Rosas

Rosas

miércoles, 30 de noviembre de 2022

Rincón de López

 Por el Prof. Jbismarck

Agustina Teresa López de Osornio, hija de Clemente López de Osornio, sargento mayor de milicias, comandante de fronteras y rico hacendado en el pago de la Magdalena (provincia de Buenos Aires), dueño de la estancia “El Rincón de López”, heredada luego por su hija y donde se criaron Juan Manuel de Rosas y sus nueve hermanos vivos (los otros diez murieron).  “El Rincón de López” ha trascendido por ser una de las primeras estancias de frontera sobre el río Salado. Clemente López de Osornio fue capitán del Cuerpo de Blandengues, creado en 1752 para el cuidado de la frontera. De esta manera, adquirió tierras dentro de los campos reales que la Junta Gubernativa de Hacienda facilitaba a todo aquel que quisiera explotarlas para el abastecimiento de la ciudad de Buenos Aires. Su vida transcurrió entre su casa de la calle Santa Lucía, las guardias de la frontera y sus campos, “La Vigilancia” y “Las Víboras”, también en el pago de la Magdalena. Pronto, obtuvo autorización para fundar una nueva estancia-fuerte denominada “La del Medio” y posteriormente otra, el “Rincón del Salado”, que habría de completar así una inmensa faja de tierras en la frontera sur. Dicha faja comprendió tierras ubicadas desde el pago de la Magdalena hasta las márgenes del río Salado, alcanzando unas noventa leguas cuadradas. El trabajo en el campo prosperaba y, en 1765, Clemente López, junto con Juan Noario Fernández y Juan Blanco, solicitaron y obtuvieron del Cabildo la concesión exclusiva para proveer el abastecimiento de carnes a la ciudad de Buenos Aires. También criaba mulas, que eran enviadas a Tucumán a cambio de carretas y, con esas carretas, se transportaban a sus campos de la Magdalena las vituallas necesarias para sostener a la población allí existente. Solía llevar una manada de yeguas y dos mulas cargueras con sendos fardos de azúcar y yerba para los indios amigos. Con el paso del tiempo, logró que se le concediera la posesión de las tierras colindantes a las suyas hasta llegar al “Rincón del Salado”; de esta manera, la reducción jesuíta Nuestra Señora en el Misterio de su Concepción de los pampas quedó bajo su custodia, y se estableció que, si sus descendientes defendían esas tierras hasta cumplir los cuarenta años de posesión, pasarían a ser de su propiedad. Ese fue uno de los motivos por el cual se estableció de manera definitiva y la estancia pasó a ser conocida como “El Rincón de López”.   Esta estancia fue heredada por la hija mayor de Clemente López, Agustina, casada con León Ortiz de Rozas, quienes obtuvieron la propiedad en 1811. Allí, hicieron construir una casa de forma rectangular, con paredes anchas de barro, entre 45 cm y 60 cm, que solo permitían sostener una azotea (que fue agregada en 1900) para otear el horizonte, y tres escalones circundantes. Tenía un techo de tejas a cuatro aguas, sustentado por columnas que formaba una alta y ancha galería, rodeada de un monte de talas. Allí transcurrió gran parte de la infancia y juventud de los hermanos Ortiz de Rozas.  La estancia “El Rincón de López” se convirtió, para Juan Manuel de Rosas, en su cuna de formación de estanciero. Aprendizaje que volcará, posteriormente, en la escritura de sus “Instrucciones para la administración de estancias”, donde evidencia el profundo conocimiento que había adquirido sobre las tareas rurales. Allí, dedica un capítulo entero a la administración del campo, otro a las poblaciones y el personal, y los demás al cuidado de las especies caballar, vacuna, lanar y demás. La buena observancia de estas reglas permitiría una marcha segura y exitosa de los negocios.  
El ambiente familiar de Juan Manuel estuvo signado, según la visión de su sobrino Lucio V. Mansilla, por la presencia materna. Agustina López de Osornio, mujer de carácter altivo y autoritario, mandó a su hijo a aprender las primeras letras (leer, escribir y contar) a la escuela particular de Francisco Xavier de Argerich, una de las mejores de la época, pero no al colegio para formarse en alguna de las profesiones liberales de entonces. Luego, lo colocó en una tienda para que aprendiera el oficio, pero no duró mucho tiempo, lo cual generó un enfrentamiento con su madre, de quien seguramente había heredado su carácter. Castigado por la desobediencia, decidió escapar de su casa paterna a la de sus primos Anchorena, aunque luego le fue reconocida su vocación por el trabajo de campo. Para Carlos Ibarguren, Rosas fue un autodidacta “que no tuvo apego a las teorías.; la vida tal cual era, en su fuerza elemental y áspera, fue su gran maestra”. Mansilla nos cuenta que: “Siendo sus padres pudientes, y hacendados por añadidura, en cuanto eso implica en el Río de la Plata tener estancia [...] era candidato natural para reemplazar a sus padres en el gobierno administrativo de las propiedades rurales que poseían”. En 1811, a la edad de 18 años, y lejos de la efervescencia política de la Buenos Aires independiente, pasó, por orden de su padre, a dirigir la estancia “El Rincón”. Así lo hizo durante un tiempo, pero las desavenencias con su madre signaron su camino hacia la independencia definitiva. Años más tarde, ya en el exilio, le diría a Josefa Gómez, su amiga, lo siguiente: “Ningún capital quise recibir de mis padres [...] lo que tengo lo debo puramente al trabajo de mi industria y al crédito de mi honradez. El fruto de ese trabajo es lo que me han confiscado mis contrarios políticos. Entregué las estancias a mis padres cuando mi hermano Prudencio estuvo por su edad y conducta en estado capaz de administrarlas” Si bien la familia vivía en la ciudad y su casa era visitada por las múltiples relaciones, producto de los cruzados parentescos (Anchorena, García de Zúñiga, Arana, Aguirre, Pueyrredón, Beláustegui y otras) y del cultivo de amistades con las grandes familias de entonces (Terrero, Dorrego, Ezcurra, Costa, Pacheco, Guido, Alvear, Olaguer Feliú, Pinedo, Maza, Soler, Viamonte, Sáenz Peña, Alzaga y otras), también pasaba largas temporadas en la estancia “El Rincón”, donde hasta su misma madre, Agustina López, montaba a caballo, mandaba a parar rodeo, contaba e inspeccionaba la hacienda, ordenaba los apartes y llevaba cuenta de la administración de todo el establecimiento. Incluso, ya anciana y tullida, cuenta su nieto Lucio V. Mansilla, seguía ocupándose de todo: de la casa, de la familia, de los parientes, de las relaciones y de los intereses, compraba y vendía casas, mandaba a construir y a reedificar, descontaba dinero, hacía obras de caridad y amparaba a cuantos podía en su casa.  En las tertulias organizadas por los Rozas, se concertaron los matrimonios de casi todos sus hijos. Gregoria se casó con Felipe Ignacio Ezcurra y Arguibel (nieto de Felipe Arguibel, el albacea de la sucesión de López de Osornio) y tuvieron cuatro hijos; Andrea con Francisco Saguí (condiscípulo de Juan Manuel en la escuela de Francisco Argerich), y Juan Manuel con Encarnación Ezcurra (hermana de Felipe Ignacio). Estos tres enlaces, dice María Sáenz Quesada (2005, p. 25), tuvieron lugar entre 1813 y 1815, años más tarde se concretarían el de Prudencio con Catalina Almada, en primeras nupcias, con quien tuvo once hijos, y con Etelvina Romero, en segundas nupcias, con quien tuvo un hijo más; María Dominga (Mariquita) se casó con Tristán Ñuño Valdez y Silva, oriundo de Colonia del Sacramento, con quien tuvo tres hijos; Manuela con Henry William Bond (un médico estadounidense proveniente de Maryland que se instaló en el Río de la Plata en 1820) y tuvieron tres hijos; Mercedes con Miguel Rivera (proveniente del Alto Perú, estudió Medicina y llegó a ser cirujano mayor del ejército y profesor en la universidad), con quien tuvo cinco hijos; y Agustina con el general Lucio N. Mansilla, que era viudo y padre de tres hijos. Las excepciones fueron Gervasio y Juana de la Cruz que permanecieron solteros. Las tertulias continuaron durante el gobierno de Rosas. Así, mientras este atendía los asuntos de Estado en casa de sus suegros los Ezcurra, Encarnación y su hermana María Josefa atendían la amistad que les propiciaba Pascuala Beláustegui, esposa del jurisconsulto Felipe Arana, Estanislada Arana, hermana de este último y esposa de Nicolás Anchorena, Paulita y Jacobita Torres Agüero, hermanas de Eustaquio y Lorenzo Torres Agüero, ambos también jurisconsultos, entre tantas otras.


No hay comentarios:

Publicar un comentario