Por el Prof. Jbismarck
Francisco Ramírez nació en 1786, en Concepción del Uruguay (Entre Ríos). No hay retrato del Supremo Entrerriano. Algunos dicen que era achinado y bajo; otros, que blanco y rubio. Todos coinciden, en cambio, en reconocer que era simpático y muy enamorado. Sólo tres escasos años duró, su deslumbrante carrera: tres años que difundieron el nombre de Pancho Ramírez en las Provincias Unidas. Cuando ejerció el poder supremo de la “República de Entre Ríos”, se preocupó de crear escuelas, montó las bases de una administración pública que duraría muchos años y fue prolijo y reglamentarista en el manejo de las cosas oficiales. Pasó como una deslumbrante estrella en la noche de las guerras civiles y cayó a los 34 años de edad, defendiendo a su mujer, en el momento más alto de su ambición y su gloria.
Era hijo de un comerciante
paraguayo y de una dama de apellido Jordán, que después volvería a casarse
teniendo entre otros hijos a Ricardo López Jordán, militar de importante
actuación junto a su hermanastro y padre del general del mismo nombre; En Arroyo
de la China recibió Francisco Ramírez una regular educación. Fue correísta de
Artigas, en los primeros momentos del levantamiento de la campaña oriental. Ramírez estuvo con el Protector en el campo de
Ayuí. en ocasión del Éxodo del Pueblo Oriental; y sin duda lo frecuentó cuando
Artigas instaló su sede en Arroyo de la China por breve tiempo. Cuando el
Directorio lanzó contra esta provincia un ejército mandado por el Barón de
Holmberg, Ramírez los sitió en un islote sobre el Ibicuy y les infligió una
tremenda derrota, obligándolos a refugiarse cerca de Gualeguay, desde donde los
invasores pidieron refuerzos a. Buenos Aires.
Poco más tarde habría de defender su pueblo natal contra un ataque de
los portugueses, que no contentos con ocupar el territorio de la Banda Oriental
avanzaban en incursiones aisladas sobre la margen derecha del río Uruguay. Pronto
tomaría Ramírez la ofensiva en esa larga guerra contra el Directorio. El
régimen cuyas intrigas monarquistas, cuyo centralismo y permanente alianza con
el portugués repudiaban los pueblos, estaba llegando al límite de su
desprestigio. La sanción de la Constitución —abril de 1819— determinó el
rompimiento: su estructura, preparada para el advenimiento de algún príncipe
europeo, resultaba odiosa a las provincias. Santa Fe —es decir, Estanislao
López— y Entre Ríos —Francisco Ramírez— asumirán tácitamente la representación
de los pueblos interiores en esta confrontación con el poder porteño. Faltará
Artigas a la lucha, acosado como está por los invasores portugueses; pero es
con el espíritu e instrucciones de Artigas con que los caudillos avanzarán
sobre la orgullosa Buenos Aires. Ramírez,
como lugarteniente del Protector, asumirá la función de jefe supremo del
ejército federal; En octubre de 1819 se reúnen Ramírez y López en Coronda
para establecer los planes comunes. El oscuro capitanejo de Artigas está ahora
a punto de ingresar a la historia al frente de los Dragones santafecinos, los
guaraníes de misiones, los mocobíes del Chaco y los montoneros de las selvas
entrerrianas.
El Director Rondeau llamó en su auxilio al Ejército del Norte. Pero esta fuerza se niega a participar de la guerra civil, en Arequito (7 de enero de 1820), y esa sublevación deja al Directorio casi en estado de indefensión. Sólo faltaba el empujón final. El 1 de febrero de 1820, en la cañada de Cepeda, el régimen directorial se derrumba. Diego Luis Molinari ha llamado a este encuentro ‘la batalla de un minuto” porque bastó una gran atropellada federal para que. las fuerzas de Rondeau se dispersaran. Ante la noticia de Cepeda se viven en Buenos Aires horas de terror. Pero la actitud de estos bárbaros criollos fue magnánima. En los veinte días que mediaron entre la batalla de Cepeda y el tratado del Pilar, un desfile de increíbles intrigas y personajes se sucedió. En su campamento, Ramírez y López asistían serenamente a estas fantasmagorías. Exigían que el poder nacional (Congreso y Directorio) se disolviera definitivamente; que Buenos Aires eligiera sus propios gobernantes para tratar en igualdad de posición con Santa Fe y Entre Ríos las bases de la futura organización federal del país y que se levantara un proceso público a los responsables de las intrigas monarquistas. Omitían, en cambio, hablar de un punto, la guerra contra los portugueses, el obsesivo tema de Artigas. Sin embargo, meses antes, Ramírez había escrito al Protector que “no admitiré otra paz que la que tenga como base la declaración, de guerra al rey don Juan, como V.E. lo quiere...” Asume como gobernador interino Manuel Sarratea —el viejo enemigo de Artigas— los caudillos firmaron el Tratado del Pilar, cuyos dos grandes principios eran los de nacionalidad y federación. Luego entraron a Buenos Aires. El pueblo porteño vio con alivio esa pacífica entrada. Pero no perdonó este agravio: que los montoneros ataran sus fletes en la reja de la Pirámide de Mayo...Ramírez regresa a Entre Ríos. En los días que precedieron se produce la derrota de Artigas en Tacuarembó y el pasaje del jefe vencido a Entre Ríos y ya en pie de guerra. El caudillo entrerriano cuenta con los auxilios de armas y dinero que le ha provisto Sarratea, en cumplimiento de las cláusulas secretas del Tratado del Pilar. Es difícil determinar quién estaba en la verdad. El Protector hacía una cuestión fundamental de la guerra contra los portugueses; Ramírez, en cambio, veía en la guerra un problema que exigía condiciones previas, para su solución. La lucha contra el portugués suponía la constitución de una nueva autoridad nacional, asistida por la confianza de los pueblos y apta para enfrentar el poder de los invasores.
Artigas fue derrotado por su antiguo lugarteniente y se
libraba Buenos Aires de su peor adversario.
Mansilla jugó un papel decisivo en la derrota final de Artigas, en Las
Tunas, cuando su pequeña y disciplinada fuerza llevó adelante el ataque
definitivo contra; el jefe oriental quien se exilia en el Paraguay los últimos
30 años de su vida. El 30 de noviembre
de 1820, en la capilla de Nuestra Señora del Rosario, en la localidad del,
Tala, el caudillo proclama el nacimiento de la República de Entre Ríos que
comprende Entre Ríos, Corrientes y Misiones, pronto tendrá una bandera propia
—con cuarteles blancos, azules y encamados— y un escudo cuyo signo heráldico es
una pluma de avestruz: signo indescifrable, de inspiración campera —los
montoneros de Ramírez y López solían usar una pluma de avestruz en el sombrero—
Sanciona reglamentos para el orden militar, político, económico y tributario.
Declara abolidos los derechos a la introducción de efectos del interior del
país, prohíbe la matanza de vacunos, manda practicar el primer censo del
territorio, promueve la cría de ganado y la plantación de árboles. Crea la
administración judicial y el servicio de correos. Determina procedimientos para
el ingreso y egreso de los fondos públicos, organiza oficinas recaudadoras y
fija el valor del papel sellado. Impone la enseñanza obligatoria hasta “saber
leer, escribir y contar”. Pero la ambición del Supremo no estaba limitada por
las fluviales fronteras de su territorio. Aspiraba a una gloria más vasta:
continuar la obra de Artigas expulsando a los portugueses de la provincia;
oriental y reintegrar la virtualmente segregada provincia del Paraguay a la
comunidad nacional.
En Buenos Aires, Sarratea debió ceder el poder a un
gobernador surgido de elecciones, produciéndose el resurgimiento del partido
directorial: fueron los días de ‘los tres gobernadores” y del caos civil en la
orgullosa provincia porteña. En setiembre, después de la batalla del Gamonal,
desastrosa para Buenos Aires, la mediación del cordobés Bustos y la garantía de
un joven estanciero del sur llamado Juan Manuel de Rosas, consiguieron
establecer la "paz perpetua” entre Buenos Aires y Santa Fe mediante el
convenio de Benegas. Martín Rodríguez, el nuevo gobernador bonaerense,
significaba el predominio de la facción moderada de los antiguos directoriales,
ahora entendidos con López y Bustos —cada uno jugando su juego de ambiciones
particulares en torno a la futura organización nacional. La nueva entente
porteña-cordobesa-santafecina apuntaba a asfixiar al Supremo Entrerriano;
Ramírez, enterado ya del Convenio de Benegas, vuelve a
oficiar a Martín Rodríguez insistiendo ahora en la necesidad de declarar la
guerra a Portugal. Ni él ni su antiguo amigo López le contestan….Dice Ernesto
Palacio: “Los mediocres intereses localistas se sobreponen en el ánimo del
mediocre personaje, a los grandes objetivos nacionales; sacrificaba a su aliado
en los principios, por las pingües achuras de las vacas de Rosas”.
Pancho Ramírez decide enfrentarse con todos. Buenos Aires que
ha armado dos ejércitos formales al mando del coronel Gregorio Aráoz de
Lamadrid el uno, y del gobernador Martín Rodríguez el otro. Los temibles
Dragones de López constituyen otra fuerza respetable. Y desde - Córdoba, Bustos
se apresta también a enfrentar al entrerriano. Ramírez sólo contaba con sus propias fuerzas y
quizás el chileno Carreras, que después del Convenio de Benegas se había
lanzado a convulsionar el sur de Buenos Aires, y de Córdoba, esperando engrosar
sus fuerzas con indios y desesperados como él, para pasar a Chile. Envía al coronel Anacleto Medina para que se
alce con toda la caballada de López, concentrada en el Rincón de Coronda. La
operación tiene pleno éxito y de un día para otro el santafecino queda
desmontado. Ramírez avanza rápidamente hacia el sur, hacia Rosario. El 8 de
mayo de 1821 las fuerzas del Supremo topan con la columna de Lamadrid, y lo
vence, pero poco más tarde su pequeña flotilla era destruida por la escuadra
porteña y sus comunicaciones con Entre Ríos quedaban definitivamente cortadas,
dejándolo en territorio enemigo acosado por distintas fuerzas, cada una de
ellas superiores en número a su columna. Pero no sería fácil vencerlo.
Desgastada su fuerza por la ruda campaña —apenas contaba ya con 700 hombres— y
sin poder recibir la menor ayuda de Paraná, Ramírez acampa por unos días en
Coronda. Cada refriega, aunque llevara el signo del triunfo significaba un
deterioro en hombres; y en Santa Fe sólo era dueño del terreno que pisaba.
López, en cambio, estaba al frente de un ejército intacto; le quedaban 400
soldados entre ellos, el coronel Medina y su mujer, la bella Delfina, serena en
medio de la derrota. El Supremo la había tomado como botín en una de sus
batallas contra los portugueses y desde entonces la llevaba en todas sus
campañas: era una riograndesa blanca y pelirroja. Ramírez rumbeó a Córdoba. Allí encuentran un refuerzo inesperado:
Carreras con 700 hombres, que había desistido de cruzar a Chile al saber que su
amigo estaba peleando contra Buenos Aires. Carreras se había acercado hacia el
litoral en una carrera vertiginosa desde San Luis; había llegado tarde para
auxiliar a Ramírez en el momento decisivo pero todavía podían componer entre los
dos una fuerza respetable. Lo demostraron días después, el 16 de junio, cuando
atacaron a Bustos, gobernador de Córdoba, en una acción indecisa en su
resultado. Pero Ramírez y Carreras eran
caracteres fuertes y sus intereses no eran coincidentes. El chileno insistía en
volver a su patria, teniendo en cuenta la persecución de López y Lamadrid,
sumada ahora a la de Bustos. Ramírez quería continuar con su itinerario y
ofrecía seguro asilo en Entre Ríos. Resolvieron
separarse. Cada uno marchó hacia su trágico destino. Carreras fue interceptado
en Mendoza: lo ultrajaron prolijamente antes de fusilarlo y Godoy Cruz hizo
trinchar sus despojos para ser exhibidos en diversos puntos de la provincia de
su mando. En cuanto a Ramírez, su fin era cuestión de días. El 10 de julio
(hace justo 200 años), cerca de Río Seco una fuerza cordobesa alcanza a Ramírez
y lo derrota. Ahora apenas tenía una docena de hombres a su lado. Sin darle respiro lo persiguen. Y es entonces
cuando el Supremo Entrerriano cae herido en el cuello, cubierto con su poncho
rojo, para salvar a su amante rezagada. Una bella muerte para este joven
caudillo que siempre jugó su destino sin retáceos, sin reserva...
Medina rescató del lance a la Delfina mientras su jefe
agonizaba prendido del cogote de su flete, y llevó a la muchacha hasta Entre
Ríos cruzando los páramos santiagueños y los montes fangosos del Chaco. Durante
muchos días Estanislao López recibió a sus amigos en su campamento, al lado de
una mesa de tijera donde se exhibía la degollada cabeza de Francisco Ramírez. Porque
señalemos que para que el espectáculo pudiera durar más tiempo había encargado
a un sangrador habilidoso la tarea de embalsamar esa carroña.
RELACION DEL GASTO OCASIONADO PARA PRESERVAR DE CORRUPCION
LA CAVEZA DEL FINADO SUPREMO DE ENTRE RIOS FRANCO. RAMIREZ, EL QUE HE
VERIFICADO POR MANDATO DEL SOR. COMANDANTE DEL 2P ESCUADRON DE DRAGONES DE LA
INDEPENDENCIA, DN. JOSE RAMON MENDEZ, GOBERNADOR SUBSTITUTO DE ESTA PROVINCIA.
Por veinte pesos de mi trabajo personal por las operaciones
que he executado con la expresada Caveza, como son la del Trépano y demás
Cirúrgicas cuyo valor es sumamente ínfimo como lo descontará qualesquiera
Facultativo en el dicho Ramo
IMPORTA PESOS 42
Por manera que según la Cuenta que precede asciende esta a la
cantidad de cuarenta y dos pesos y por ser asi firmo el presente documento en
la'Ciudad de Santa Fe a 23 de Julio de 1821. .
Manuel Rodríguez.
(Fuente: ANIBAL VAZQUEZ, Ramírez. El original obra en el
Archivo de la Provincia)
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