Rosas

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martes, 31 de enero de 2023

Alvear: entre Rivadavia y Rosas...

Por el Prof. Jbismarck
Su exilio en 1815, fue por demás discutible. Su viejo rival en el Sitio de Montevideo, Gaspar de Vigodet, también acababa de arribar a Río de Janeiro y buscaba venganza. Alvear se vio forzado a asociarse con Andrés Villalba, encargado de negocios de la Corona Española en la Corte Imperial portuguesa. Al parecer, a cambio de sus favores, le proporcionó información acerca de los movimientos de los ejércitos independentistas, de su armamento y de su grado de instrucción. Además, publicó en la prensa un “descargo” sobre su actuación durante el Sitio de Montevideo. En 1818 se instaló en la Banda Oriental, que estaba ocupada por los portugueses y, desde allí, se alió con el general chileno José Miguel Carrera, enemigo declarado de Bernardo de O’Higgins y de San Martín. En 1819 se unió a los federales Estanislao López de Santa Fe y Francisco Ramírez de Entre Ríos, pese a que ambos mantenían excelentes relaciones con Artigas, para formar un ejército que, tras vencer en la batalla de Cepeda (1 de febrero de 1820), consiguió derrocar al director supremo José Rondeau y disolver el Congreso. Estos hechos provocaron el cese de todas las autoridades nacionales y abrieron un período histórico de inestabilidad.  A las disputas entre federales y unitarios, se sumaron las fuertes discrepancias en el interior de cada bando. Perseguido por representantes de ambos partidos, Alvear fue derrotado en San Nicolás de los Arroyos por Manuel Dorrego y debió refugiarse una vez más en Montevideo. Después de siete años de exilio, regresó a Buenos Aires en 1822, gracias a la Ley de Olvido dictada por el gobernador Martín Rodríguez. Fue en esta época cuando Alvear se inició en la actividad diplomática, representando al Gobierno en distintos destinos en el exterior. Su primera misión fue ante la Corte británica, donde tomó contacto con el secretario de relaciones exteriores George Canning. Las instrucciones que recibió eran, por un lado, buscar el reconocimiento de la independencia de las Provincias del Sud y, por el otro, plantear el reclamo de soberanía sobre la Banda Oriental que los lusitanos, y después los brasileños, mantenían ocupada desde 1817
Con el argumento de que las Provincias Unidas eran de facto independientes y que tenían un gobierno estable, Alvear consiguió que el gabinete inglés reconociera la independencia. A mediados de 1824 desembarcó en los Estados Unidos. Allí se entrevistó con el presidente James Monroe y con el secretario de estado John Quincy Adams, interiorizándose acerca de los alcances de la famosa Doctrina Monroe y procurando también conseguir el favor norteamericano en las discusiones sobre el territorio oriental. Al año siguiente y acompañado por José Miguel Díaz Vélez, se presentó ante Simón Bolívar, recientemente victorioso en la decisiva batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824). El 28 de enero de 1825, Juan Gregorio de Las Heras lo nombró Ministro Plenipotenciario ante la Gran Colombia. Si bien el objetivo oficial era trasmitir al venezolano las felicitaciones por el resultado de la contienda, los motivos principales reclamar la restitución de la provincia de Tarija, bajo control de Bolivia y del comandante Sucre y, segundo, conseguir el acompañamiento del líder de la Gran Colombia en las pretensiones de las Provincias Unidas sobre la Banda Oriental. En el primer caso, aunque Bolívar ordenó la devolución, en la propia Tarija estalló una revuelta que habría de colocarla definitivamente bajo el dominio boliviano; en el segundo caso, si bien Bolívar estaba de acuerdo, se negó a involucrarse personalmente, quizás para no incomodar a los británicos, cuya ayuda le había resultado vital durante el transcurso de la guerra. Vuelto a Buenos Aires durante la presidencia de Bernardino Rivadavia, fue designado Ministro de Guerra y Marina. Debido a la probabilidad cada vez más cierta de un enfrentamiento con el Imperio del Brasil, dedicó todo el año 1826 al rearme del Ejército. En diciembre y ya en medio del conflicto bélico, una crisis interna en las fuerzas armadas forzó a Rivadavia a designarlo como Jefe de Operaciones. Su experiencia, tanto militar como diplomática, fue capaz de compensar sus ambivalentes lealtades políticas. No sin polémica, las tropas a su mando lograron importantes victorias en Bacacay (13 de febrero de 1827), Ombú (16 de febrero de 1827), Ituzaingó (20 de febrero de 1827) y Camacuá (23 de abril de 1827). Sin embargo, no consiguió vencer completamente al ejército enemigo que, aunque se desbandó, pudo finalmente escapar. Algunos lo responsabilizaron directamente por su inacción; mientras que otros culparon al Gobierno porteño por la falta de apoyo. Después de la última de estas batallas renunció y se retiró a Buenos Aires, dejando la conducción del Ejército en manos de José María Paz. La guerra, ganada en el ámbito militar, se perdió en las negociaciones diplomáticas. Prevaleció la posición británica en favor de la independencia del Estado oriental. La caída de Rivadavia, tras la firma del Tratado de Paz, abrió otro período de grandes convulsiones políticas. La posición de Alvear quedó muy debilitada hasta que, en 1832, Juan Manuel de Rosas lo nombró embajador en Estados Unidos con instrucciones para negociar en el diferendo por las Islas Malvinas. No obstante, su mala salud y un cambio de gobierno, motivaron que esta designación quedara en suspenso. Pero tras el asesinato del caudillo riojano en Barranca Yaco (16 de febrero de 1835), de la aprobación de las facultades extraordinarias y de la suma del poder público en favor del Gobernador de Buenos Aires y, ante el complot que Alvear estaba urdiendo para derrocar al Gobierno con la participación del presidente de la Confederación Perú-boliviana, el mariscal Andrés de Santa Cruz, el propio Rosas optó por sacarlo de la escena política, volviendo a nombrarlo Ministro Plenipotenciario en los Estados Unidos. Esta vez, y en medio del bloqueo francés, Alvear partió por fin hacia Washington y retuvo este cargo hasta su muerte en 1852. Durante esos años desplegó una prolífica tarea diplomática, negociando tanto con países americanos como con europeos en los conflictos internacionales del Gobierno rosista, entre otros, los bloqueos francés (1838-1840) y anglo-francés (1845-1850), la oposición argentina a la independencia paraguaya, la pugna con Bolivia por la provincia de Tarija y la persecución del uruguayo Fructuoso Rivera. Los documentos lo muestran como un político hábil, capaz de establecer buenas relaciones con sus pares extranjeros. A la caída de Rosas, Urquiza primero intentó desplazarlo, pero dos semanas después dio marcha atrás y resolvió confirmarlo en el cargo. Alvear falleció en Nueva York el 3 de noviembre de 1852. Sus restos fueron repatriados en 1854 por el almirante Guillermo Brown y trasladados al Cementerio de la Recoleta. El 17 de octubre de 1926 se inauguró en Buenos Aires un monumento en su homenaje, realizado por un discípulo de Rodin, el escultor Antoine Bourdelle.

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