Por Mario Golman.
Iniciado el segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas
(1835-1852), se producen significativos cambios en la bandera argentina. Uno de
ellos consiste en suprimir el celeste de las franjas exteriores, imponiéndose
el uso del azul turquí. En esta nota se examinan los posibles motivos. Juan
Manuel de Rosas dominó la escena política nacional, gobernando la provincia de
Buenos Aires con facultades extraordinarias concedidas por la Legislatura. Fue,
también, el encargado de las relaciones exteriores de la Confederación
Argentina. Un hombre decidido a imponer sus ideas sin contemplaciones.
Autoritario y obstinado, no admitió neutrales. Tuvo un primer mandato de tres
años (1829 a 1832) y otro desde 1835 al 3 de febrero de 1852; este último,
caracterizado por una abierta lucha fratricida entre federales y unitarios. Durante 1836, el histórico pabellón argentino
celeste, blanco y celeste sufrió profundas modificaciones. Se reemplazó, de
hecho, por un emblema cuyas franjas exteriores eran azul turquí; se cambió el
color del sol –de amarillo oro a colorado– y se agregaron gorros de la libertad
rojos. En los de uso militar llevó escritas leyendas de vivas a la Federación y
de muerte a los unitarios. En una carta
dirigida al gobernador de Santiago del Estero, Juan Felipe Ibarra, fechada el
11 de junio de 1836, Rosas afirmaba con contundencia: … El color verdadero [de
la bandera nacional] porque está ordenado y en vigencia… es el azul turquí… muy
distinto del celeste. La Real Academia
Española define en el primer diccionario académico, el de Autoridades (1726),
al azul turquí como … el perfecto azul… sin otra mezcla alguna y en la última
edición (la 23.ª de 2014) como ... azul muy oscuro. Analicemos los argumentos más conocidos a
favor del azul turquí en la bandera:
1.- El azul oscuro resiste por más tiempo que el celeste a
las inclemencias del tiempo, prolongando el uso de la enseña. Es cierto, pero
no resulta un motivo de peso para cambiar el color originario de la bandera;
simplemente alcanza con sustituirla por una nueva cada vez que pierde la
coloración celeste.
2.- Según las normas de la heráldica, el azul intenso o azur
–y no el celeste– debe ser el color de las franjas exteriores en el pabellón
argentino. Al respecto, nos ilustra
Francisco Gregoric: La vexilología (disciplina que estudia las banderas) es
diferente de la heráldica (ciencia y arte del estudio de los escudos de armas),
con la que no comparte las mismas reglas. Un ejemplo es el empleo de los
colores. En heráldica existen pocos colores para formar los escudos, mientras
que en vexilología hay infinitas variantes. Por caso, en heráldica solamente
existe un azul de tonalidad media, mientras que en vexilología se consideran
múltiples matices, entre ellos el azul celeste o claro, propio de la bandera
nacional argentina. De hecho, el
celeste se utiliza en más banderas. Así, las de la Serenísima República de San
Marino, República de Guatemala, Gran Ducado de Luxemburgo y Estado Libre de Baviera,
entre otras, lo tienen como uno de sus colores.
Es evidente que no se siguieron las directivas de la heráldica para
establecer los colores argentinos.
3.- Rosas considera que según está escrito en la ley de 1818
–que crea el pabellón de guerra– el “azul” es el turquí; el perfecto azul, sin
mixturas con el blanco Repasemos
primero la norma aprobada por el Congreso de Tucumán el 20 de julio de 1816:
Elevadas las Provincias Unidas en Sudamérica al rango de una nación, después de
la declaratoria solemne de su independencia, será su peculiar distintivo la
bandera celeste y blanca que se ha usado hasta el presente… en clase de bandera
menor. Por su parte, la ley del 25 de
febrero de 1818 establecía: Que sirviendo para toda bandera nacional los dos
colores blanco y azul en el modo y forma hasta ahora acostumbrada, sea
distintivo particular de la bandera de guerra un sol pintado en medio de ella. A juicio del autor, el razonamiento de Rosas
no es el correcto, ya que la ley de 1818 simplemente define, sobre la base de
la disposición de 1816 –que reconoce a la celeste y blanca como bandera menor–,
el pabellón de guerra y lo caracteriza con el dibujo del sol en el medio de la
franja blanca. No se anula, no se reemplaza la ley de 1816, solo se la
complementa, confirmándonos que, tanto la insignia nacional menor como la de
guerra deben respetar un diseño básico común: tres franjas horizontales e
iguales, celeste en los extremos y blanco al medio. Ello constituye “la forma”
y “el modo” habitual de uso de nuestra bandera. En 1818, los legisladores no escribieron
“azul turquí” ni “azul oscuro”, solo redactaron “azul”. Sin duda, aplicaron la
definición del primer diccionario: … el que semeja al de los cielos, tonalidad
que en el vocabulario popular llamamos “celeste”..
4.- El celeste es el color adoptado por los unitarios. Durante el gobierno de Rosas lo usaron los
opositores para identificarse; pasó a ser un sinónimo de “maldad de los
unitarios” y se proscribió en el territorio de la Confederación Argentina. Este
sí parece un buen argumento para desplazar al celeste en la bandera y cambiarlo
por el tono contrapuesto del azul, mucho más oscuro.
En síntesis, descartadas las tres primeras razones, no debe
sorprender que la real intención de Juan Manuel de Rosas para eliminar el
celeste fuese la coacción política, basado en el odio a sus enemigos. El
celeste era el color de los seres incivilizados, de los “salvajes unitarios”;
mandó entonces usar el turquí, un azul muy oscuro, forzando la interpretación
de la ley de 1818. Desde los orígenes de
nuestra patria, el celeste exhibió una abundante y variada evidencia de uso
corriente en banderas y en escarapelas, para ser reconocido, junto al blanco,
como color nacional. En la historiografía vexilológica argentina, el empleo del
azul turquí —generalizado por imposición— queda restringido al período conocido
como “La Época de Rosas”.
(*) Vexilólogo y conferencista. Autor de La Divisa Punzó y
la Bandera Federal (2017).
el segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas (1835-1852), se producen significativos cambios en la bandera argentina. Uno de ellos consiste en suprimir el celeste de las franjas exteriores, imponiéndose el uso del azul turquí. En esta nota se examinan los posibles motivos. Por Mario Golman.
Por Mario Golman (*)
Juan Manuel de Rosas dominó la escena política nacional, gobernando la provincia de Buenos Aires con facultades extraordinarias concedidas por la Legislatura. Fue, también, el encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina. Un hombre decidido a imponer sus ideas sin contemplaciones. Autoritario y obstinado, no admitió neutrales. Tuvo un primer mandato de tres años (1829 a 1832) y otro desde 1835 al 3 de febrero de 1852; este último, caracterizado por una abierta lucha fratricida entre federales y unitarios.
Durante 1836, el histórico pabellón argentino celeste, blanco y celeste sufrió profundas modificaciones. Se reemplazó, de hecho, por un emblema cuyas franjas exteriores eran azul turquí; se cambió el color del sol –de amarillo oro a colorado– y se agregaron gorros de la libertad rojos. En los de uso militar llevó escritas leyendas de vivas a la Federación y de muerte a los unitarios.
En una carta dirigida al gobernador de Santiago del Estero, Juan Felipe Ibarra, fechada el 11 de junio de 1836, Rosas afirmaba con contundencia: … El color verdadero [de la bandera nacional] porque está ordenado y en vigencia… es el azul turquí… muy distinto del celeste.
La Real Academia Española define en el primer diccionario académico, el de Autoridades (1726), al azul turquí como … el perfecto azul… sin otra mezcla alguna y en la última edición (la 23.ª de 2014) como ... azul muy oscuro.
Analicemos los argumentos más conocidos a favor del azul turquí en la bandera:
1.- El azul oscuro resiste por más tiempo que el celeste a las inclemencias del tiempo, prolongando el uso de la enseña.
Es cierto, pero no resulta un motivo de peso para cambiar el color originario de la bandera; simplemente alcanza con sustituirla por una nueva cada vez que pierde la coloración celeste.
2.- Según las normas de la heráldica, el azul intenso o azur –y no el celeste– debe ser el color de las franjas exteriores en el pabellón argentino.
Al respecto, nos ilustra Francisco Gregoric: La vexilología (disciplina que estudia las banderas) es diferente de la heráldica (ciencia y arte del estudio de los escudos de armas), con la que no comparte las mismas reglas. Un ejemplo es el empleo de los colores. En heráldica existen pocos colores para formar los escudos, mientras que en vexilología hay infinitas variantes. Por caso, en heráldica solamente existe un azul de tonalidad media, mientras que en vexilología se consideran múltiples matices, entre ellos el azul celeste o claro, propio de la bandera nacional argentina.
De hecho, el celeste se utiliza en más banderas. Así, las de la Serenísima República de San Marino, República de Guatemala, Gran Ducado de Luxemburgo y Estado Libre de Baviera, entre otras, lo tienen como uno de sus colores.
Es evidente que no se siguieron las directivas de la heráldica para establecer los colores argentinos.
3.- Rosas considera que según está escrito en la ley de 1818 –que crea el pabellón de guerra– el “azul” es el turquí; el perfecto azul, sin mixturas con el blanco.
Repasemos primero la norma aprobada por el Congreso de Tucumán el 20 de julio de 1816: Elevadas las Provincias Unidas en Sudamérica al rango de una nación, después de la declaratoria solemne de su independencia, será su peculiar distintivo la bandera celeste y blanca que se ha usado hasta el presente… en clase de bandera menor.
Por su parte, la ley del 25 de febrero de 1818 establecía: Que sirviendo para toda bandera nacional los dos colores blanco y azul en el modo y forma hasta ahora acostumbrada, sea distintivo particular de la bandera de guerra un sol pintado en medio de ella.
A juicio del autor, el razonamiento de Rosas no es el correcto, ya que la ley de 1818 simplemente define, sobre la base de la disposición de 1816 –que reconoce a la celeste y blanca como bandera menor–, el pabellón de guerra y lo caracteriza con el dibujo del sol en el medio de la franja blanca. No se anula, no se reemplaza la ley de 1816, solo se la complementa, confirmándonos que, tanto la insignia nacional menor como la de guerra deben respetar un diseño básico común: tres franjas horizontales e iguales, celeste en los extremos y blanco al medio. Ello constituye “la forma” y “el modo” habitual de uso de nuestra bandera.
En 1818, los legisladores no escribieron “azul turquí” ni “azul oscuro”, solo redactaron “azul”. Sin duda, aplicaron la definición del primer diccionario: … el que semeja al de los cielos, tonalidad que en el vocabulario popular llamamos “celeste”..
4.- El celeste es el color adoptado por los unitarios.
Durante el gobierno de Rosas lo usaron los opositores para identificarse; pasó a ser un sinónimo de “maldad de los unitarios” y se proscribió en el territorio de la Confederación Argentina. Este sí parece un buen argumento para desplazar al celeste en la bandera y cambiarlo por el tono contrapuesto del azul, mucho más oscuro.
En síntesis, descartadas las tres primeras razones, no debe sorprender que la real intención de Juan Manuel de Rosas para eliminar el celeste fuese la coacción política, basado en el odio a sus enemigos. El celeste era el color de los seres incivilizados, de los “salvajes unitarios”; mandó entonces usar el turquí, un azul muy oscuro, forzando la interpretación de la ley de 1818.
Desde los orígenes de nuestra patria, el celeste exhibió una abundante y variada evidencia de uso corriente en banderas y en escarapelas, para ser reconocido, junto al blanco, como color nacional. En la historiografía vexilológica argentina, el empleo del azul turquí —generalizado por imposición— queda restringido al período conocido como “La Época de Rosas”.
(*) Vexilólogo y conferencista. Autor de La Divisa Punzó y la Bandera Federal (2017).
El835-1852), se producen significativos cambios en la bandera argentina. Uno de ellos consiste en suprimir el celeste de las franjas exteriores, imponiéndose el uso del azul turquí. En esta nota se examinan los posibles motivos. Por Mario Golman.
Por Mario Golman (*)
Juan Manuel de Rosas dominó la escena política nacional, gobernando la provincia de Buenos Aires con facultades extraordinarias concedidas por la Legislatura. Fue, también, el encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina. Un hombre decidido a imponer sus ideas sin contemplaciones. Autoritario y obstinado, no admitió neutrales. Tuvo un primer mandato de tres años (1829 a 1832) y otro desde 1835 al 3 de febrero de 1852; este último, caracterizado por una abierta lucha fratricida entre federales y unitarios.
Durante 1836, el histórico pabellón argentino celeste, blanco y celeste sufrió profundas modificaciones. Se reemplazó, de hecho, por un emblema cuyas franjas exteriores eran azul turquí; se cambió el color del sol –de amarillo oro a colorado– y se agregaron gorros de la libertad rojos. En los de uso militar llevó escritas leyendas de vivas a la Federación y de muerte a los unitarios.
En una carta dirigida al gobernador de Santiago del Estero, Juan Felipe Ibarra, fechada el 11 de junio de 1836, Rosas afirmaba con contundencia: … El color verdadero [de la bandera nacional] porque está ordenado y en vigencia… es el azul turquí… muy distinto del celeste.
La Real Academia Española define en el primer diccionario académico, el de Autoridades (1726), al azul turquí como … el perfecto azul… sin otra mezcla alguna y en la última edición (la 23.ª de 2014) como ... azul muy oscuro.
Analicemos los argumentos más conocidos a favor del azul turquí en la bandera:
1.- El azul oscuro resiste por más tiempo que el celeste a las inclemencias del tiempo, prolongando el uso de la enseña.
Es cierto, pero no resulta un motivo de peso para cambiar el color originario de la bandera; simplemente alcanza con sustituirla por una nueva cada vez que pierde la coloración celeste.
2.- Según las normas de la heráldica, el azul intenso o azur –y no el celeste– debe ser el color de las franjas exteriores en el pabellón argentino.
Al respecto, nos ilustra Francisco Gregoric: La vexilología (disciplina que estudia las banderas) es diferente de la heráldica (ciencia y arte del estudio de los escudos de armas), con la que no comparte las mismas reglas. Un ejemplo es el empleo de los colores. En heráldica existen pocos colores para formar los escudos, mientras que en vexilología hay infinitas variantes. Por caso, en heráldica solamente existe un azul de tonalidad media, mientras que en vexilología se consideran múltiples matices, entre ellos el azul celeste o claro, propio de la bandera nacional argentina.
De hecho, el celeste se utiliza en más banderas. Así, las de la Serenísima República de San Marino, República de Guatemala, Gran Ducado de Luxemburgo y Estado Libre de Baviera, entre otras, lo tienen como uno de sus colores.
Es evidente que no se siguieron las directivas de la heráldica para establecer los colores argentinos.
3.- Rosas considera que según está escrito en la ley de 1818 –que crea el pabellón de guerra– el “azul” es el turquí; el perfecto azul, sin mixturas con el blanco.
Repasemos primero la norma aprobada por el Congreso de Tucumán el 20 de julio de 1816: Elevadas las Provincias Unidas en Sudamérica al rango de una nación, después de la declaratoria solemne de su independencia, será su peculiar distintivo la bandera celeste y blanca que se ha usado hasta el presente… en clase de bandera menor.
Por su parte, la ley del 25 de febrero de 1818 establecía: Que sirviendo para toda bandera nacional los dos colores blanco y azul en el modo y forma hasta ahora acostumbrada, sea distintivo particular de la bandera de guerra un sol pintado en medio de ella.
A juicio del autor, el razonamiento de Rosas no es el correcto, ya que la ley de 1818 simplemente define, sobre la base de la disposición de 1816 –que reconoce a la celeste y blanca como bandera menor–, el pabellón de guerra y lo caracteriza con el dibujo del sol en el medio de la franja blanca. No se anula, no se reemplaza la ley de 1816, solo se la complementa, confirmándonos que, tanto la insignia nacional menor como la de guerra deben respetar un diseño básico común: tres franjas horizontales e iguales, celeste en los extremos y blanco al medio. Ello constituye “la forma” y “el modo” habitual de uso de nuestra bandera.
En 1818, los legisladores no escribieron “azul turquí” ni “azul oscuro”, solo redactaron “azul”. Sin duda, aplicaron la definición del primer diccionario: … el que semeja al de los cielos, tonalidad que en el vocabulario popular llamamos “celeste”..
4.- El celeste es el color adoptado por los unitarios.
Durante el gobierno de Rosas lo usaron los opositores para identificarse; pasó a ser un sinónimo de “maldad de los unitarios” y se proscribió en el territorio de la Confederación Argentina. Este sí parece un buen argumento para desplazar al celeste en la bandera y cambiarlo por el tono contrapuesto del azul, mucho más oscuro.
En síntesis, descartadas las tres primeras razones, no debe sorprender que la real intención de Juan Manuel de Rosas para eliminar el celeste fuese la coacción política, basado en el odio a sus enemigos. El celeste era el color de los seres incivilizados, de los “salvajes unitarios”; mandó entonces usar el turquí, un azul muy oscuro, forzando la interpretación de la ley de 1818.
Desde los orígenes de nuestra patria, el celeste exhibió una abundante y variada evidencia de uso corriente en banderas y en escarapelas, para ser reconocido, junto al blanco, como color nacional. En la historiografía vexilológica argentina, el empleo del azul turquí —generalizado por imposición— queda restringido al período conocido como “La Época de Rosas”.
(*) Vexilólogo y conferencista. Autor de La Divisa Punzó y la Bandera Federal (2017).
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