Rosas

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miércoles, 15 de diciembre de 2021

Década de 1930: Nacionalismo y Revisionismo Histórico Argentino

Por el Prof. Jbismarck 

Los nacionalistas que algunos autores llamarán nacionalismo «de derecha», «clerical», «aristocrático», «oligárquico» (para compararlos con los nacionalistas “populares” “democráticos” etc) se afianzan en los tiempos previos al golpe de setiembre de 1930. Entre los nombres importantes estarán el poeta Leopoldo Lugones, lejos de su socialismo de principios de siglo, y Carlos Ibarguren, y una influencia externa a destacar será la del francés Charles Maurras.  Ibarguren, hombre de confianza de Uriburu al igual que Juan E. Canilla (otro nacionalista septembrino de trayectoria inusitada), ha dejado en sus memorias testimonios valiosos sobre los nacionalistas. Así, con respecto a la herencia del movimiento encabezado por Uriburu, Ibarguren manifiesta: «La revolución significó un salto detenido por la acción de los grupos políticos que impidieron se realizara el programa que su jefe quiso darle, lo que no se pudo alcanzar por la falta de una poderosa fuerza cívica organizada y coherente que apoyara el nuevo orden proclamado por el general Uriburu. Pero esta revolución engendró una consecuencia fundamental: la corriente ideológica nacionalista que consiguió marcar, diez años después, una línea nueva en la evolución histórica argentina. El jefe de la revolución de setiembre lo vaticinó como un presentimiento, cuando se retiró del gobierno, al periodista señor Espigares Moreno: “Yo creo y espero —dijo— que el germen de la revolución no se perderá y que irá a la historia, más allá de los intereses puramente políticos”». (Extraido de “La Historia que he vivido”)

 

Existe una crítica dura al Estado liberal y a los partidos tradicionales. «los partidos políticos no representan los valores nacionales y que se apoderan del Estado por intermedio del sufragio universal ciego e irresponsable” La influencia de Mussolini, y luego de la guerra civil española también la de Franco son evidentes.   Marcelo Sánchez Sorondo dice: «Así, nuestra convicción comenzó siendo religiosa. Después, fuimos fascistas, acérrimos fascistas”.  Por supuesto fundamental la formación católica, y resulta conocida la actitud adoptada por la Iglesia Católica —después del pacto de Letrán— frente al fascismo de Mussolini: encíclica Quadragesimo anno, Acción Católica, etc.   Para Jorge Abelardo Ramos: «Poseídos de un fervor ultramontano, los nacionalistas condenaban al liberalismo agonizante en nombre del feudalismo sepultado». Algunos se incorporarán al peronismo donde de alguna manera se diluirá su «nacionalismo» de élites. Alguno de ellos, como el historiador Ernesto Palacio, llegará a diputado nacional por la conjunción de fuerzas triunfantes en 1946.  Otros como el gran historiador Vicente D. Sierra ocupan cargos fundamentales en cultura y educación.

La Nueva República organo principal del nacionalismo contó con Rodolfo Irazusta como director, Ernesto Palacio como jefe de redacción y Juan E. Carulla, Julio Irazusta, Mario Lassaga, César Pico y Tomás Casares como colaboradores. También desde la revista Criterio, que se lanzó en 1928 con la dirección de Atilio Dell’ Oro Maini, se expresaron las plumas nacionalistas católicas. A los citados Casares, Pico y Palacio, se agregaron Ignacio Braulio Anzoátegui, Manuel Gálvez, Enrique Pedro Osés, y los sacerdotes Leonardo Castellani y Julio Meinvielle, entre otros.  Las consecuencias del Pacto Roca-Runciman, no pasaron desapercibidas para el revisionismo católico. Al año siguiente a la firma del Pacto se editó La Argentina y el imperialismo británico, de Julio y Rodolfo Irazusta. Allí se analizaban las características coloniales del acuerdo y cómo se repetía la dependencia desde la época de Rivadavia. Del lado de los clérigos revisionistas se destacaron los sacerdotes Guillermo Furlong y Leonardo Castellani, notable escritor, quien tuvo presente a Rosas en sus cancioneros y escritos periodísticos. Pero hubo sacerdotes y laicos cuya preocupación se centró más en la amenaza del comunismo, la Guerra Civil Española, el III Reich y la cuestión judía.  Los más representativos fueron los sacerdotes Julio Menvielle y Virgilio Filippo y el escritor Gustavo Martínez Zuviría, en sus novelas El kahal (1935), Oro (1935), y 666 (1942), abordó la revisión de la influencia judía en nuestro país.

 

El 16 de junio de 1938, se reunieron en el restaurante Edelweiss de Buenos Aires Alberto Contreras, Juan Bautista Ithurbide, Ernesto Palacio, los hermanos Irazusta, Evaristo Ramírez Juárez, Pedro Vignale, Alberto Ezcurra Medrano, Isidoro García Santillán, Raúl de Labougle y Roberto de Laferrere. Su idea era “provocar un movimiento de revisión histórica”, y para eso crearon una entidad destinada a investigar sobre el período rosista. Unas semanas después, el 6 de agosto, se creó el Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, con el general Ithurbide como primer presidente. Fue un momento rutilante, con reediciones de obras de Carlos Ibarguren y difusión de la producción de Ernesto Palacio, Julio Irazusta, Vicente Sierra y Manuel Gálvez. Ernesto Palacio publicó Catilina (1935), La Historia falsificada (1939) y, muy posteriormente, su Historia de la Argentina (1954). Julio Irazusta, en paralelo, emprendió la edición de Vida política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia, de ocho tomos, en 1941.  Vicente Sierra comenzó su producción revisionista con El descubrimiento de América ante la conciencia católica (1944), El sentido misional de la conquista de América (1942) y Rosas (1943). Manuel Gálvez, por su parte, se destacó con La vida de Don Juan Manuel de Rosas (1940), que llegó a ser un éxito de ventas.

En general los nacionalistas no se han referido a los obreros más que para ubicarlos en alguna concepción corporativa que permitiese a las élites un manejo más descansado de la cosa política. Por eso su rechazo al proyecto de Juan D. Perón «Las ideas que preocupaban a Perón eran, por una parte, constituir una gran fuerza política y, por la otra, atraerse a los sectores obreros dificil concebir que un coronel sin experiencia en la vida civil pudiera constituirse en leader de las masas proletarias” (Carlos Ibarguren op. Cit).  Los nacionalistas son «antimarxistas». Las críticas al liberalismo se trasladan al marxismo, y califican a cualquier idea o a cualquier persona de liberal-marxista sin distinciones ideológicas.   El «nacionalismo», pues, adviene formalmente apoyando a una revolución que muy pronto deja de ser suya (la del 6 de setiembre de 1930), y se desarrolla durante el período que va desde 1931 a 1943 multiplicando las publicaciones periódicas (algunos nombres: Baluarte, Nuevo Orden, Crisol, La Nueva República, Sol y Luna, Nueva Política, El Fortín, Nuestro Tiempo, Balcón, los diarios El Pampero y El Federal…) y desarrollando una eficaz campaña proselitista en algunos medios (militar, universitario). Para el 4 de junio de 1943, en ocasión del golpe castrense, los nacionalistas ven llegar su segunda oportunidad. Participan como ideólogos del movimiento contra Castillo, una vez que las tropas han derrocado al anciano presidente. Marcelo Sánchez Sorondo aconseja en el «Discurso a los militares»: “El cuatro de junio es la fecha decisiva de un año decisivo. Ya está jugado el país. O se logra la unidad nacional o nos consume la anarquía. Vosotros, militares, tenéis ahora todos los mandos. Vosotros, militares, que hacéis de vuestra vida profesión de honor, habéis hecho, el cuatro de junio, profesión de fe»

Los nacionalistas consolidarán sus posiciones en el campo de la enseñanza, la administración pública, las relaciones exteriores, los nacionalistas mantuvieron puestos claves en la administración y particularmente en la docencia. A ella habían entrado pisando fuerte.  Apoyaron las medidas de obligatoriedad de la enseñanza religiosa en las escuelas, la disolución de los partidos políticos y el mantenimiento de la neutralidad Hombres como Baldrich, Genta, Olmedo u Obligado, cuyas características eran la reivindicación de Rosas como “Señor de horca y cuchillo”, asi como los tiempos de la conquista y colonización hispánica y su respeto por valores tradicionales y religiosos.  También se formarán grupos de choque, dedicados a la acción directa, entre los que podemos mencionar a la Legión Cívica Argentina y a la Alianza Libertadora Nacionalista, uno en los primeros tiempos del período, el otro sobre los años cuarenta y cinco y siguientes.   La Legión Cívica Argentina llegó a contar con reconocimiento oficial de las autoridades (20 de mayo de 1931), y obtuvo además personería jurídica (11 de enero de 1932). Ibarguren, la vincula con Mariano Moreno, el Congreso de Tucumán, el Directorio y la Confederación, y rechaza con energía los presuntos orígenes mussolinianos. Según sus estatutos, la Legión Cívica estaba compuesta por «hombres patriotas» que condensaban «el espíritu de la revolución de setiembre y que moral y materialmente estaban dispuestos a cooperar a la reconstrucción institucional del país»; el gobierno autorizaba a sus integrantes para que «concurran los días domingos y feriados a los cuarteles a recibir instrucción militar y prácticas de tiro». El organismo fue denunciado públicamente en numerosas ocasiones por diversos sectores de opinión, lo mismo que otros grupos análogos de más reducido ámbito.

Ibarguren nos recuerda la existencia de otros nucleamientos: «Además de las agrupaciones existentes desde la revolución de 1930: “Liga Republicana”, “Legión Cívica” y “Legión de Mayo”, formáronse otras nuevas: “Acción Nacionalista Argentina”, dirigida por el destacado escritor y profesor Juan P. Ramos; “Guardia Argentina”, organizada por el poeta ilustre y gran patriota Leopoldo Lugones; “Legión Colegio Militar”. “Milicia Cívica Nacionalista” y muchas otras más. Estas distintas entidades no pudieron concertar firmemente un acuerdo que las unificara, a pesar de perseguir los mismos propósitos inspirados en idéntica ideología. La agrupación con mayor número de afiliados era, acaso la “Legión Cívica Argentina”, que derivó luego en “Alianza de la Juventud Nacionalista”, cuyo conductor inicial fue el general Juan Bautista Molina».[118] De ésta a la Alianza Libertadora Nacionalista —Juan Queraltó, más adelante Guillermo Patricio Kelly— hay sólo un paso.   La Alianza se constituirá en cierto modo como un grupo de choque del peronismo, actuará en el campo político y universitario, gozará del patrocinio oficial y se caracterizará en esa época como fuertemente xenófoba y racista. La A.L.N. fue precursora, a su modo, de «Tacuara» y otros núcleos activistas del nacionalismo desde fines del cincuenta.

 

Hernández Arregui, dice que el nacionalismo se apoyó en la historia pasada pero se anquilosó en la historia del presente. El presente como retorno a lo viejo, le cerró a la filosofía conservadora del nacionalismo el entronque con un porvenir que se despliega ante un mundo estremecido por la revolución.  En la década de 1940, la figura del coronel Juan Perón fue tomando distancia del resto. Los nacionalistas vieron en él a un defensor de la Doctrina Social de la Iglesia y a alguien emparentado con la obra de los sindicatos católicos. Aunque también notaban el pulso modernista, plebeyo y herético del peronismo. Ambas características estallarían con los años en un conflicto inusitado. 

 

Bibliografía

 

BUCHRUCKER, Cristian. Nacionalismo y Peronismo

 

DEVOTO Fernando - Barbero María Inés. Los Nacionalistas

 

HERNÁNDEZ ARREGUI Nacionalismo y Liberación

 

IBARGUREN, Carlos, La Historia que he vivido

 

IRAZUSTA, Julio, Balance de siglo y medio

 

NAVARRO GERASSI, Marysa, Los nacionalistas

 

PALACIO ERNESTO, Historia Argentina

 

RAPOPORT, Mario. Historia Económica, política y social de la Argentina

 

ROCK, David, La Argentina autoritaria

 

SÁNCHEZ SORONDO, Marcelo, La Revolución que anunciamos

 

ZULETA ALVAREZ, Enrique, El nacionalismo argentino

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