Por el Prof. JBismarck
Corría el año 1846, hacía algo más de seis meses que la escuadra
anglofrancesa había pasado por la Vuelta de Obligado. La expedición,
cuya rentabilidad se daba por segura, había fracasado. Corrientes,
empobrecida por tantos años de guerra, no había resultado un buen
mercado. Tampoco Paraguay, ya que su líder, Carlos Antonio López, no se
dejaba engañar con promesas de “libre comercio” y exigía, antes de
cualquier acuerdo comercial, el reconocimiento de la independencia
paraguaya por parte de los interventores. Nada se consiguió entonces,
gran parte de los buques mercantes que remontaron el Paraná, protegidos
por varios de guerra, volvían tan llenos como habían salido de
Montevideo hacía ya varios meses. A la realidad del total fracaso
comercial se unía la oscura perspectiva del regreso. La ida había sido
dura, asechada la flota en todo lugar oportuno (Acevedo, San Lorenzo,
Tonelero, etc.) por la artillería volante, primero al mando de Thorne,
luego, una vez restablecido de las heridas de Obligado, Lucio Norberto
Mansilla ocupó su lugar de jefe de la defensa del río. Por lo tanto, la
vuelta del convoy no se presentaba como una travesía agradable.
El
día 4 de junio de 1846, alrededor de medio año después del Combate de
la Vuelta de Obligado, en la angostura o punta del Quebracho, esperaba
Mansilla a la flota intrusa. Contaba con 17 cañones, defendidos por 600
infantes, 150 carabineros, además de algunos hombres de Patricios. En el
centro, se instalaron dos baterías y algunas fuerzas de infantería, al
mando se hallaba Juan Bautista Thorne. Mientras, en el otro extremo se
ubico el batallón Santa Coloma, al mando de este jefe.
¡Viva la soberana independencia argentina! Cuando
los buques de guerra estuvieron a tiro, Mansilla dio la orden de fuego,
antes gritó: “¡Viva la soberana independencia argentina!”. Los cañones
patrios se mostraron inaccesibles para la artillería enemiga dada la
altura a la que estaban emplazados. El caos se apoderó de las
embarcaciones, en su tentativa de huir algunas vararon y sufrieron
duramente el fuego criollo. El capitán inglés Hotham confesará al
informar sobre las bajas del Quebracho: “Los buques han sufrido mucho”.
Escapar con la mayor velocidad posible se convirtió en el único objetivo
de las escuadras combinadas de las dos mayores potencias de la época.
Francisco
Hipólito Uzal dirá: “El encuentro del Quebracho, aparte de su enorme
importancia militar y política, fue el sello definitivo del desastre
económico-comercial de una empresa de injusta prepotencia, llevada a
cabo por quienes, seguros de su enorme superioridad material, y
atropellando sin consideraciones humanas ni jurídicas todos los derechos
de la Confederación Argentina, se proponían un cuantioso dividendo”.
Visto
desde hoy hechos como los del Quebracho nos llenan de orgullo,
refuerzan nuestro honor de ser argentinos. En el Quebracho, como en
Obligado, como en Malvinas, es donde los argentinos demostraron que el
acta firmada en Tucumán en 1816 fue verdaderamente el acta de la
Independencia, acciones como estas son simplemente independencia en
acción. Eso es ciertamente la lucha por la soberanía nacional.
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