Rosas

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lunes, 30 de enero de 2023

La Confederación Perú-Boliviana.

 Por el Prof. Jbismarck

Con la caída de la Gran Colombia, el Perú independiente es desgarrado por furiosas guerras civiles. Los tenientes o capitanes de los ejércitos sanmartinianos y bolivarianos ya son coroneles o generales. La disolución del programa unificador de Bolívar parece un hecho. Un audaz aventurero que la historia peruana conoce bajo el nombre de Agustín Gamarra se encarama a la presidencia de la República (en las guerras de la independencia se distinguió en el lado realista, peleando a las órdenes de José Manuel de Goyeneche, Joaquín de la Pezuela y José de la Serna; en 1821, se unió a José de San Martín, y a pesar de que fue jefe de Estado Mayor del ejército libertador en la batalla de Ayacucho, en 1824, antes había sido condenado a muerte por su conducta en la batalla de la Macacona, salvándolo Andrés de Santa Cruz. En Perú fue partidario de la destitución de Simón Bolívar. Firmó con Colombia el tratado de Guayaquil, cediendo las reclamaciones peruanas sobre la ciudad. En 1829, Agustín Gamarra fue nombrado presidente constitucional, cargo que desempeñó hasta 1833. Promovió, al igual que Andrés de Santa Cruz, la Confederación Peruanoboliviana; pero cuando ésta se creó, se alió con Chile y participó en la expedición victoriosa de Manuel Bulnes Prieto contra la Confederación (1839), volviendo a ocupar la presidencia de Perú. En 1841 su intervención en territorio boliviano, dirigida en principio contra Andrés de Santa Cruz, se saldó con su derrota en la batalla de Ingavi, en la que pereció, y con la que la independencia de Bolivia quedaba definitivamente consolidada)   Preside la República Bolívar o Bolivia un antiguo oficial del Rey, convertido por San Martín en militar americano, el mestizo Andrés Santa Cruz. Quien quiere lograr la unidad con Perú. Ingresa a este país con sus fuerzas. Lucha con Salaverry, encamación del "nacionalismo peruano", lo vence  (Salaverry fue sometido a un proceso sumario y pese a la promesa que se le hizo fue condenado a muerte. Su último deseo fue una pluma y unos folios, en los que escribió tres documentos: su testamento, una carta a Juana Pérez, su esposa, y una protesta «ante la América » por su ejecución. Fue fusilado al lado de sus principales oficiales. Salaverry se paró, dio un paso atrás y dijo: «La ley me ampara», pero una nueva descarga acabó con su vida 1836). Tras su muerte se erigió la Confederación Peruano  entidad política que duraría hasta 1839.  Su régimen parodia a la Constitución vitalicia bolivariana; es un puro edificio político, que no altera la estructura social básica del Perú ni de Bolivia. Se tendrá presente que en lo relativo al problema de la tierra y del indio, el mestizo Santa Cruz retrocederá en relación a la política implantada antes por Bolívar. En Bolivia había promulgado el 2 de julio de 1829 una ley que volvía a someter a los indios del, Altiplano a la antigua condición servil que, al menos en la ley escrita, ya que no en la práctica, había suprimido el Libertador. "Desde el Decreto Santa Cruz, la servidumbre personal que en realidad no se había extinguido, ni morigerado, adquiere el carácter de una institución pública.  El propósito de Santa Cruz era obtener el apoyo de las clases terratenientes y mineras del Alto Perú despojando de toda amenaza legal a su secular explotación de las mayorías bolivianas.
Sea como fuere, los adversarios de Santa Cruz no se preocupaban mucho más por la suerte del pueblo peruano o altoperuano. El crimen del mariscal consistió en pretender ampliar las fronteras de campanario y constituir una Confederación. La traición brotó en sus propias filas.  Asimismo, la noticia de la Confederación conmovió el "sistema político" de América del Sur, en primer lugar de Chile y de la Confederación Argentina.
Santa Cruz había sido Presidente del Perú y mariscal de sus fuerzas armadas, del mismo modo que la historia común del Bajo y el Alto Perú, sus analogías raciales, históricas, lingüísticas y económicas volvían la unidad política un resultado obvio de puro necesario. Pero los factores separatistas comenzaron a minar rápidamente la construcción confederal. Peor aún, el principal enemigo de la Confederación resultó ser el dictador de Chile, Don Diego Portales. Cuando los partidos de la lucha por la independencia -carrerinos y o'higginistas- fueron desalojados del poder por anacrónicos, se apoderó del gobierno de Chile una sólida clase social que no ha soltado sino raramente el control del país desde esa época: una rancia combinación de comerciantes y terratenientes conservadores, desplegados en diversos partidos, pero unidos todos en la continuidad de un orden estable. Católicos o liberales, ultramontanos o masones, pelucones o pipiólos, los integrantes de la clase dominante chilena aborrecían todo cambio y en particular toda intervención del "demos", todo gran proyecto nacional, todo atrevimiento histórico.  Su gran hombre político fue un comerciante de Valparaíso, el puerto extranjero por excelencia de Chile, el Buenos Aires del Pacífico. Ese hombre fue Diego Portales. Es el pequeño burócrata práctico que aparece en todos los Estados balcanizados y aborrece las quimeras. Organiza la administración pública, pone orden en las finanzas, somete el ejército al poder civil oligárquico, gobierna con mano de hierro y aspira a una República chiquita y centralizada, una especie de Estado comercial más próspero que sus propios negocios privados, siempre ruinosos.  Desconfiaba de O'Higgins únicamente porque Carrera había muerto; porque detrás de O'Higgins advertía la sombra de Bolívar en el Perú. Y cuando Bolívar fue vencido y murió, aparecía ahora en el Perú otro Bolívar, más pequeño sin duda, pero que reformulaba la Confederación, y tendía a hacer del puerto del Callao un puerto más importante en el comercio del Pacífico que el de Valparaíso. De este modo, Portales prepara la guerra, desecha todas las propuestas del boliviano para negociar, lo provoca de mil maneras, asalta los barcos peruanos y los convierte en barcos chilenos y, finalmente, declara la guerra a la Confederación.
Expone sus ideas con loable concisión: "La posición de Chile frente a la Confederación Perú-Boliviana es insostenible. No puede ser tolerada ni por el pueblo ni por el Gobierno, porque equivaldría a su suicidio. No podemos mirar sin inquietud y la mayor alarma, la existencia de los pueblos confederados, y que, a la larga, por la comunidad de origen, lengua, hábitos, religión, ideas, costumbres, formarán, como es natural, un sólo núcleo. Unidos esos dos Estados, aún cuando no más sea que momentáneamente, serán siempre más que Chile en todo orden de cuestiones y circunstancia... La Confederación debe desaparecer para siempre del escenario de América".   
Pero además de Portales, había otro gran estadista, superior aún buscando un equilibrio sudamericano al otro lado del Atlántico. Era Juan Manuel de Rosas. También era hombre de negocios, como Portales, muy rico aunque no menos conservador que su colega.  El "Gran Americano", era un hombre arraigado, propietario de grandes estancias en la mejor pradera del mundo, la de Buenos Aires.  Desde ahí observó con creciente desconfianza que el "cholo Santa Cruz", como lo mencionaba hasta en sus notas oficiales  (su primo y socio Anchorena llamaba “CUÍCOS” a los altoperuanos) se proponía reiniciar el plan de Bolívar. Para peor, acogía a los emigrados argentinos en Bolivia y urdía con ellos vagos planes políticos. Nada de eso podía satisfacer a Rosas, quien controlaba las relaciones exteriores y los asuntos de guerra en caso de haberla. De hecho, las provincias se regían por sus propios gobernadores y legislaturas como Estados relativamente autónomos.
En tales circunstancias, la perspectiva de una Confederación Perú- Boliviana, cuyo ejemplo podría despertar las viejas vinculaciones del Norte argentino con las provincias del Alto Perú, acarrearía problemas serios al poder hegemónico que Rosas se proponía mantener sobre las provincias restantes. No estaba dispuesto a permitir que Santa Cruz pudiese eventualmente atraer al seno de su Confederación a algunas provincias del Norte argentino.  Rosas declaró la guerra a Santa Cruz fundándose en "que la concertación en su persona de una autoridad vitalicia, despótica e ilimitada sobre el Perú y Bolivia, con la facultad de nombrar sucesor conculca los derechos de ambos estados e instituye un feudo personal que solemnemente proscriben las actas de Independencia de una y otra República... Que el ensanche de tal poder por el abuso de la fuerza, invierte el equilibrio conservador de la paz de las Repúblicas limítrofes de Bolivia y el Perú... y que la Confederación Argentina rehusará la paz y toda transacción con el general Santa Cruz mientras no quede bien garantizada de la ambición que ha desplegado y no evacué la República Peruana dejándola completamente libre para disponer su destino".  
Pero Rosas, de acuerdo a su costumbre, no pasó de provocar algunas escaramuzas en la frontera por medio del general Heredia, gobernador de Tucumán, y dejó morir de languidez su declaración de guerra. 
Por su parte, las tropas chilenas invaden el Perú, acompañadas por el general Agustín Gamarra, el traidorzuelo eterno y otros generales peruanos opuestos a la Confederación. ¡Todos los politiquillos lugareños en América del Sur, sean peruanos, chilenos, bolivianos o argentinos se unen para fragmentar, marchan juntos para vivir separados, se sienten hermanos en la balcanización! Las maniobras diplomáticas y militares del astuto Santa Cruz resultan inútiles ante la vastedad de las fuerzas chilenas y peruanas que se unen contra la Confederación.  El insumergible Gamarra se hace proclamar "Presidente del Perú". En ese momento hay siete presidentes en el Perú: Orbegoso, Gamarra, Santa Cruz, Riva Agüero, Pío Tristán, Nieto y Vidal.  Poco después, Santa Cruz es deshecho en la batalla de Yungay por el general chileno Manuel Bulnes. Simultáneamente el vicepresidente de Bolivia, general Velazco, se subleva contra el jefe en Tupiza y felicita al chileno Bulnes por su victoria sobre la Confederación. El 16 de julio de 1839 se instala en Chuquisaca el Congreso "Nacional" con la presidencia de José María Serrano, incondicional de Santa Cruz y de su política hasta ese momento. Serrano fulmina a Santa Cruz: "Gracias a los heroicos hijos de Caupolicán y de Lautaro, ha desaparecido de entre nosotros ese abominable monstruo, que insensible a los encantos de la virtud, era como el hierro de la ambición y la codicia. ,."Dicho Congreso, compuesto de los mismos Olañetas, Serranos y encomenderos que apuñalaron a Sucre, declara "A Don Andrés Santa Cruz, Presidente que fue de Bolivia, insigne traidor a la Patria, indigno del nombre boliviano, borrado de las listas civil y militar de la República y puesto Juera de la ley desde el momento en que pise su territorio... "
El nuevo presidente Velasco ordena el embargo y secuestro de los bienes de Santa Cruz. Se glorifica a los chilenos en las ciudades de Bolivia y se amenaza con el fusilamiento a la mujer del ex Presidente. Emigrado en el Ecuador, Santa Cruz carece de recursos y vive en la miseria. En definitiva, y después de alguna frustrada tentativa de regresar a Bolivia, Santa Cruz se exilia a Europa por la común decisión de tres gobiernos, los de Chile, Perú y Bolivia. Un caudillo popular boliviano, el general Belzú, lo nombrará años más tarde agente diplomático boliviano en Europa. Tal fue el destino del último altoperuano que quiso meterse a unificador. ¡No había crimen peor!. Lo mismo le sucederá a Juan Manuel de Rosas

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