EN ROSARIO (1831)
… Todo lo relativo a la guerra que, según el tratado de 4 de enero debía ser del resorte de la Comisión Representativa, no puede convenirse con ella a causa de que, habiéndose retirado el diputado de Buenos Aires, ha más de seis meses, pretextando enfermedad, aquel gobierno no ha llenado este déficit, y esto ha ocasionado que hoy no exista más diputado que el de esta provincia. El relato que acabo de hacer, persuadirá a usted de la justicia con que he solicitado abdicar el mando del Ejército y lo convencerá de la exactitud de mi cálculo cuando he dicho que siempre juzgué que tal nombramiento era puramente nominal, como que en realidad lo es. Protesto a usted, que la principal razón que me decidió a pasar por todo, fue el convencimiento de que ésta era la oportunidad más favorable para llenar los constantes y suspirados votos de los pueblos y sacarlos de la espantosa miseria y degradación en que ha tanto tiempo están sumidos: La organización de nuestra patria. Pero, cuál no habrá sido mi asombro y desaliento, mi buen amigo, cuando, llamado a Rosario con instancia por el señor Rosas y cuando yo juzgaba que el objeto de esa entrevista debía ser allanar los obstáculos que pudiera haber a la asecución[11] de aquel sagrado e importantísimo objeto, me dice el señor Rosas, la primera vez que allí hablamos sobre este negocio: Éste no es tiempo de constituir el país y es preciso, compañero, que prescindamos de Comisión Representativa…
Tal explicación hizo que aquel amigo tuviese muy luego una entrevista conmigo en la que convino que nombraría sin demora el diputado por Buenos Aires y lo mandaría a Santa Fe; en que también mandaría sin ninguna postergación al señor Corvalán, nombrado diputado por Mendoza y en que si logobiernos del interior, a quienes yo había escrito a este respecto, estaban por la constitución del país, y en consecuencia porque siguiese la Comisión hasta llenar las atribuciones estipuladas en el tratado del 4 de enero, él secundaría el voto de los demás en igual sentido. Esto fue lo único de que allí hablamos de importancia y quedó convenido. Mas usted conocerá que, desde que el señor Rosas opinó por la no constitución del país y desde que tengo motivo para creer que en este mismo sentido se ha escrito al interior para que obre de igual modo, yo no puedo dejar de estar alarmado y extremadamente disgustado, al ver una cosa que nunca pude ni debí esperar, y al contemplar cuán estériles e infructuosos han si do todos los esfuerzos y sacrificios que tan heroicamente han prodigado los pueblos, hasta ponerse en actitud de pensar en lo único útil que les resta que alcanzar, como único medio de reparar sus pasadas desgracias. En medio de todo esto, observo con sentimiento que en el interior se tiene una idea equivocada respecto a mi posición, y que en lo general se cree que me hallo con bastante poder para evitar los males que nos amenazan; mas usted conocerá, por todo lo comprendido en esta carta, que «te juicio es inexacto, y sentiría que él diese lugar a conjeturas desagradables, partiendo (yo) del invariable principio de que todo aquello que se depare de la organización de nuestra patria, es ajeno de mí y que jamás prestaré mi deferencia a tales ideas. Después del bosquejo que hago a usted del estado actual de nuestros negocios, réstame hacerle una observación que no puede usted desconocer y que espero confiadamente no desatenderá: usted, por su posición y mil poderosas razones que sería cansado detallar, aparece con justicia a la cabeza de los negocios del interior. Mientras usted permanezca en esta posición, no creo difícil que arribemos a la suspirada organización; pero si usted se separa, va infaliblemente a resultar una espantosa divergencia en las opiniones, y de aquí partirá el pretexto de que en otras ocasiones se han valido nuestros antagonistas para cruzar los empeñosos esfuerzos que se han hecho para organizamos.
Dije a usted, al principio, que le hablaría con toda franqueza de mi carácter. Reproduciendo ahora lo mismo y en la confianza que me inspira su amistad, le diré: Que juzgo que usted no debe absolutamente dejar el mando del ejército que está a sus órdenes, ni abandonar los pueblos a su política particular. Usted conoce el desquicio espantoso en que ellos han quedado y no es fácil calcular los graves males que van a pesar sobre ellos si no hay un punto de dirección. Es usted únicamente quien en el interior puede darlo. En fin, espero lleno de confianza, que, haciendo usted un gran esfuerzo, querrá hacer al país el bien de continuar siquiera hasta que hayamos puesto el primer plantel a nuestra organización, la cual, prestando usted su cooperación, no presentará grandes dificultades, porque a pesar de todo lo anterior dicho, estoy penetrado que nuestro común amigo el señor Rosas es un buen hijo de la tierra y un buen amante de las libertades públicas, y lo único que yo juzgo que puede haber en sus opiniones, es: o extravíos en sus ideas, sin conocerlo, o sugestiones hábilmente manejadas por los que nunca podrían ser amigos de la prosperidad de los pueblos, por considerarla incompatible con la de Buenos Aires.
Estanislao López
Muy mal correspondió Quiroga a la confianza de López porque hizo llegar la carta a manos de Rosas, que debió de agradecer de corazón aquel testimonio de amistad… Quiroga ejercía gran influjo en el interior y Rosas pudo estar seguro de que la organización federal sería combatida por el caudillo riojano dentro de una extensa zona política. Por eso envió nuevamente sin muchos recelos, el diputado a la Comisión Representativa de Santa Fe. Pero apenas se dejó sentir en el seno de la misma Comisión una política de principios y se hicieron algunas gestiones en el interior, Rosas calificó de anárquicas aquellas ideas, retiró al diputado, y Quiroga amenazó al delegado de Córdoba con hacerlo aparecer «colgado». Ya se había firmado el pacto de 1831. Después de este golpe político en el orden nacional, Rosas rehusó ser reelegido gobernador, porque la Legislatura no le dio las facultades extraordinarias que apatecía (diciembre de 1832). Elegido gobernador el general Juan Ramón Balcarce, Rosas llevó a cabo la expedición al desierto en 1833 con el fin de ampliar las fronteras y asegurar la tranquilidad de los pobladores del sur.
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