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sábado, 25 de diciembre de 2021

La concepción de la historia según Pérez Amuchátegui

 Por Rodrigo Amuchástegui

Encuentra que hasta aproximadamente 1930 había tres concepciones dominantes de la historia:

• narrativa, que describe espacio-temporalmente lo acaecido (por ej. Heródoto).

• pragmática, el estudio de la historia sirve para encontrar soluciones a problemas que se repiten (ej.: Tucídides y Polibio).

• genética, que ubica como propia del romanticismo, con Herder, y que sirve para señalar la génesis de la nacionalidad: “El presente es un producto del pasado y sólo es inteligible a la luz del desarrollo de las nacionalidades desde su origen”

Variantes de estas posiciones son la historia positivista, marxista, economicista. Su propio referente investigativo es la Escuela de los Annales, con Marc Bloch y Lucien Febvre. De los italianos recupera a Vico (siglo XVIII) que advierte “la factura específicamente humana de lo histórico”, y a Croce:

“Ahora la historia se interesa por el pasado, sólo en cuanto ese pasado es una creación humana; ya no interesa al historiador la búsqueda de leyes inmanentes del acaecer… interesa el homo creador, el hombre que elige en cada instante su acción y con ello crea a conciencia su propio destino”.

De los ingleses, se interesa por M. Oakeshott, neohegeliano inglés, en línea con su concepción de lo que podríamos llamar “historia del presente”, es decir: “hay historia en tanto conocemos lo acaecido, en tanto lo experimentamos aquí y ahora”, por eso “toda historia es historia contemporánea”. Collingwood, otro inglés, agrega que la comprensión histórica es la comprensión del pensamiento que provocó esa realidad. Y Pérez A. coincide con esto: “Esto que llamamos ‘sentido’ de un testimonio, no es más que el pensamiento que se halla ínsito en él; y tal ‘sentido’ aparece cuando discernimos el pensamiento que lo sustenta”.

Heidegger y Husserl, entre otros filósofos, aparecen también como apoyo a sus fundamentaciones de la historia. En ese sentido, su preocupación no es hacer una exégesis de los mismos, lo que puede hacer parecer confusas o incompletas sus explicaciones filosóficas. Él quiere constituir y justificar la historia como ciencia, por ello afirma:

“Queda por establecer si es posible hallar un método de conocimiento… capaz de discernir los pensamientos rectores de las acciones humanas para re-crear sistemáticamente la realidad histórica; si tal extremo se cumple, será lícito hablar de un saber histórico sistemático que satisfaga las exigencias del saber científico de nuestros días. Es preciso para ello delimitar el objeto de la historia y señalar el método universal por el cual puede conocerse”. (“Qué es la historia (Cassani y Pérez A. 1971; “Teoría y metodología de la investigación histórica (Pérez A. 1977

La distinción conceptual aparece como necesaria. Así, “si la historia quiere ser ciencia, convendrá reservar, como en las demás ramas del saber, el nombre de ‘historia’ al conocimiento, y denominar ‘lo histórico’ a los fenómenos cuyo comportamiento se quiere indagar y conocer sistemáticamente”.  Pero ¿qué es lo histórico? Sus características son la unicidad, singularidad y preteridad.  Único, en tanto lo histórico tiene valor por sí mismo;  singular, en tanto diferente de otras cosas similares (la Revolución de Mayo y la Revolución Francesa son dos hechos únicos, pero sus diferencias son las que los constituyen en singulares) y pretérito: en tanto pasó; que haya dejado residuo o que perviva son los índices de su preteridad

El ser natural lleva consigo una carga de historicidad necesaria, pero el hombre agrega a su devenir la actividad consciente de su voluntad”, de forma que “el hombre va siendo lo que va queriendo ser, ya que sus respuestas son intentos de ser lo que quiere”  Los proyectos, entonces, son las respuestas que elabora el hombre con su libre voluntad para hacer lo que quiere; frente al mundo condicionante, el hombre se hace continuamente. “Los resultados concretos de esa elección incondicionada constituyen lo histórico”  El hombre -y siguiendo ahora a Ortega y Gasset- no tiene naturaleza, sino historia. “La historicidad humana es consciente, y, como tal, promotora de normas de conducta reguladas por el pensamiento manifiesto en proyectos que se resuelven en acciones”   

La historia como ciencia:  Para justificar esa cientificidad, compara la tarea del historiador con la del científico que investiga la realidad física. En uno y otro caso se quiere hallar coherencia en el comportamiento de los fenómenos. En el científico se buscan las relaciones causales necesarias; el historiador, por su parte, busca la estructura en donde el hecho cobre sentido, es decir que las relaciones se vuelvan inteligibles.   No se trata en uno u otro caso de cosas en sí, sino de comportamientos. Lo que llamamos “realidad” son comportamientos fenoménicos: “Sin manifestaciones fenoménicas no es posible la formulación de conceptos”. Y esas manifestaciones en términos históricos están dadas por los testimonios (que no deben identificarse solo con documentos). Así, “son testimonios todos los residuos, materiales e inmateriales, que han ‘quedado’ y se presentan aquí y ahora con señales indudables de la acción humana.  Testimonio histórico es tanto un documento como una institución, un templo como una momia, una piedra tallada como una costumbre, un libro de ciencia como un poema, una música, una danza, un rito”. El paralelismo entre ambos investigadores se basa en que los testimonios son cosas como lo puede ser el carbono, el oxígeno, etc., que se comportan de una manera u otra en tales o cuales circunstancias y tanto de unos y otros el investigador (sea histórico o físico) extrae datos.

Nuestro historiador se apoya en el carácter subjetivo de la experiencia. “En otras palabras, la realidad ‘es’ lo que de ella conocemos”.  Lo anterior, dice, no se discute en las ciencias naturales, donde las cosas son lo que de ellas se conoce, y cuando ese saber cambia, también lo aceptamos, basados en la perfectibilidad del conocimiento científico. Pero no parece ser así en la historia a la que se le critica la imposibilidad de tener una certeza equivalente a la de la ciencia natural.

Y a esto contribuyen las concepciones de la historia que la vinculan a un ser nacional, que la organizan desde algún pragmatismo definido, o desde la visión de ‘mandatos históricos’ que canonizan o anatematizan determinados personajes. “No se advierte que eso no es historia, sino metahistoria; y se mide el saber histórico con la vara del saber metahistórico”.

¿Pero es posible el conocimiento científico de la historia? ¿Cuál es su método? Dejamos de lado este largo tema, que desarrolla en otros textos y veamos su fundamento y el problema subjetivo de la verdad científica e histórica.  Pérez A. destaca el carácter de convencimiento del investigador. “La ‘verdad científica’ es la ‘realidad comprobada’. Cuando el investigador (de ciencias naturales, sociales o históricas) descubre y verifica esa coincidencia, está obligado a creer que las cosas son así”. En historia las relaciones son irreversibles en tanto pasadas.  El historiador se enfrenta a los documentos tratando de encontrar esas relaciones. Como el científico parte de hipótesis (él lo llama “dirección de encuesta”), va elaborando una teoría que retoca y perfecciona “mediante experimentos” hasta que logra suprimir sus dudas y llega a la verdad. “La ‘verdad histórica’… es lo que las fuentes obligan a creer al historiador” y, en síntesis, “Así se entiende por qué en historia hay relaciones necesarias [se dieron así efectivamente], comprobación empírica [elementos documentales varios] y verdad universal [por la coincidencia entre fenómeno y teoría y la convicción por lo tanto del historiador ligado a esto], pero [a diferencia de las ciencias naturales] no previsibilidad”. Cerramos con su definición de historia, en tanto ésta es “la recreación intelectual presente de un pasado específicamente humano, lograda mediante una minuciosa pesquisa de acciones a partir de pruebas testimoniales, y coronada con la exposición congruente de sus resultados”

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