Rosas

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viernes, 24 de diciembre de 2021

Fuego contra fuego: Corrientes y el Paraguay

 Por Junta de Historia de la Pcia. de Corrientes: Dr. Jorge Enrique Deniri (Presidente): Dr. Dardo Ramírez Braschi (Secretario).  

Desde el mes de mayo de este año, venimos desgranando una serie de notas englobadas a partir de septiembre bajo el título de “Fuego contra fuego”, que aspiran no sólo a dar respuesta, sino especialmente a hacer docencia sobre la verdadera Historia de las duras relaciones entre el Paraguay y Corrientes, desde su mismo origen en los tiempos coloniales, pero en particular a partir del año 1810 y hasta la agresión, invasión y ocupación paraguaya de la provincia, perpetrada por el ejército paraguayo cumpliendo las órdenes del tirano paraguayo Francisco Solano López, el 13 de abril de 1865.

El disparador de las notas, que como tales se constituyeron en ajustadas investigaciones semanales incluso de contiendas poco menos que desconocidas, como la guerra de los Virasoro en 1849, fue lo que ya entonces calificamos de “demanda absurda”, perpetrada ante tribunales argentinos por un ignoto “Instituto Paraguayo Amigos de los Niños, Adolescentes y Jóvenes “I.P.A.N.”  a través de un abogado ¿argentino? llamado Juan Carlos Muro Segovia, con asistencia de algunos letrados paraguayos, todos residentes en Asunción.  El absurdo parte del reclamo de ciento cincuenta billones de dólares ¡150 billones!, pero sobre todo de la naturaleza misma de la demanda, que arranca de la exégesis de hechos que se pretenden ocurridos, desde la misma entraña del pasado colonial, hasta una actitud de victimización unilateral y absoluta del Paraguay, como “víctima inocente” de una guerra que habría sido querida y declarada no por Paraguay sino por otras tres naciones que se unieron para aplastarlo gracias a la sumatoria de sus ejércitos, llevando a cabo un verdadero “genocidio”.   Muy sintéticamente, ya dijimos meses atrás que esa demanda constituye “una formulación negacionista. Novedosa, porque acopia y desarrolla todos los argumentos según los cuales Paraguay fue una víctima de sus vecinos poco menos que indefensa, y hace de Francisco Solano López, en vez de un déspota sanguinario que no dudó en asesinar incluso a sus familiares más cercanos, un héroe de leyenda”. Allí germinó el encabezamiento reiterado de nuestra labor periodística, “para establecer cuáles deberían ser las bases de una contra demanda un “fuego contra fuego” de Corrientes, por los indescriptibles daños y perjuicios sufridos durante la ocupación paraguaya, entre mediados de abril y fines de octubre del año 1865”.   Abundamos entonces, destacando que aunque el “relato” impuesto por la historia novelada paraguaya y sus simpatizantes,  corifeos y crédulos de la Argentina, “insiste y persiste una y otra vez en que nuestro país no sólo devolvió los trofeos conquistados con su sangre por nuestros soldados en aquella infausta guerra no provocada por nosotros, sino en que  condonó al Paraguay la deuda de guerra que libremente había aceptado pagar”, esa es simplemente la siempre falsa “historia oficial”, porque  “la deuda del Paraguay con los correntinos, con los “privados” que fueron requisados, saqueados, robados, violados y demás, en aquellos meses infernales en que el invasor paraguayo holló con su bota el suelo de nuestra provincia, esa deuda nunca se menciona, no aparece por ningún lado, se la omite a tal punto que es prácticamente desconocida no sólo de los correntinos, sino de todos los argentinos, y, peor aún, de todos los habitantes de las otras naciones que integran nuestra cultura, el Mundo Occidental, que creen ciegamente que sólo el Paraguay sufrió, y que ese sufrimiento fue totalmente inmerecido, gratuito, e impuesto por la crueldad de los vencedores”.

Pero… ¿a qué nos referimos cuando hablamos de “historia novelada” y en qué difiere y cuánto se aproxima a la “novela histórica”. El problema es en qué medida estamos hablando de la historia como ciencia o como literatura: Años atrás, el doctor Carlos María Vargas Gómez dedicó largo tiempo a identificar claramente cuándo estamos en presencia de una novela histórica y cuándo enfrentamos una historia novelada. Muy escuetamente, concluyó en que la novela histórica rellena los vacíos históricos documentales con conjeturas creíbles pergeñadas por el escritor, que hacen más entretenida o atractiva la narración, mientras que la historia novelada persigue una finalidad, busca alcanzar un fin  a través de la invención de eventos, motivaciones y personajes, tiene una intención demasiadas veces inconfesada.

Por eso, aseveramos que luego de la contienda, el Paraguay, atraviesa historiográficamente una prolongada etapa revulsiva, en que la figura del déspota Francisco Solano López es ampliamente investigada y durísimamente enjuiciada por los mismos historiadores paraguayos. “El estado de postración y abatimiento en que cayera el Paraguay como consecuencia de la guerra, potenció en los sobrevivientes, junto al sentimiento de humillación por la derrota, un odio visceral a la figura de Francisco Solano López”.

Luego, con el nuevo siglo, el llamado “novecentismo”, desarrolla un proceso histórico reivindicador, por obra de un hijo del déspota, Enrique Solano López (vuelto al Paraguay en 1885), partiendo de su periódico, “La Patria”, con el auxilio erudito aunque mercenario de Juan Emiliano O’ Leary, cabeza de un revisionismo tan potente y exitoso que sería llamado “El Reivindicador”.

La vindicación final de Solano López es obra de un nuevo dictador, Alfredo Stroessner, con lanzamiento oficial el 1 de marzo de 1970, cuando en horas de la mañana todo el Paraguay guarda “un minuto de silencio en homenaje a la memoria de Francisco Solano López, muerto exactamente un siglo atrás”.

Ese revisionismo reivindicador,  Stroessner lo asocia a la figura de Bernardino Caballero, “un general de Solano López que, caso excepcional, logró sobrevivir a las sangrientas purgas del déspota, y luego de caer prisionero, se transformó prontamente en agente brasileño y fundador del Partido Colorado paraguayo”.

El relato elaborado por O’ Leary y los intelectuales asunceños identificados como “los novecentistas”, es asumido como emoliente primero y como exaltación después de una nueva épica paraguaya, capaz de restañar las heridas producidas por la guerra en la autoestima nacional, partiendo de la apoteosis de  Francisco Solano López. Reivindicado el tirano y repuesto como figura paradigmática, héroe epónimo del patriotismo ultramontano paraguayo, las izquierdas antiimperialistas de la guerra revolucionaria cubana lo proponen después, falsamente como paladín antibritánico.

De la compleja trama que ofrece tan extenso proceso histórico, sólo, desarrollamos hasta ahora los episodios que evidencian el carácter de agresor sistemático que el Paraguay asume respecto a Corrientes, desde que se inicia el proceso emancipador en 1810, – gesta revolucionaria continental de la cual Paraguay no participa - , hasta el año 1865.

Así, primero con Gaspar Rodríguez de Francia, luego con Carlos Antonio López, finalmente con Francisco Solano López, el Paraguay, una y otra vez, contra lo que aduce la fábula, - el “relato” negacionista de su revisionismo -, invade Corrientes una y otra, y otra vez, y debe ser repelido y expulsado por la fuerza de las armas, aunque en definitiva termina ocupando y manteniendo “manu militari”, una franja del suelo del Norte de Corrientes, entre los ríos Paraná y Uruguay, desde la Tranquera de Loreto hasta el Aguapey. La Guerra del Paraguay devuelve ese espacio a Corrientes, hasta que los dislates negacionistas del revisionismo paraguayo reciente, vuelven a ponerlo sobre el tablero, como está sucediendo ahora en relación con los continuos incidentes en torno a la isla Apipé.

No cabe ninguna duda que con lo expuesto hasta ahora, fundamentamos apropiadamente aseverar que Solano López fue quien atacó a la provincia de Corrientes sin excusa ni justificación alguna, por más que haya pretendido después culpar al gobierno argentino de entonces por no haber accedido a sus demandas de cederle soberanía para atravesar el territorio nacional. En todos los hechos que analizamos, el agresor, el atacante y siempre por sorpresa, “a traición” como se dice vulgarmente, fue, por turno, uno de los dictadores paraguayos.......

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