Por Norberto Galasso
Corno se ha señalado, la maquinaria de difusión de las ideas manejada
por la clase dominante silencia, omite o "maldice" a todos aquellos
cuyas ideas ponen en cuestionamiento a la ideología que quiere hacer
prevalecer. Pero ocurre, a veces, que el personaje es de tanta trascendencia
que resulta imposible expurgarlo de la historia. En ese caso, se procede a vaciarlo
de contenido, a deformar su imagen y trayectoria, en fin, a reemplazarlo por un
sosias creado al efecto, pero a favor de los intereses dominantes. Así ocurre
con Mariano Moreno. La imagen que tradicionalmente ha difundido la escuela, con
la apoyatura de la revista Billiken, es la siguiente: se trata de un joven
enérgico, no en razón de sus ideas, sino del propio arrebato de los años mozos,
que se convierte, en el proceso revolucionario, en la contracara de Saavedra,
partidario de la moderación, tampoco en razón de sus ideas, sino dada la mayor experiencia
que otorgan los años. El entredicho sería simplemente "generacional"
y desde este punto de vista, Moreno resulta algo más simpático que el Jefe de
Patricios, pero una simpatía leve, por supuesto, incapaz de generar rebeldías o
sueños peligrosos. La fábula continúa señalando que este joven ardoroso fue un
gran periodista y por haber fundado La Gazeta, merece unas flores en su
monumento de Plaza Lorea, al conmemorarse el día del periodista. Asimismo, era
altamente democrático y además, muy educado, incapaz de usar palabras groseras
en su correspondencia. Su más importante ensayo sería un documento reclamando
el comercio libre, conocido popularmente como "La representación de los
hacendados"- programa de la Revolución de Mayo, según esta versión-, lo
que permite alinearlo ideológicamente, como al resto de la Junta, en posición
favorable al liberalismo económico. Por otra parte, como abogado defendió
intereses de comerciantes británicos, lo cual resulta razonable en alguien que
odia a todo lo español -según dicha versión- y entiende al Imperio Británico
como la mayor expresión del progreso en el mundo. Por esta razón después de su
renuncia como secretario de la Junta el gobierno le confió a una misión a
Londres, pero desgraciadamente enfermó en el viaje y murió en alta mar. Al
conocer la noticia, Saavedra habría dicho: "Se necesitaba tanta agua, para
apagar tanto fuego". Pero, esta desgracia sería superada con la aparición,
poco tiempo después, del continuador de su ideario: Bernardino Rivadavia. La iconografía
publicada por la revista Billiken se correspon de con esta descripción: un
rostroredondo y plácido, con ojos soñadores y una especie de jopo amansado
sobre la frente, rasgos propios de un pequeño burgués decente, de buenas
costumbres y servidor del orden constituido. Los niños, emulando a este Moreno,
seguramente podrán ser asesores de empresas extranjeras o legisladores
"progresistas", capaces de preservar el orden y los valores
dominantes, de modo que el país adquiera prestigio en el mundo occidental y
cristiano. Sin embargo, con el
transcurso del tiempo, esta imagen -ideológica y plástica- fue controvertida
por datos provenientes de diverso origen. Poco a poco, la verdad se fue
abriendo camino y el verdadero Moreno apareció. No era revolucionario sólo por
ser joven sino por haber estudiado a los enciclopedistas franceses y a los
teóricos de la revolución democrática española de 1808, así como Saavedra no
era reaccionario en razón de su edad, sino por los intereses a los cuales
estaba ligado. Mariano no era tampoco un periodista ingenuo, cultor de una
inexistente libertad de prensa, sino que aconsejaba a la Junta editar pocas
Gazetas cuando había noticias de derrotas y en cambio, aumentar notablemente el
número cuando era posible difundir victorias. Tampoco era un creyente en la
democracia formal, por lo cual metió a los jueces de la Audiencia en un barco
junto con el virrey Cisneros y los desterró a las Canarias y luego, al
enterarse de que los cabildantes también conspiraban, propuso ejecutarlos. La
democracia verdadera residía -para él- en el gobierno de las mayorías populares
ansiosas de una revolución, lo cual justificaba eliminar a la Audiencia y al
Cabildo. Tampoco cultivaba un lenguaje educado y prudente pues a Chiclana le
escribe, respecto a la decisión de Ortiz de Ocampo de no cumplir las
instrucciones que mandaban fusilar a Liniers: "...pillaron nuestros hombres
a los malvados, pero respetaron sus galones y cagándose en las estrechísimas
órdenes de la Junta, nos los remiten presos a esta ciudad" (17/8/1810). Tampoco era antiespañol -no podía serlo
perteneciendo a una familia española- sino que luchaba contra los españoles absolutistas, que no es
lo mismo, ni era pro-británico pues consideraba
a "Inglaterra una de las más intrigantes por los respetos del señorío de
los mares y dirigirse siempre todas sus relaciones bajo el principio de la
extensión de miras mercantiles, cuya ambición nunca ha podido disimular su
carácter... A la Corte de Inglaterra le interesa que la América o parte de
ella, se desuna o divida de España y forme por sí una sociedad separada donde
Inglaterra ...pueda extender más sus miras mercantiles y ser la única por el señorío
de los mares". Asimismo, advertía sobre el peligro de que ocurriese con
América lo que ya ocurría con Portugal:"el abatimiento en que Inglaterra
lo tiene por causa de su alianza" y
que ...respecto a Brasil, "lo extenúe de tal suerte (a Portugal) que las
colonias americanas se conviertan en inglesas algún día". Tampoco es
partidario del liberalismo económico, pues sostenía: "Desde el gobierno
del último virrey se han arruinado y destruido todos los canales de la
felicidad pública por la concesión de la franquicia del comercio libre con los
ingleses, el que ha ocasionado muchos quebrantos y perjuicios". Y
agregaba: "Deben evitarse aquellas manufacturas que siendo como un vicio
corrompido, son de un lujo excesivo e
inútil, que deben evitarse principalmente porque son extranjeras y se venden a
más oro de lo que pesan". Con respecto a su muerte, existen fuertes
indicios de que no falleció de muerte natural sino que fue envenenado por el
capitán del barco quien le suministró un medicamento en dosis excesiva que le
resultó letal (Su esposa había recibido, poco antes, un abanico de luto, un
velo y un par de mitones negros. Conocido su embarque, el padre Azcurra
proclama, como un triunfo: "Ya está embarcado y va a morir". En Buenos Aires
circula la versión, al conocerse su muerte, de que ha sido envenenado).
Con respecto a la opinión de Saavedra, no sólo lo considera ba "
fuego" sino que lo califica como "Demonio del Infierno"-carta a
Chiclana, del 15/1/1811- y se refiere a "las ideas sanguinarias del
morenismo". Finalmente, también en la iconografía se ha producido una deformación:
el retrato de Moreno, obra del artista Juan de Dios Rivera, en el Alto Perú, lo
muestra con cara angulosa, mejillas picadas de viruela y ojos amenazantes, es
decir, un perfil de revolucionario que se corresponde con la imagen de quien
regresaba a su casa, por las noches, con dos pistolas al cinto y no con la
efigie plácidamente burguesa que se oficializó. Este vaciamiento de Moreno se ha llevado a
cabo omitiendo hechos, ignorando, por ejemplo, la correspondencia con Belgrano
y fraguando un novelón sentimental sobre una vida jugada heroicamente por su
patria. Pero, en especial, intenta sustentarse en el no reconocimiento del Plan de Operaciones que es, en
verdad, el programa revolucionario de Mayo (y no la representación
de los Hacendados). Este plan formula,
en lo político, la necesidad de liquidar toda influencia absolutista reprimiendo
severamente a los enemigos del pueblo, posición que coincide con el
fusilamiento de Liniers, decidido por Moreno y con el ajusticiamiento de los
generales Nieto, Paula Sanz y Córdoba, en el Alto Perú, aplicado por Castelli,
cumpliendo las Instrucciones de Moreno. Además,
considera imprescindible actuar severamente contra los opositores a la
Revolución, aplicando destierros y expropiaciones contra los mismos, medidas
que se toman contra potentados monárquicos como Beláustegui, Arroyo y Pinedo,
Noguet, Pablo Villariño, el alzaguista Olaguer Reynals y otros_ Asimismo,
considera necesario ampliar la revolución, para lo cual sugiere recurrir, en la
Banda Oriental, a José Artigas y sus amigos, táctica que luego se aplica, como
así también el envío de dos expediciones, una al Alto Perú y la otra, al
Paraguay, con los mismos fines. En lo
económico, propone fundar empresas estatales de armas y pólvora, como condición
para hacer la guerra al absolutismo, empresas que efectivamente se ponen en
marcha durante 1810. Asimismo, se opone a la rebaja de recargos aduaneros, a
modo de proteccionismo, rebaja que recién implementa el Primer Triunvirato, gobierno de los enemigos
del morenismo, en 1811. Pero, además, el Plan de Operaciones formulado por Moreno, ante la
inexistencia de capitales (o más bien, de una burguesía nacional) sostiene la necesidad de
expropiar a los mineros del Alto Perú, para permitir una inversión "poniéndose al Estado en un
orden de industrias (...) para desarrollar fábricas, artes, ingenios y demás establecimientos,
como así en agricultura,navegación, etc." Es decir, postula al Estado como el único que
puede realizar el rol de una
burguesía ausente, dando respuesta a una cuestión que habría de
plantearse en los siglos
XIX y XX en todo proceso revolucionario tercermundista. Asimismo, propugna una fuerte redistribución
del ingreso: "Es máxima aprobada
que las fortunas agigantadas en pocos individuos, a proporción de lo grande de
un Estado, no sólo son perniciosas, sino que sirven de ruina a la sociedad
civil, cuando no solamente con su poder absorben el jugo de todos los ramos de un Estado, sino cuando también en nada remedian las grandes
necesidades de los infinitos miembros de la sociedad, demostrándose como una
reunión de aguas estancadas que no ofrecen otras producciones sino para el
terreno que ocupan pero que si corriendo rápidamente su curso, bañasen todas
las partes de una a otra, no habría un solo individuo que no las disfrutase, sacando la utilidad que le proporcionase la subsistencia política,
sin menoscabo y perjuicio". Con esta alegoría bucólica sustenta la tesis
de la expropiación de los mineros del Alto Perú, para acumular un capital para echar
las bases del Estado empresario, soluciones que aún hoy estremecen a los sectores
del privilegio. Esta es la razón por la
cual la historiografía oficial no puede admitir el Plan de Operaciones pues
enseñado, en los colegios, sería la mejor lección para forjar ciudadanos
decididos a realizar las transformaciones más profundas. Quien quiera investigar las razones dadas
para considerar apócrifo al Plan de Operaciones, puede informarse de la polémica
en "La época de Mariano Moreno", de Rodolfo Puiggrós donde se
comprenderá que la ardorosa impugnación de Groussac y Levene constituye la defensa
a rajatabla de la versión tradicional de Moreno, sostenida por Mitre, quien, en
su biografía de Belgrano, lo deforma a Moreno, vaciándolo de toda posición
auténticamente revolucionaria, para fabricar así la leyenda de una revolución
pro británica, sólo preocupada por el comercio libre.
A su vez, podrá conocer
las razones esgrimidas por Norberto Piñero y otros sustentando la veracidad de
dicho plan. Comprobará asimismo que el historiador español Torrente, en 1829,
ya se refería al Plan. Finalmente,
comprenderá que esta polémica ha llegado a su fin con la publicación de
"Epifanía de la libertad; documentos secretos de la Revolución de
Mayo", de Enrique Ruiz Guiñazú donde se transcribe la correspondencia
entre Fernando VII y su hermana Carlota Joaquina, en la que se muestran
horrorizados ante ese plan, "doctrina del doctor Moreno, que hicieron para
el método de gobierno revolucionario", esa gente de
"bocas desaforadas", verdaderos "diablos con figura humana”. Sin Plan de Operaciones no hay programa
revolucionario de Mayo, ni hay Moreno revolucionario, sino un anodino espectáculo
de Plaza de Mayo con paraguas, donde un joven quiere actuar enérgicamente y un
hombre con experiencia prefiere avanzar con calma. Pero, con Plan de
Operaciones hay revolución y hay ejemplo a seguir, para los argentinos. Por
eso, Levene confiesa el meollo de esta polémica y de esta impugnación al Plan:
"para comprender la obra orgánica de la Revolución de Mayo se impone, en
primer término, demostrar la apocrificidad del plan atribuido a Moreno y a la
Junta". Así velaba Levene, no por la verdad histórica, sino por la
custodia del orden constituido, evitando malos ejemplos en los párvulos inocentes,
cuyas almas generosas podrían pretender -"demoníacamente"- un mundo mejor. A su vez, otro historiador -Guillermo
Elordi- sostiene empecinadamente: "...Si en un día lejano apareciera el
documento real (del Plan), escrito por Moreno y firmado por Moreno quedaría el
consuelo a los que ahora no creen su realidad, de admitir, todavía, que no merece
llevar la rúbrica del prócer". Pero la comparación entre las postulaciones
del Plan, algunos artículos de La Gaceta, las instrucciones de Moreno a
Castelli y en especial, las medidas concretas aplicadas por el Secretario de la
Junta, permiten hoy aseverar que el Moreno del Plan es el Moreno verdadero, a
quien French llamaba con admiración "el Sabiecito del Sur" y a quien
denostaba Arroyo y Pinedo, antepasado del Federico Pinedo, en razón de las
medidas adoptadas contra los grandes registreros, beneficiarios del viejo
sistema comercial.Asimismo, basta informarse del enfrentamiento del Primer
Triunvirato (donde influyen Rivadavia y García) con los amigos de Moreno en
1811, que culmina en la disolución del primero y su reemplazo por el segundo
Triunvirato (morenistas y gente de San Martín) para comprender que precisamente
Rivadavia no fue la continuación del morenismo sino precisamente su antagonista. Sin
embargo, todavía el Moreno de semblante inocente y amable aparece en los
cuadros de los colegios junto a su enemigo político, don Bernardino, mientras
el verdadero Moreno puja por salir de las sombras
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