitafios su jubilosa incredulidad
acerca de la muerte. “
Adanbuenosayres, Leopoldo Marechal.
(Prólogo
referido al cementerio del Oeste)
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