Por el Prof. Jbismarck
Después de la derrota de Oncativo, Facundo Quiroga se alejó hacia Buenos Aires dejando su provincia a merced de los vencedores. El general Paz dispuso entonces que fuera Lamadrid quien ocupara La Rioja y asumiera el gobierno de dicha provincia. La medida fue bien recibida por los oficiales unitarios y no faltó quien hizo llegar congratulaciones como ésta al famoso coronel tucumano: “Estoy contento de saber que usted va a pacificar para siempre ese país qe gentes que parecían incapaces de ser personas, pero usted con sus vidalitas y modo de tratarlos, bien soy seguro hará de esos hombres una porción de buenos patriotas”. A Lamadrid la misión que se le confiaba no le hizo mucha gracia, a juzgar por una carta:
"He recibido su apreciable del 4 no de muy buena gana, pues ella me ha hecho reir a carcajadas, pero no de gusto. ¿Sabe usted que han descubierto un bonito y el más lindo modo de embromarme? Cuando quieren conseguir de mi algún sacrificio, al instante me presentan a la Patria en necesidad de exigirlos y con esto han dicho todo. Yo bien conozco que podría ser útil en aquel país por mi genio y el tal cual concepto que tengo para atraer esas gentes y echarle una vaina a ño Facundo, pero esto sería para mi la mayor de las piadoras, y de ningún modo deseo descansar en ella. Trabajen ustedes lo que quieran que yo no abriré los labios a este respecto. Lo que si me comprometo es (a) servir de ordenanza si es preciso al gobernador qué allí se nombre, mientras mi presencia pueda ser útil y necesaria para que ese Pueblo se tranquilice y ordene, pero de ningún modo hacerme cargo de su gobierno porque esto sería enterrarme a vivir entre iteras para amansarlas. No crea usted por esto que yo me niego a servir a mi Patria, muy lejos de eso, es difícil encuentre usted un hombre más decidido! Si sus habitantes exigiesen de mi este sacrificio, yo lo haría aunque de muy mala gana, pero me desprendería de él tan luego como los viere tranquilos.”
Más adelante Lamadrid pide al gobierno tabuco, papel y cuchillos. “Ya no hay quien pite en la División”, dice; y agrega: ‘‘Cuando queremos tomar un asado andamos con los sables a las vueltas”. ‘‘Plata no pido —añade más adelante — porque ésa la buscaré en las minas, pues estoy más cerca que ustedes”. Y anunciando, en fin, su inminente entrada en la Rioja, dice: “El catorce estaré en el Bagual y bien montado para seguir mis operaciones donde sea necesario”. Esta carta, que el remitente escribió en el Bañado de Quines el 10 de abril de 1830, y que se encuentra en el Archivo Histórico de Córdoba, presenta sólo dos párrafos intercalados en clave, cuya interpretación aquí transcribimos en forma destacada.
Señalemos que Lamadrid, en sus Memorias, recuerda su envío a La Rioja como una misión que realizó contra su voluntad; la carta trascripta ratifica esa afirmación, así como pone de manifiesto su desprecio por “esas fieras”, que vivían en la áspera tierra de “Ño Facundo”. .. Por su parte, el general Paz refutó agriamente en sus “Memorias Postumas” lo afirmado por su antiguo subordinado Lamadrid, asegurando que éste marchó de muy buen grado a La Rioja e insinuando que los tesoros ocultos de Quiroga eran una de las atracciones que llevaban a aquél a hacerse cargo de esa expedición... Este tipo de precisiones pueden hacerse ahora mediante la clave de las cartas de Paz a sus jefes y viceversa, que se presenta aquí por primera vez. Ahora, cualquier investigador puede, con un poco de paciencia, descifrar la copiosa correspondencia existente en los archivos cordobeses, sobre ese alborotado periodo de nuestra historia Sin duda la apertura de esos documentos, cerrados hasta ahora a la curiosidad de los estudiosos, aportará esclarecimientos importantes y, su confrontación con documentaciones ya conocidas y memoriales como los que escribieron Paz y Lamadrid serán susceptibles de corroborar o rectificar muchas páginas de historia. Con cifra o sin ella, el mármol de la gloria póstuma ha recogido la efigie del general José Maria Paz. Quien no tenía el coraje de Lavalle ni el carisma de Lamadrid.
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