POR EL PROF. JBISMARCK
El general Ángel Pacheco y el coronel
Pedro Ramos fueron los más activos y eficientes colaboradores de Rosas en la primera conquista del “desierto”.
Pacheco disponía de 900 hombres y probados jefes: Hilario Lagos, Antonio Ramírez, José María Flores, Francisco Sosa y Juan José Hernández. Cruzado el Colorado llego al río Negro. Pudo derrotar al cacique Payllarén y gran parte de su tribu, con poca pérdida de su parte, pero contra !o esperado, no pudo sorprender a los indios reunidos en la isla Choele-choel, refugio del escurridizo cacique Chocorí, donde se estableció un destacamento. Mientras los agrimensores Chiclana y Descalzi se ocupaban de reconocer el territorio, Rosas recibía al naturalista Charles Darwin en su campamento de Médano Redondo, llegado hasta esas regiones a bordo del Beagle (capitán Fitz Roy).
Las duras
condiciones en que se encontraba la columna forzó a Pacheco a establecer
cuarteles de invierno, reponiendo el vigor de sus caballadas Sin embargo, otros
jefes como los comandantes Lagos, Sosa y Hernández prosiguieron sus
exploraciones: el 16 de agosto fueron sorprendidos muchos indios y en el
combate quedaron muertos los caciques Pichi-loncoy y Millao, y prisionero el
cacique Paynén.
El 3
de septiembre el general Rosas resumió en carta al coronel Vicente González el
resultado obtenido hasta entonces:
Para
su satisfacción y la de los amigos, le diré que en este Ejército se conserva en
todo su vigor la moral y rigores de disciplina, sin haber hasta la
fecha un solo desertor. Ya tenemos más de 600 prisioneros en chinas y chivitos,
muchas cristianas libres del cautiverio, siendo a mi ¡uicio más de 800 los
indios muertos desde que se abrió la campaña, pues es indecible lo que ha
rendido las matanzas de las descubiertas.
Pacheco llegó a la confluencia de
los ríos Limay y Neuquén en la proximidad de la Cordillera (46 leguas de Choele
Choel), el punto más extremo alcanzado por los cristianos. Una semana después
estaba de retorno en la gran isla, y a mediados del mes siguiente de vuelta en
el campamento de río Colorado.
Por su
parte, el coronel Pedro Ramos, con 300 hombres y 100 indios auxiliares llegó a los contrafuertes de la Cordillera Andina, según
rezaban las instrucciones recibidas del Comandante de la División Izquierda.
El
coronel Ramos retornó tras 40 días de campaña al campamento en Médano Redondo,
tras vencer las inclemencias opuestas por el tiempo y la naturaleza, habiendo
enviado a sus hombres hasta cerca del río Atuel,
en Mendoza. En su regreso pudo capturar al cacique Cayupán con 45 indios que
escapaban de una fuerza mandada por el mayor Leandro Ibáñez.
Rosas
ya estaba al tanto del fracaso de las otras dos Divisiones: “Que lástima que hayan fallado el Centro y la
Derecha y el Gobierno de Chile. Es indudable que ya estaría acabada la campaña
si así no hubiera sido, o si en nuestra Provincia no hubiera tenido tan poderosos
enemigos la expedición
Rosas
efectuó un resumen de lo obrado por la División a sus órdenes, en carta del 12
de septiembre dirigida a su futuro consuegro Terrero, “mi querido amigo y
compañero Juan"
Aún no ha llegado la Derecha, y sigo con un puñado de soldados haciendo la fatiga en toda la extensión de tan dilatado como escabroso desierto En Choele-Choel está la principal fuerza y los mejores jefes con Pacheco. Tiene 900 hombres sin indios entre caballería e infantería. Ramos anda hoy cerca de la Cordillera, a 100 leguas de este punto con 300 soldados de caballería y 100 indios. Por allí los campos son pura piedra y montes. Por supuesto que esto es mucho más arriba del punto que debía ocupar la Derecha, que aún no ha podido llegar ni salir de sus primeras posiciones de San Rafael, a donde retrogradó por la flacura de sus caballos El Centro ya sabrás que no existe La orden del general Quiroga es propia de la fortaleza y grandeza de su alma Los esfuerzos y sacrificios que este hombre singular ha hecho son de gran valor y dignos del mayor reconocimiento. Miranda anda con 120 soldados y 60 indios, a más de 100 leguas de distancia en rumbo al noroeste, por los campos linderos a los ranqueles. Al mayor lbáriez lo he despachado hoy con 50 cristianos y 100 pampas con la orden de pasar el río Negro y correr el campo hasta 100 leguas al sud. No hay por ahí mas enemigos que el cacique Cayupán con algunos indios y muchas familias de las que han escapado escondidas. Si dá con los rastios los seguirá aunque sea hasta Chile, porque lo mando bien montado.
Después de
esto ya no me quedan aquí mas que 150 infantes, los artilleros, y la gente que
cuida las reses y caballos flacos, que siempre tengo invernando. Ningunos
caballos se han perdido hasta la fecha. Por el contrario, se han aumentado con
los que se han tomado al enemigo. La gente come carne de yegua, y si tuviera
yeguas en abundancia no necesitaría vacas. Ya ves que a toda vela arriesgo con
la poca fuerza que tengo, pero no hay mas remedio. Digo
arriesgo, porque a tan largas distancias no parece prudente mandar tan pequeñas
Divisiones, que hablando propiamente no son otra cosa que partidas fuertes,
con la imposibilidad de poderse proteger.
Ya
estaría acabada la campana si no hubiesen fallado el Centro y la Derecha, o si
yo hubiese traído 1.000 hombres más.
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