Rosas

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miércoles, 30 de junio de 2021

A 200 años de la muerte del General Francisco "Pancho" Ramírez

 Por el Prof. Jbismarck

Francisco Ramírez nació en 1786, en Concepción del Uruguay (Entre Ríos). No hay retrato del Supremo Entrerriano. Algunos dicen que era achinado y bajo; otros, que blanco y rubio. Todos coinciden, en cambio, en reconocer que era simpático y muy enamorado. Sólo tres escasos años duró, su deslumbrante carrera: tres años que difundieron el nombre de Pancho Ramírez en las Provincias Unidas. Cuando ejerció el poder supremo de la “República de Entre Ríos”, se preocupó de crear escuelas, montó las bases de una administración pública que duraría muchos años y fue prolijo y reglamentarista en el manejo de las cosas oficiales. Pasó como una deslumbrante estrella en la noche de las guerras civiles y cayó a los 34 años de edad, defendiendo a su mujer, en el momento más alto de su ambición y su gloria.

Era hijo de un comerciante paraguayo y de una dama de apellido Jordán, que después volvería a casarse teniendo entre otros hijos a Ricardo López Jordán, militar de importante actuación junto a su hermanastro y padre del general del mismo nombre; En Arroyo de la China recibió Francisco Ramírez una regular educación. Fue correísta de Artigas, en los primeros momentos del levantamiento de la campaña oriental.  Ramírez estuvo con el Protector en el campo de Ayuí. en ocasión del Éxodo del Pueblo Oriental; y sin duda lo frecuentó cuando Artigas instaló su sede en Arroyo de la China por breve tiempo. Cuando el Directorio lanzó contra esta provincia un ejército mandado por el Barón de Holmberg, Ramírez los sitió en un islote sobre el Ibicuy y les infligió una tremenda derrota, obligándolos a refugiarse cerca de Gualeguay, desde donde los invasores pidieron refuerzos a. Buenos Aires.  Poco más tarde habría de defender su pueblo natal contra un ataque de los portugueses, que no contentos con ocupar el territorio de la Banda Oriental avanzaban en incursiones aisladas sobre la margen derecha del río Uruguay. Pronto tomaría Ramírez la ofensiva en esa larga guerra contra el Directorio. El régimen cuyas intrigas monarquistas, cuyo centralismo y permanente alianza con el portugués repudiaban los pueblos, estaba llegando al límite de su desprestigio. La sanción de la Constitución —abril de 1819— determinó el rompimiento: su estructura, preparada para el advenimiento de algún príncipe europeo, resultaba odiosa a las provincias. Santa Fe —es decir, Estanislao López— y Entre Ríos —Francisco Ramírez— asumirán tácitamente la representación de los pueblos interiores en esta confrontación con el poder porteño. Faltará Artigas a la lucha, acosado como está por los invasores portugueses; pero es con el espíritu e instrucciones de Artigas con que los caudillos avanzarán sobre la orgullosa Buenos Aires.  Ramírez, como lugarteniente del Protector, asumirá la función de jefe supremo del ejército federal; En octubre de 1819 se reúnen Ramírez y López en Coronda para establecer los planes comunes. El oscuro capitanejo de Artigas está ahora a punto de ingresar a la historia al frente de los Dragones santafecinos, los guaraníes de misiones, los mocobíes del Chaco y los montoneros de las selvas entrerrianas.

El Director Rondeau llamó en su auxilio al Ejército del Norte. Pero esta fuerza se niega a participar de la guerra civil, en Arequito (7 de enero de 1820), y esa sublevación deja al Directorio casi en estado de indefensión. Sólo faltaba el empujón final. El 1 de febrero de 1820, en la cañada de Cepeda, el régimen directorial se derrumba. Diego Luis Molinari ha llamado a este encuentro ‘la batalla de un minuto” porque bastó una gran atropellada federal para que. las fuerzas de Rondeau se dispersaran. Ante la noticia de Cepeda se viven en Buenos Aires horas de terror. Pero la actitud de estos bárbaros criollos fue magnánima. En los veinte días que mediaron entre la batalla de Cepeda y el tratado del Pilar, un desfile de increíbles intrigas y personajes se sucedió. En su campamento, Ramírez y López asistían serenamente a estas fantasmagorías. Exigían que el poder nacional (Congreso y Directorio) se disolviera definitivamente; que Buenos Aires eligiera sus propios gobernantes para tratar en igualdad de posición con Santa Fe y Entre Ríos las bases de la futura organización federal del país y que se levantara un proceso público a los responsables de las intrigas monarquistas. Omitían, en cambio, hablar de un punto, la guerra contra los portugueses, el obsesivo tema de Artigas. Sin embargo, meses antes, Ramírez había escrito al Protector que “no admitiré otra paz que la que tenga como base la declaración, de guerra al rey don Juan, como V.E. lo quiere...” Asume como gobernador interino Manuel Sarratea —el viejo enemigo de Artigas— los caudillos firmaron el Tratado del Pilar, cuyos dos grandes principios eran los de nacionalidad y federación. Luego entraron a Buenos Aires. El pueblo porteño vio con alivio esa pacífica entrada. Pero no perdonó este agravio: que los montoneros ataran sus fletes en la reja de la Pirámide de Mayo...Ramírez regresa a Entre Ríos. En los días que precedieron se produce la derrota de Artigas en Tacuarembó y el pasaje del jefe vencido a Entre Ríos y ya en pie de guerra. El caudillo entrerriano cuenta con los auxilios de armas y dinero que le ha provisto Sarratea, en cumplimiento de las cláusulas secretas del Tratado del Pilar.  Es difícil determinar quién estaba en la verdad. El Protector hacía una cuestión fundamental de la guerra contra los portugueses; Ramírez, en cambio, veía en la guerra un problema que exigía condiciones previas, para su solución. La lucha contra el portugués suponía la constitución de una nueva autoridad nacional, asistida por la confianza de los pueblos y apta para enfrentar el poder de los invasores.

Artigas fue derrotado por su antiguo lugarteniente y se libraba Buenos Aires de su peor adversario.  Mansilla jugó un papel decisivo en la derrota final de Artigas, en Las Tunas, cuando su pequeña y disciplinada fuerza llevó adelante el ataque definitivo contra; el jefe oriental quien se exilia en el Paraguay los últimos 30 años de su vida.  El 30 de noviembre de 1820, en la capilla de Nuestra Señora del Rosario, en la localidad del, Tala, el caudillo proclama el nacimiento de la República de Entre Ríos que comprende Entre Ríos, Corrientes y Misiones, pronto tendrá una bandera propia —con cuarteles blancos, azules y encamados— y un escudo cuyo signo heráldico es una pluma de avestruz: signo indescifrable, de inspiración campera —los montoneros de Ramírez y López solían usar una pluma de avestruz en el sombrero— Sanciona reglamentos para el orden militar, político, económico y tributario. Declara abolidos los derechos a la introducción de efectos del interior del país, prohíbe la matanza de vacunos, manda practicar el primer censo del territorio, promueve la cría de ganado y la plantación de árboles. Crea la administración judicial y el servicio de correos. Determina procedimientos para el ingreso y egreso de los fondos públicos, organiza oficinas recaudadoras y fija el valor del papel sellado. Impone la enseñanza obligatoria hasta “saber leer, escribir y contar”. Pero la ambición del Supremo no estaba limitada por las fluviales fronteras de su territorio. Aspiraba a una gloria más vasta: continuar la obra de Artigas expulsando a los portugueses de la provincia; oriental y reintegrar la virtualmente segregada provincia del Paraguay a la comunidad nacional.

En Buenos Aires, Sarratea debió ceder el poder a un gobernador surgido de elecciones, produciéndose el resurgimiento del partido directorial: fueron los días de ‘los tres gobernadores” y del caos civil en la orgullosa provincia porteña. En setiembre, después de la batalla del Gamonal, desastrosa para Buenos Aires, la mediación del cordobés Bustos y la garantía de un joven estanciero del sur llamado Juan Manuel de Rosas, consiguieron establecer la "paz perpetua” entre Buenos Aires y Santa Fe mediante el convenio de Benegas. Martín Rodríguez, el nuevo gobernador bonaerense, significaba el predominio de la facción moderada de los antiguos directoriales, ahora entendidos con López y Bustos —cada uno jugando su juego de ambiciones particulares en torno a la futura organización nacional. La nueva entente porteña-cordobesa-santafecina apuntaba a asfixiar al Supremo Entrerriano;

Ramírez, enterado ya del Convenio de Benegas, vuelve a oficiar a Martín Rodríguez insistiendo ahora en la necesidad de declarar la guerra a Portugal. Ni él ni su antiguo amigo López le contestan….Dice Ernesto Palacio: “Los mediocres intereses localistas se sobreponen en el ánimo del mediocre personaje, a los grandes objetivos nacionales; sacrificaba a su aliado en los principios, por las pingües achuras de las vacas de Rosas”.

Pancho Ramírez decide enfrentarse con todos. Buenos Aires que ha armado dos ejércitos formales al mando del coronel Gregorio Aráoz de Lamadrid el uno, y del gobernador Martín Rodríguez el otro. Los temibles Dragones de López constituyen otra fuerza respetable. Y desde - Córdoba, Bustos se apresta también a enfrentar al entrerriano.  Ramírez sólo contaba con sus propias fuerzas y quizás el chileno Carreras, que después del Convenio de Benegas se había lanzado a convulsionar el sur de Buenos Aires, y de Córdoba, esperando engrosar sus fuerzas con indios y desesperados como él, para pasar a Chile.  Envía al coronel Anacleto Medina para que se alce con toda la caballada de López, concentrada en el Rincón de Coronda. La operación tiene pleno éxito y de un día para otro el santafecino queda desmontado. Ramírez avanza rápidamente hacia el sur, hacia Rosario. El 8 de mayo de 1821 las fuerzas del Supremo topan con la columna de Lamadrid, y lo vence, pero poco más tarde su pequeña flotilla era destruida por la escuadra porteña y sus comunicaciones con Entre Ríos quedaban definitivamente cortadas, dejándolo en territorio enemigo acosado por distintas fuerzas, cada una de ellas superiores en número a su columna. Pero no sería fácil vencerlo. Desgastada su fuerza por la ruda campaña —apenas contaba ya con 700 hombres— y sin poder recibir la menor ayuda de Paraná, Ramírez acampa por unos días en Coronda. Cada refriega, aunque llevara el signo del triunfo significaba un deterioro en hombres; y en Santa Fe sólo era dueño del terreno que pisaba. López, en cambio, estaba al frente de un ejército intacto; le quedaban 400 soldados entre ellos, el coronel Medina y su mujer, la bella Delfina, serena en medio de la derrota. El Supremo la había tomado como botín en una de sus batallas contra los portugueses y desde entonces la llevaba en todas sus campañas: era una riograndesa blanca y pelirroja. Ramírez rumbeó a Córdoba.  Allí encuentran un refuerzo inesperado: Carreras con 700 hombres, que había desistido de cruzar a Chile al saber que su amigo estaba peleando contra Buenos Aires. Carreras se había acercado hacia el litoral en una carrera vertiginosa desde San Luis; había llegado tarde para auxiliar a Ramírez en el momento decisivo pero todavía podían componer entre los dos una fuerza respetable. Lo demostraron días después, el 16 de junio, cuando atacaron a Bustos, gobernador de Córdoba, en una acción indecisa en su resultado.  Pero Ramírez y Carreras eran caracteres fuertes y sus intereses no eran coincidentes. El chileno insistía en volver a su patria, teniendo en cuenta la persecución de López y Lamadrid, sumada ahora a la de Bustos. Ramírez quería continuar con su itinerario y ofrecía seguro asilo en Entre Ríos.  Resolvieron separarse. Cada uno marchó hacia su trágico destino. Carreras fue interceptado en Mendoza: lo ultrajaron prolijamente antes de fusilarlo y Godoy Cruz hizo trinchar sus despojos para ser exhibidos en diversos puntos de la provincia de su mando. En cuanto a Ramírez, su fin era cuestión de días. El 10 de julio (hace justo 200 años), cerca de Río Seco una fuerza cordobesa alcanza a Ramírez y lo derrota. Ahora apenas tenía una docena de hombres a su lado.  Sin darle respiro lo persiguen. Y es entonces cuando el Supremo Entrerriano cae herido en el cuello, cubierto con su poncho rojo, para salvar a su amante rezagada. Una bella muerte para este joven caudillo que siempre jugó su destino sin retáceos, sin reserva...

Medina rescató del lance a la Delfina mientras su jefe agonizaba prendido del cogote de su flete, y llevó a la muchacha hasta Entre Ríos cruzando los páramos santiagueños y los montes fangosos del Chaco. Durante muchos días Estanislao López recibió a sus amigos en su campamento, al lado de una mesa de tijera donde se exhibía la degollada cabeza de Francisco Ramírez. Porque señalemos que para que el espectáculo pudiera durar más tiempo había encargado a un sangrador habilidoso la tarea de embalsamar esa carroña.

RELACION DEL GASTO OCASIONADO PARA PRESERVAR DE CORRUPCION LA CAVEZA DEL FINADO SUPREMO DE ENTRE RIOS FRANCO. RAMIREZ, EL QUE HE VERIFICADO POR MANDATO DEL SOR. COMANDANTE DEL 2P ESCUADRON DE DRAGONES DE LA INDEPENDENCIA, DN. JOSE RAMON MENDEZ, GOBERNADOR SUBSTITUTO DE ESTA PROVINCIA. 

Por veinte pesos de mi trabajo personal por las operaciones que he executado con la expresada Caveza, como son la del Trépano y demás Cirúrgicas cuyo valor es sumamente ínfimo como lo descontará qualesquiera Facultativo en el dicho Ramo         

IMPORTA PESOS 42

Por manera que según la Cuenta que precede asciende esta a la cantidad de cuarenta y dos pesos y por ser asi firmo el presente documento en la'Ciudad de Santa Fe a 23 de Julio de 1821. .

Manuel Rodríguez.

(Fuente: ANIBAL VAZQUEZ, Ramírez. El original obra en el Archivo de la Provincia)

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