Por el Prof. Jbismarck
Tomás de Iriarte, activo protagonista de
episodios memorables de la historia española y argentina, diplomático en
Estados Unidos, luchó en Ituzaingó en la guerra argentino-brasileña, miembro de
la Expedición “Libertadora” de Juan Lavalle, corredactor -con Bartolomé Mitre -
del Código Militar, testigo, en fin, de innumerables hechos fundamentales.
Descendientes de figuras argentinas sintieron que temblaba todo el edificio
trabajosamente armado en un siglo de procerazgo. Historiadores que habían
dedicado su vida a enaltecer un personaje determinado con multitud de libros,
artículos y monografías, experimentaron la fría amenaza de ver destruidos de
pronto sus frutos intelectuales. Las memorias aparecieron finalmente, ¡cien
años después de escritas! Obviamente son
muy discutidas: Iriarte siempre integró el partido unitario….Algunos párrafos-
Tomás de Iriarte, activo protagonista de
episodios memorables de la historia española y argentina, diplomático en
Estados Unidos, luchó en Ituzaingó en la guerra argentino-brasileña, miembro de
la Expedición “Libertadora” de Juan Lavalle, corredactor -con Bartolomé Mitre -
del Código Militar, testigo, en fin, de innumerables hechos fundamentales.
Descendientes de figuras argentinas sintieron que temblaba todo el edificio
trabajosamente armado en un siglo de procerazgo. Historiadores que habían
dedicado su vida a enaltecer un personaje determinado con multitud de libros,
artículos y monografías, experimentaron la fría amenaza de ver destruidos de
pronto sus frutos intelectuales. Las memorias aparecieron finalmente, ¡cien
años después de escritas! Obviamente son
muy discutidas: Iriarte siempre integró el partido unitario….Algunos párrafos-
Guillermo Brown
“había desertado, robándose uno de nuestros buques de guerra, con el que fue a
piratear en el mar Pacífico hasta que lo tomaron los ingleses y hubieron de
ahorcarlo. De regreso a Buenos Aires se le formó causa y quedó arrinconado sin
destino gracias a la parcialidad de nuestros jueces, porque en un país
constituido habría sido sentenciado al banquillo. Así, Brown vegetaba en la
oscuridad y se moría de hambre cuando fue llamado para tomar el mando de la
marina”.
Güemes “jamás expuso su pecho a las
balas (...).
Era un jefe ambicioso y anarquista“.
. . la provincia de Salta, la única barrera de la República Argentina, estaba
entonces muy mal guardada por las tropas montoneras del caudillo Güemes. Los
españoles la invadían con facilidad, siempre que así convenía a sus intereses””.
Sobre el coronel Feliciano Antonio Chiclana,
Iriarte revela
entretelones poco conocidos, como delatar a los amigos claramente evidenciada
inclusive en una trampa que le tendió el mismo Iriarte a pedido del gobierno: “Un día me cito a tener una entrevista en
su casa, pretextando enfermedad y que no podía venir a la mía. Cuando entré en
su alojamiento estaba en la cama, envuelto en una asquerosa frazada. Me dijo
que tenía que comunicarme un asunto de la mayor gravedad, pero, entretanto, la
mujer y las hijas rodeaban su cama, y yo no estaba en ánimo de entrar en
materia delante de testigos”. Iriarte comprendió que los familiares estaban
ex profeso para actuar como eventual testimonio de lo que allí se hablase, y se
retiró, sospechando que “en alguna pieza vecina estuviesen ocultos algunos
agentes”. Y apunta Iriarte: “ ¡Qué
hombre el tal Chiclana! ¡Qué ser tan abyecto y degradado! ¡Y fue miembro de la
primera Junta revolucionaria y después del poder ejecutivo en el año doce!”.
Artigas había iniciado la ruina de
la Banda Oriental “con sus desórdenes y absolutismo”. Fustiga la
ineptitud de los militares de su época: “Balcarce, Montes de Oca, Viamonte y
Rondeau se dejaron batir por dos
miserables gauchos, Ramírez y López”. A veces, no obstante, trata de ser
objetivo: “el directorio de Pueyrredón fue tiránico hasta el exceso. Se
violaban todas las garantías, o por mejor decir, ninguna existía de hecho, pero
aquel gobierno fue el más regularmente cimentado de cuantos se habían sucedido
desde el año diez”. Sobre Francisco Ramírez, El Supremo Entrerriano,
Iriarte Lo acusa de estar sometido a una prostituta a tal punto, que habría
descuidado sus deberes militares.
En cuanto a
Bernardino Rivadavia, es uno de los personajes favoritos de Iriarte, reseña con elocuencia su supuesta labor de estadista, pero simultáneamente lo acusa de haber
importado el pedantismo en nuestro país. Enjuicia “sus maneras orgullosas, la intolerancia de su carácter”, su
temperamento irritable, “su fatua hinchazón”, que cuando paseaba por las calles
de Buenos Aires, como era corto de vista, preguntaba al edecán que llevaba a su
lado: «Quién es ese hombre incivil que no ha saludado al presidente de
la República»”.
Iriarte, señala
que el Libertador José de San Martín “era muy impopular en los pueblos del Perú, como
prácticamente quedaba probado con la deposición de su ministro Monteagudo”. En Alvear obraba un sentimiento de envidia por el nombre
glorioso de su adversario. En San Martín tenía otro origen el encono que
profesaba a Alvear: era el conocimiento que de él tenía”. Tal era el odio —curioso odio entre
quienes habían llegado juntos
desde España en 1812.
Claro que en
torno de Carlos de Alvear también el memorialista Iriarte levanta una cerrada
malla de juicios aterradores: era mentiroso, incapaz de redactar una nota hasta
que finalmente se trastornó “con el mando del ejército. Había
tomado un tono enfático y
petulante que a todos chocaba y lo hacía aparecer como un farsante”. Otras revelaciones
asombrosas lo pintan a Alvear proyectando, poco antes de la
batalla de Ituzaingó, alzarse con
caudales ajenos, según una proposición que le hizo al mismo Iriarte: “¿Ve usted
esta galera cuán grande capacidad tiene? Pues bien: pienso llenarla de oro y
plata, y si la suerte nos es adversa, nos embarcaremos en el río Grande y haremos
un corte de manga al ejército y a la república. Todos son unos botarates y
el primero y más clásico es don Bernardino
Rivadavia. No tenga usted cuidado, de esta hecha
lo he de enriquecer a usted”. El comentario de Iriarte tampoco
tiene desperdicio: “Tales fueron, poco
más o menos, sus palabras. Tal el discurso extravagante e inmoral de aquel
hombre que pasa en el concepto de algunos por una cabeza privilegiada”. Y por cierto que Alvear no se quedaría en meros proyectos.
Al extinguirse la gloriosa batalla de Ituzaingó, el general en jefe “se apoderó de la vajilla de plata del marqués de Barbacena. Era hombre que no se descuidaba. El general Soler
participó del botín aligerando los baúles del marqués. Después repartió algunos
trapos entre los jefes del cuerpo de ejército que él mandaba. A mí no me tocó
nada, no sé por qué. Pero habría desdeñado admitir una sola prenda, a no ser
que hubieran sido libros o cartas topográficas. Para nada de esto se acordó
Soler de mí”. Por lo visto, Alvear tampoco
se acordó de sus promesas de enriquecer a Iriarte.
Juan Manuel de
Rosas: “este picaro siempre ha sido cobarde (...). Era una especie de señor
feudal. Estableció reglamentos extravagantes y crueles, a que él mismo quiso
sujetarse, y así, gradualmente, fue ascendiendo en consideración y prestigio
entre los habitantes de la campaña del Sur: eran éstos los criminales,
ladrones, salteadores de caminos, asesinos, hombres inmorales y delincuentes, a
quienes perseguía la justicia de las leyes y que, por evitar un merecido e
infalible castigo, se refugiaban en los campos de Rosas . . .”.
Obviamente son muy discutidas: Iriarte siempre integró el partido unitario….
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