Por el Prof. Julio R. Otaño En los primeros días posteriores a mayo de 1810, se pudo
apreciar los principales focos de
oposición: Montevideo, Paraguay, Córdoba y el Alto Perú. En el
caso de Córdoba, el Gobernador-intendente Gutiérrez de la Concha, el Obispo
Orellana, el jefe de las milicias locales y el ex virrey Liniers, desconocieron
a la Junta porteña y el cabildo juró lealtad al Consejo de Regencia.
Las fuerzas de Buenos Aires –encabezadas por Ortiz de Ocampo– lograron controlarlo: los jefes de la conspiración fueron apresados y el 26 de agosto fusilados. La decisión de ejecutarlos no fue sencilla ya que el Deán Funes y otras personas con relaciones e influencia en Córdoba o allegadas a las víctimas, se acercaron a Ortiz de Ocampo y lograron persuadirlo del rechazo político que generaría la medida y de que lo más acertado era trasladar a los prisioneros a Buenos Aires. El Oficio que Ocampo mandara en esos términos fue rechazado al llegar a la ciudad y se envió un grupo de tropas con Castelli, French y Balcarce a cumplir la sentencia, de la cual sólo se decidió dejar exceptuado al Obispo, por respeto a su investidura. Los amotinados junto a Liniers eran el mencionado brigadier Juan Gutiérrez de la Concha, el coronel Santiago Alejo de Allende, el doctor Victorino Rodríguez y el tesorero de la Real Hacienda Joaquín Moreno. Fue así que fueron fusilados en el Monte de los Papagayos (Cabeza de Tigre) el 26 de agosto de 1810. La decisión de aplicar la muerte a los conspiradores implicaba también tomar una serie de disposiciones en este caso, los cadáveres fueron enterrados en una estrecha fosa común, que expresamente no tendría ninguna señal que los identificara. Los cuerpos de los ajusticiados fueron sepultados en las cercanías de la capilla de la Cruz Alta, en el interior de Córdoba, pero no resultaron exhibidos, como ocurrió con otros cadáveres ajusticiados en ese entonces.
Las fuerzas de Buenos Aires –encabezadas por Ortiz de Ocampo– lograron controlarlo: los jefes de la conspiración fueron apresados y el 26 de agosto fusilados. La decisión de ejecutarlos no fue sencilla ya que el Deán Funes y otras personas con relaciones e influencia en Córdoba o allegadas a las víctimas, se acercaron a Ortiz de Ocampo y lograron persuadirlo del rechazo político que generaría la medida y de que lo más acertado era trasladar a los prisioneros a Buenos Aires. El Oficio que Ocampo mandara en esos términos fue rechazado al llegar a la ciudad y se envió un grupo de tropas con Castelli, French y Balcarce a cumplir la sentencia, de la cual sólo se decidió dejar exceptuado al Obispo, por respeto a su investidura. Los amotinados junto a Liniers eran el mencionado brigadier Juan Gutiérrez de la Concha, el coronel Santiago Alejo de Allende, el doctor Victorino Rodríguez y el tesorero de la Real Hacienda Joaquín Moreno. Fue así que fueron fusilados en el Monte de los Papagayos (Cabeza de Tigre) el 26 de agosto de 1810. La decisión de aplicar la muerte a los conspiradores implicaba también tomar una serie de disposiciones en este caso, los cadáveres fueron enterrados en una estrecha fosa común, que expresamente no tendría ninguna señal que los identificara. Los cuerpos de los ajusticiados fueron sepultados en las cercanías de la capilla de la Cruz Alta, en el interior de Córdoba, pero no resultaron exhibidos, como ocurrió con otros cadáveres ajusticiados en ese entonces.
En
1861, el cordobés Santiago Derqui (sobrino
nieto de una de las víctimas de 1810, el doctor Victorino Rodríguez),
presidente de la Confederación Argentina, ordenó que se recuperaran los restos.
Fue enviado
el sargento mayor Felipe Salas, las autoridades del lugar citaron al “vecino don Pascual Almirón, de edad de
setenta y dos años y que presenció la ejecución, residente actualmente en esta
villa, que asistió a la inhumación quien dijo: no podía determinar con
exactitud dónde fueron sepultados sino aproximadamente como lo hizo: que la
fosa no pudo contener en su superficie los cinco cadáveres, y sí sólo tres encima de los cuales se
colocaron dos atravesados; y que no conocía a ninguno de ellos. Habiéndose hecho varias excavaciones, en
distintas direcciones, por medio de ·las cuales se encontró el grupo de los
cinco cadáveres, con la misma colocación indicada por el expresado Almirón. Los esqueletos no se pudieron mover sin,
deshacerse. Se encontraron en la fosa diez suelas de botas o zapatos, y dos
botones, en uno de los cuales se percibe bien una o corona en relieve.
Los
restos de Liniers, Gutiérrez de la Concha y sus compañeros fueron enviados en
una caja de madera a Rosario, quedando depositados en la Iglesia Matriz. El 27
de marzo de 1861, fueron embarcados en el vapor Pampero. El 15 de abril se les
trasladaron desde la Capitanía del Puerto de Paraná hasta el Panteón de la
Familia Rams y Rubert efectuando los honores militares correspondientes. Al
siguiente día llegó el Presidente de la República Argentina doctor Derqui, que
presidió los funerales acompañado de su estado mayor. Enterado el Gobierno español de las honras
efectuadas, encomendó al vicecónsul de España en Rosario que agradeciese a las
autoridades argentinas el homenaje a Liniers y a su compañero Gutiérrez de la
Concha, y que solicitase que sus restos fuesen puestos a su disposición para
ser enviados a España.
El cónsul
español asentado en la ciudad de Rosario, Joaquín Fillol, solicitó al Nuevo Presidente Bartolomé Mitre los
restos en nombre de la reina de España Isabel II, para ser depositados en un
mausoleo en el Panteón de los Marinos Ilustres. El mandatario accedió al pedido, aunque la única hija de Liniers residente en Buenos
Aires, María del Carmen Rosario Liniers
de Perichón se opuso a tal medida.
Los
descendientes de Gutiérrez de la Concha y Liniers que vivían en España y
Francia, a los que asistían idénticos derechos , por el contrario apoyaron la
repatriación, argumentando que los restos estaban mezclados y debían permanecer
juntos en la Península Liniers
y Gutiérrez de la Concha, habían combatido juntos contra los ingleses cuando
invadieron Buenos Aires a principios del siglo XIX y sin duda se trataba de las
figuras más destacadas, por la envergadura de los cargos que ejercieron para la
Corona.
Los restos se embarcaron en el vapor Dolorcitos, que los
condujo a Montevideo, siendo embarcados en el
Gravina que los condujo a España. Llegados
al arsenal de La Carraca el 8 de junio de 1864, fueron trasladados al Panteón de Marinos Ilustres en la
población militar de San Carlos de la ciudad de San Fernando.
A este respecto manifiesta el capitán general del
Departamento de Cádiz en carta número 1.358 dirigida al ministro de Marina de
11 de junio de 1864 lo siguiente: «A las
cinco de la tarde del 9 del actual, el bergantín Gravina, surto en el caño de
La Carraca, y que conducía los restos mortales de los Sres. Jefe de Escuadra D.
Santiago Liniers, brigadier de la Armada don Juan Gutiérrez de la Concha y
demás compañeros sacrificados en Buenos Aires el año de 1810 por su lealtad a
la patria, principió los honores
fúnebres de Jefe de Escuadra con mando, disparando dos cañonazos, embicando
sus vergas, poniendo a media asta sus
banderas de popa proa, e izando a medio mastelerillo la correspondiente
insignia, imitando la demostración de banderas los establecimientos del
Departamento, falúas, arsenal y buques de guerra armados y surtos en sus caños,
embicando también sus vergas y siguió el Gravina disparando un cañonazo a cada media hora, exceptuando las de retreta a
diana. » Llegados los mencionados
restos al Panteón de Marinos Ilustres,
fueron recibidos por el Director del Colegio Naval Militar que los esperaba
a la entrada. Incorporada toda la fuerza
militar y de marinería en las proximidades de dicho Panteón, hizo la primera
descarga al colocarse el palenque en la capilla del Colegio. Terminado todo
aquello quedaron depositados los mencionados restos mortales en la misma
capilla del Colegio, y desfiló toda la
fuerza militar y de marinería en columna de honor por frente del citado
Panteón, retirándose enseguida a sus cuarteles y buques. »San Fernando 11 de
junio de 1864 —Bustillo—». De este modo retornaron a España, tras el largo
periplo narrado, los restos mortales del defensor de Buenos Aires.
Inciso en el mármol del basamento se lee en el frente: “Aquí
reposan las cenizas/ del Exmo. S. D. Santiago de Liniers/ Jefe de Escuadra
Virrey que fue/ de Buenos Aires,/ y del S. D. Juan Gutiérrez de la Concha/
Brigadier de la Armada/ y Gobernador Intendente de la/ Provincia de Córdoba del
Tucumán”. Y en la parte posterior: “Vencedores juntos/ en la gloriosa
reconquista y defensa/ de Buenos Aires (1806-1807)/ dieron también juntos la
vida/ por España el 26 de agosto de 1810/ Sus respectivos hijos/ le dedican
este monumento en/ 1863”
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