Rosas

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miércoles, 1 de noviembre de 2023

Los Quesada. 1850-1934

Por  Pablo buchbinder

Vicente y Ernesto Quesada. Padre e hijo formaron parte de la vida política y cultural de la Argentina desde mediados del siglo XIX hasta comienzos del XX. El padre fue político y diplomático, dirigió la Biblioteca Pública, fue ministro de Gobierno de la provincia de Buenos Aires y ocupó cargos en las Embajadas de Brasil y de Estados Unidos.
El hijo, Ernesto, fue juez, profesor universitario e historiador. El libro Los Quesada. Letra, ciencias y política en la Argentina, 1850-1934 aborda la vida de estos dos protagonistas de nuestra historia analizando las discusiones políticas de su tiempo, la vida social, la política internacional, etc. Quesada se convertiría en uno de los pioneros en la reivindicación y rehabilitación de Juan Manuel de Rosas a contrapelo de la corriente historiográfica de su época y se ocupó también de las críticas al papel político que la enseñanza de la historia cumplía en el proceso de construcción de la identidad nacional en los diferentes estados europeos.  La historia fue, sin duda alguna, uno de los ejes de las preocupaciones intelectuales de Ernesto Quesada. A lo largo de su vida publicó un número importante de trabajos de carácter histórico, los más significativos aparecieron durante la década de 1890.  En 1893 se editó, con formato de libro, La decapitación de Acha. Un año después publicó un trabajo sobre la batalla de Ituzaingó.  Una síntesis y recopilación de esos trabajos fue publicada bajo el título de La época de Rosas en 1898. Esta constituye, probablemente, su obra más importante. Ernesto había conocido personalmente al antiguo gobernador de la Provincia de Buenos Aires ya que durante el viaje llevado a cabo con su padre entre 1873 y 1875 ambos lo habían visitado en su residencia de exilio en Southampton. Una síntesis de esa entrevista publicó Ernesto cuando su libro fue reeditado 25 años después de su primera aparición. Es probable que no imaginara siquiera, el Quesada adolescente entonces, que iba a ser considerado, muchos años más tarde, como uno de los pioneros en el proceso de reivindicación y rehabilitación de la figura del caudillo. Tampoco era raro que existiesen vínculos personales o emocionales entre quienes escribían las primeras interpretaciones del pasado argentino y los actores en los que centraban sus obras. La temática central de esta historiografía era el período de la revolución y las guerras de la independencia. Los autores de estas obras eran, a menudo, familiares directos de quienes habían protagonizado los sucesos sobre los cuales escribían. Algunos de ellos fueron también, el caso paradigmático es por supuesto el de Mitre, protagonistas centrales de la política de su tiempo. Una parte importante de estos trabajos, sobre todo los que se aventuraron más allá del período de las guerras de la independencia y afrontaron el de las luchas civiles, estaban teñidos por una clara pasión de facción o partido. Era común también que los historiadores utilizasen archivos privados, a veces heredados, a veces cedidos por familiares y hasta en algunos casos por los mismos protagonistas de los sucesos estudiados. La historia se pensaba y escribía en el marco de una serie de círculos de notables nucleados en espacios por lo general inorgánicos e informales y fuera de las instituciones públicas que permanecían todavía en un nivel incipiente y rudimentario de organización, a pesar de los esfuerzos, protagonizados incluso por los mismos Quesada, por revertir esta situación. A partir de 1900, al iniciar una nuevo ciclo, La Biblioteca asumió como un objetivo central la publicación de documentos históricos, tarea que procuraba realizar siguiendo estrictamente las pautas del método crítico. Pero la aplicación de esta última exigía que los documentos fuesen libremente consultados y examinados y para esto debían concentrarse en repositorios públicos. Por eso reclamaba a los historiadores rioplatenses que, siguiendo el ejemplo de Mitre, cediesen sus archivos privados al ámbito público. 
Por su edad, Ernesto no vivió las complejas experiencias de mediados de siglo en carne propia. Pero es indudable que su matrimonio con Eleonora Pacheco influyó de manera decisiva en el desarrollo de su obra y en sus intereses como historiador. Eleonora era nieta de Ángel Pacheco, el principal general de los ejércitos rosistas y su archivo personal estaba en manos de su familia conformando uno de los más importantes repositorios documentales privados de aquella época. El primer interés por la historia en Quesada articulaba en forma estrecha entonces, la defensa de la memoria familiar y el acceso privilegiado a documentación privada con el ejercicio de la disciplina de acuerdo a las reglas que tendían a convertirla en una práctica científica y académica.  

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