Por Miguel Angel Scenna
Falleció en Buenos Aires el 5 de enero de 1857 a los 61
años. Fue sepultado en la Recoleta, en la bóveda del general Díaz Vélez, su
cuñado.
Pasaron los años. Al llegar 1895 se cumplía el centenario
del nacimiento de Lamadrid. Gobernaba Tucumán don Benjamín Aráoz, de la copiosa
parentela de don Gregorio, quien propuso trasladar los restos del general a la
ciudad natal. Con permiso de los descendientes se procedió a cumplir ese
propósito. Una comisión especial, acompañada de buen número de personalidades,
exhumó el cadáver de Lamadrid. Al abrir el féretro apareció el esqueleto del
general, sobre el que se veían restos del uniforme y las insignias del grado.
Pero lo verdaderamente impresionante fue el momento en que se extrajo el
cráneo. Sobre él se veían con perfecta nitidez los hachazos de El Tala, sesenta
y nueve años atrás. Otro instante de suspenso se vivió al divisar entre las
costillas una bala, que fue retirada por Adolfo P. Carranza, director del Museo
Histórico Nacional, con el fin de guardarla en esa institución. Los huesos fueron lavados con una solución de
cal y depositados en una urna con la inscripción
GENERAL G. A. DE LAMADRID
1795 - 1857 – 1895
En esa urna los restos fueron trasladados a Tucumán donde
descansan.
Un autor, no historiador, notable por sus rotundas
afirmaciones sin sombra documental y por su ignorancia de documentos editados,
ha dudado de la veracidad de las quince heridas de sable y el balazo de El
Tala. Deja entrever la sospecha de que todo no pasa de un simple macaneo de la
historia liberal para propaganda de sus proceres.
Por un lado, Lamadrid habla abundantemente del asunto en sus
Memorias, pero claro, puede decirse que son exageraciones de don Gregorio. Para
salir de dudas, basta con recurrir a los diarios que dieron la noticia de la
exhumación, que ofrecieron detalles. Pero mejor aún es acudir al acta de la
misma, que ha sido publicada, por ejemplo en el apéndice de las Memorias que
hemos consultado para este trabajo, página 388 del tomo segundo. Luego de su
lectura, pocas dudas pueden quedar de la veracidad de Lamadrid:
“En la ciudad de Buenos Aires, a los diez y nueve dias del
mes de noviembre de mil ochocientos noventa y cinco, reunidos en el cementerio
del Norte los miembros de la comisión nombrada por el gobierno de Tucumán con
fecha cinco del corriente, y compuesta de los doctores Próspero Mena y Luis F.
Aráoz, y los señores Adolfo P. Carranza y Agustín Roca, a objeto de recibirlos
restos del general Lamadrid para trasladarlos a su ciudad natal, encontrándose
en el sepulcro de la familia Diaz Vélez, en presencia y con el consentimiento
de sus deudos, la señora Josefa Aráoz de Lamadrid y doctor Marcelino Aravena,
nuera y nieto del general, deudos, antiguos compañeros de armas y ciudadanos
que hablan concurrido a presenciar el acto, se procedió a destapar un cajón
que, por las señas de los deudos y constancia de los libros de la administración
que dicen haberse sepultado en dicha tumba el seis de enero de mil ochocientos
cincuenta y siete el general don Gregorio Aráoz de Lamadrid, fallecido el día
anterior, y abierto que fue y reconocido por las insignias militares cuyo despojos
se veían; los doctores Aravena y Cantón manifestaron que encontraban el esqueleto
completo con excepción de los dientes, cuya caída se habla efectuado antes de
su muerte. En el cráneo se notaban las siguientes cicatrices: una oblicua en la
parte media y superior hueso frontal, otro en la sutura froatoperietaJ derecha,
otra en la sutura temporoparietal, además dos cicatrices próximas una a la otra
en parietal derecho; otra de grandes proporciones dirigida a la sutura
latoidea, a cuatro centímetros de la sutura oc-cipitobipanetal. además dos cicatrices
ulcerativas en el hueso occipital y en la sutura occipitoparietal derecha:
notábase también vestigios de una cicatriz en los huesos propios de la nariz, y
también se encontró en la séptima costilla una herida de forma ovalada que
había dado paso a una bala de plomo de doce milímetros de forma esférica, que
se alojó en la cara interna de la misma costilla, donde dio lugar a la
formación de un proceso ulcerativo con trayecto fistuloso en la misma costilla.
Esta costilla se había adherido por una brida cicatricial o sea con la costilla
próxima inferior.
Cerrada a urna, los miembros de la comisión firmaron para
constancia esta acta con los señores presentes que quisieron hacerlo.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario