Rosas

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sábado, 31 de octubre de 2020

Gran Malvina 1982. Puerto Yapeyú: Una batalla correntina ignorada

Por Jorge Deniri

Han transcurrido 39 años desde que terminó nuestra guerra en el Atlántico Sur. Una contienda que ha sido una auténtica bisagra histórica para nuestro país, porque hay un “antes” y un “después” de Malvinas que conlleva cambios raigales en cuestiones que parecían inconmovibles de nuestro ser nacional. Por de pronto, aquella guerra fue la única en que debió batallar abiertamente y contra un adversario exterior el ejército conscripto. Yo diría que el verdadero quiebre de la justificación del servicio militar entre nosotros, fue la rajadura que en el contexto social generó aquella derrota, mucho antes que se produjera la muerte del soldado Carrasco.

Por entonces, como nuestro país no es un todo homogéneo, también en lo que hace al servicio militar Corrientes era diferente. Personalmente, he visto conscriptos exceptuados por razones de salud, pidiendo a los médicos que los incorporaran igual aunque sea como personal de limpieza, porque no deseaban regresar a sus pueblos con lo que sentían como un rechazo vergonzoso, un baldón. Después de años de bregar con la Historia de Corrientes, no tengo dudas que esas actitudes, y el orgullo de aquellos antiguos conscriptos correntinos de lucir su uniforme, eran el producto del ayer provincial. Un pasado de guerras exaltado como contribución fundamental de Corrientes a lo largo de todo el siglo XIX, potenciado por el quehacer esencialmente pecuario de una provincia “jineta” aislada por los ríos y los malos caminos. Gente de a caballo, “hombres del silencio” como escribiera Renée del Castillo. Una suerte de Sicilia argentina inclusive con idioma propio, y una épica que se fuera trasmitiendo de generación en generación hasta para bromear con la Argentina, Corrientes y la guerra. Hombres que, como escribió el Gato Moro, se ponían contentos ante la perspectiva de una pelea, porque eran correntinos.
La derrota lo barrió todo. Nosotros somos un pueblo que quizá con mayor celeridad que ningún otro arrastramos por el lodo al que ayer exaltábamos. Los DT de nuestro fútbol son una buena muestra, y tantas décadas después, aunque las Malvinas parecieran seguir encarnando una causa nacional, los que fueron a batallar por ellas reciben una consideración ciudadana diferenciada.
Nadie pone en duda la actuación de la aeronáutica y la aviación naval. Con aquel bautismo de fuego, con su sacrificio, sus ingentes pérdidas y las que causaron a los ingleses, entraron en el salón de la fama a nivel mundial. Nadie se arriesga a tratar de esmerilarlos, ni a ellos ni a sus acciones poco menos que suicidas. Todo lo más, entre nosotros se los hace víctimas de la llamada “conspiración del silencio”. Un poco como si no existieran.
Y cuando digo nadie, me refiero a la labor disolvente de aquellos que hace también décadas, se esfuerzan por demostrar que por un lado lucharon los conscriptos, heroicamente pese a sus pocos años (en realidad de edades análogas a las cualquier otro ejército), abandonados por sus oficiales y suboficiales, que, se pretende, se condujeron pensando solo en sí mismos cuando no cobardemente. Hay libros y producciones cinematográficas sobradas, y quien más, quien menos, todos hemos tenido acceso a ellas.
Al respecto, ¿Cómo fue la conducta de los hombres de ese regimiento correntino reforzado, el 5 de Infantería de Paso de los Libres, que se batió en Puerto Yapeyú? ¿Justifica seguir pensando en la existencia de una épica, más allá del resultado final? Como sea, aunque aquellos hechos ya estén inscriptos de modo indeleble en la Historia del pasado militar de Corrientes, cabe recordar que la épica correntina se forjó a través de señaladas victorias como Caá Guasú o Caseros, pero también con el barro amasado de duras derrotas en Pago Largo, Arroyo Grande y Vences Rincón. Porque a la hora de sacar las cuentas, hay derrotas que, merecidamente, también le otorgan al vencido su parte de gloria y su lugar en la Historia, y en realidad ese es el destilado que espero de estas notas, puesto que la obra de Arias Malatesta me dejó un poco con la sensación de que, como quien dice, “perdimos sí, pero por penales”.
Sí, allí después de días y días de luchar contra los Harriers, los Vulkan y las fragatas bitánicas, el espíritu de Mabragaña y sus soldados parece haber emergido incólume, pese a que apenas tenían como responder los ataques, y el resto del tiempo luchaban contra los enemigos más insidiosos, constantes, los que no permiten un segundo de reposo: el frío y el hambre, aislados y sin posibilidad de ayuda, más que ninguna tropa antes en nuestra historia.
Y el frío y el hambre, se potencian mutuamente, porque cuantas menos calorías se disponen más efecto hace la temperatura, enfrentada con uniformes inapropiados, porque eran los mismos que usaban en Corrientes, a lo que se sumó un duvet de origen israelí que fue su única prenda apta para el frío.
Pero hay otra cuestión que aumenta el efecto del frío, que es la humedad. La ropa mojada o simplemente húmeda agrava las consecuencias de las bajas temperaturas, y en Malvinas, basta con cavar un poco para que brote el agua, por lo que los hombres del 5 se veían obligados a dormir al costado de sus pozos, expuestos a los ataques sorpresivos.
El regimiento y las fracciones que lo reforzaban de Ingenieros, Comunicaciones y Sanidad, pertenecían todos a una Brigada correntina, pero los conscriptos no sólo eran de Corrientes, sino que también había chaqueños, formoseños y santafesinos de la cuña boscosa. Muchos de ellos eran lo que afectuosamente conocemos como “menchos”, analfabetos de nuestras campañas que saldrían sabiendo leer escribir y contar de la escuela primaria del Regimiento extinta luego junto con la conscripción.
El 2 de abril, la respuesta de los que hicieran allí su servicio, estuvo a tono con la historia grande de Corrientes. Un testigo narra que “Avanzado el día comenzaron a congregarse espontáneamente docenas de ex soldados...Sin conocer exactamente lo que sucedía...se agolpaban en el portón de acceso al cuartel de Paso de los Libres. Los ciudadanos, que ya habían cumplido con la Ley del Servicio Militar Obligatorio, querían ingresar al cuartel para volver a vestir el uniforme...Docenas de jóvenes de las clases 1962, 1961 y hasta algunos de la 1960 se agolpaban sobre la entrada. Incluso había voluntarios de mayor edad e individuos que nunca habían recibido instrucción militar. Todos querían participar...”.
Muchos de los que estaban en otros puntos, no esperaron a recibir aviso. Un ex conscripto de Las Breñas que estudiaba ingeniería, escuchó la noticia viajó a despedirse y sus padres lo llevaron a Libres “...donde lloramos y nos despedimos ante el destino incierto. Mi madre, que era docente, me dijo – Hay que cumplir con la Patria, hijo -, en aquel tiempo no hacía falta un papel para saber lo que era correcto”.
Otro ex conscripto, de Villa Ángela, que vivía en Derqui, provincia de Buenos Aires, estaba haciendo un curso de computación en la capital, cuando supo la noticia avisó a sus padres y se tomó un colectivo a Paso de los Libres.
Un Cabo 1ro formoseño, era casado con una beba de un año, y Mabragaña le dio la opción de quedarse a cuidar el cuartel, pero se fue a la casa y le dijo a la esposa: “armá la valija que te vas a Formosa...Yo me voy al sur...”.
Un conscripto de la zona rural de Goya, que integró la Compañía de Ingenieros 3 de Monte Caseros, tampoco esperó y se fue a presentar voluntario “...no tenía nada que perder, excepto la vida. Pero mis maestros me enseñaron bien que las Malvinas eran nuestras. Entonces me fui a defender lo mío”.
El espíritu de los que debieron quedarse no parece haber sido diferente, un soldado con un mes de incorporado narra que cuando el regimiento partió, “Todo el pueblo estaba presente en la estación...dos de mis amigos...se estaban yendo. Sentí ganas de mezclarme con ellos y subirme al vagón...me tuve que conformar con verlos partir y luego volver al cuartel. Fue muy emotivo”.
El 11 de abril a las dos de la mañana, partieron por tren los primeros 157 hombres del Regimiento 5, con todos los vehículos, abastecimientos y municiones.
Sin embargo, ya el 5 de abril, apenas 3 días después de retomadas las islas, escribe Arias Malatesta que “...con un llamativo grado de alistamiento, zarpó desde el puerto de Portsmouth, en Inglaterra, la mayor fuerza de tareas naval que los británicos hayan reunido desde la Segunda Guerra Mundial”.
Hasta aquí a grandes rasgos los prolegómenos de la hazaña. En la próxima nota, si Dios quiere, los hechos de armas.

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