Rosas

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sábado, 31 de enero de 2015

Las tierras del Sur del Salado II

Por José Luis Muñoz Azpiri (H)

En 1828 se fundaron los fuertes de Federación, en Junín y los de 25 de mayo y Bahía Blanca. En 1833 se realizó la expedición de Rosas que permitió poblar Azul, asegurar Carmen de Patagones y ocupar la isla de Choele-Choele, 70 leguas más arriba de la desembocadura del río Negro. Sin embargo, los efectos de la expedición se estimaron como momentáneos porque se logró el repliegue de los aborígenes pero no se afirmó la posición, determinando que frenado el avance y tras el regreso a Buenos Aires, los territorios nuevamente desguarnecidos, fueron tomados otra vez por los salvajes sin que el anterior esfuerzo tuviera resultados duraderos.
            Caído el gobierno unitario, durante el de Manuel Dorrego, que le siguió, y bajo la inspiración del Comandante de Campaña, Juan Manuel de Rosas, la frontera pudo expandirse, finalmente, hasta el centro de la provincia de Buenos Aires, llegándose hasta la fundación de Bahía Blanca en 1828. Con posterioridad al motín de Juan Lavalle, el 1º de diciembre de ese año, y luego del fusilamiento de Manuel Dorrego, los araucanos volvieron a la ofensiva, acompañando a los gauchos que seguían a Rosas, y podría decirse que por primera vez existieron montoneras en la Pampa bonaerense, así como, por primera vez, los indios araucanos participaron en nuestras luchas civiles, actitud que más tarde habría de ser norma, casi hasta la total conquista del Desierto.

            Llegado al gobierno en 1829, Juan Manuel de Rosas mantuvo su política de “negocio pacífico con los indios”, proporcionándoles sueldos militares y raciones, con tal de mantenerlos en actitud amistosa…Sin embargo, no todos la aceptaban; en primer término los ranqueles y los que habitaban las regiones cordilleranas, así como muchas tribus llegadas de la Araucanía, especialmente las que acompañaban a los famosos hermanos Pincheira, caudillos chilenos que enarbolaban el pendón del rey de España y por largos años fueron el azote tanto del sur de Chile como de las fronteras del desierto argentino.

            Durante el año 1831, los indios atacaron poblaciones de las provincias de Cuyo - Mendoza, San Luis y San Juan - y del sur de buenos aires. La peligrosidad y frecuencia de estos malones decidieron a varios gobernadores a una acción conjunta. Juan Manuel de Rosas, comandante general de las milicias bonaerenses, obtuvo la aprobación de la Cámara de Representantes provincial para organizar y dirigir una expedición al Desierto. El plan general era ambicioso: llegar hasta el último reducto de los indígenas para destruirlos u obligarlos a  rendirse.

            La expedición se organizó sobre la base de tres columnas: la de la izquierda, a las órdenes de Rosas, operaría en la zona de los ríos Negro y Colorado, hasta Neuquén; la del centro, a las órdenes de Pascual Ruiz Huidobro, partiría del sur de Córdoba; y la de la derecha, comandada por Félix Aldao, actuaría en la región andina, para unirse con Rosas en Neuquén, luego de pasar los ríos Diamante y Atuel.

            Jefe de la expedición fue nombrado el caudillo riojano Juan Facundo Quiroga, pero se excusó de participar en la misma alegando que “no conocía la guerra con los indios” y que si no se nombraba a Rosas al mando de la misma, la operación estaría condenada al fracaso. Se solicitó, a su vez, la cooperación del gobierno del Chile, pero afortunadamente el estallido de la revolución dirigida por el comandante general de Armas de aquel país, Don José S. Centeno, impidió su participación en la campaña. Y decimos afortunadamente, porque la ocupación - definitiva, sin duda - de Neuquén por parte de Chile hubiera significado a la Argentina la pérdida posterior de toda la franja de cordillera sureña, que siempre fue pretendida por nuestros vecinos. El hecho fortuito de este conflicto político trasandino impidió que Chile tomara intervención activa en esta campaña, con resultados imprevisibles en el futuro conflicto diplomático de límites, como demostrara la ocupación chilena de “Puerto Hambre” que le permitió posesionarse en el estrecho de Magallanes y la Tierra del Fuego.

            El 22 de marzo de 1833, Rosas partió con 2.000 hombres desde aquí, de la Guardia del Monte; incorporó, a poco de andar, a 500 indios de pelea, los de Catriel y Cachul y llegó a Bahía Blanca. En el río Colorado estableció, luego, un campo fortificado donde recibió la visita de un personaje peculiar: el naturalista Charles Darwin, recién desembarcado de la fragata “Beagle”, la que sin duda cumplía funciones de espionaje tras la mascarada de inocentes tareas hidrográficas. Rosas fue sumamente amable con él - tal como se destaca en el “Diario” del propio viajero - pero un funcionario argentino de ese entonces, el coronel Crespo, opuso reparos fundados a las investigaciones patagónicas y fueguinas de Fitz Roy, y el joven naturalista fue celosamente vigilado por nuestras autoridades, según se halla expreso en un documento que conserva nuestra Cancillería. No fue el único. Hombres como Pacheco, Guido y Rosas miraron con desconfianza esta expedición que supuestamente llegaba al culo del mundo solamente para ver pajaritos. El viaje del “Beagle” fue un eficaz instrumento para los objetivos geopolíticos británicos, según se desprende de las memorias del propio Darwin. Ese mismo año se consumó el despojo de nuestras Malvinas.

            Rosas envió al general Ángel Pacheco al río Negro y a la isla de Choele Choel, donde sorprendió a la tribu del cacique Chocory. Otros destacamentos fueron enviados a Valcheta y a las nacientes del Colorado.

            La expedición no dio los frutos previstos debido a que no hubo una real coordinación de fuerzas. Aldao llegó hasta Malargüe donde se detuvo por falta de caballos; Ruiz Huidobro derrotó al cacique Yanquetruz en el lugar denominado Las Acollaradas y también debió detenerse, por falta de víveres. La columna de Rosas obtuvo los mejores frutos: fueron puestos  fuera de combate más de 6.000 indios y rescatados 2.000 cautivos; en un año se conquistó un extenso territorio hasta la cordillera de los Andes, y se instalaron varios fortines y guarniciones en el sur: Río Negro, Colorado, Bahía Blanca, Torquinst, Cnel. Suárez, Gral. Lamadrid, Laprida, Olavarría, Tapalqué, Gral. Alvear, 25 de Mayo, 9 de julio, Gral. Viamonte, Junín y Gral. Arenales.


            Además, se efectuaron observaciones astronómicas y meteorológicas de la zona, se levantaron cartas náuticas y se reconocieron los ríos Negro y Colorado; estas últimas operaciones estuvieron a cargo de la goleta San Martín al mando del capitán Juan B. Thorne, el que posteriormente se cubriría de gloria en la Vuelta de Obligado, a cuyo bordo viajaban el astrónomo Nicolás Descalzi y el agrimensor Feliciano Chiclana. Desgraciadamente, la trascendencia de la campaña de 1833 ha sido relegada a un segundo plano por muchos escritores de historia; otros sólo han destacado su aspecto militar que era notable desde el punto de vista estratégico y táctico. Pero en la faz científica tan solo los trabajos pioneros de S. Fernández Arlaud, a quién tuve el honor de tener de profesor en el secundario, y algunos pocos más han escrito algunas líneas para destacar el trabajo realizado por quienes acompañaron la expedición. (10)

            El 25 de Mayo de 1834 Rosas licenció a sus tropas, quienes habían cumplido su misión tras indecibles padecimientos, mal equipados y abrigados, siempre al borde de la sed o el hambre. Temporalmente los indígenas dejaron de ser un problema: sobrevivieron los sometidos, a quienes Rosas mantuvo en el negocio pacífico de intercambio de artículos elementales e, incluso, sometió a una campaña de vacunación masiva contra la viruela, que hacía estragos en las tolderías, lo que le aportó la distinción de la Sociedad Jenneriana. Dato sospechosamente escamoteado, aún hoy, en las páginas de ciertos escritores que presumen de libertad de criterio.

            Esta expedición consolidó definitivamente el dominio de un territorio sometido a la permanente incursión de los nómades del desierto y lo incorporó al sistema productivo nacional, un territorio perteneciente en el plano del derecho pero en dominio político mera ficción hasta 1833. Debe tenerse en cuenta que en la llanuras pampeanas, a la natural e irreversible hostilidad inicial del entorno geográfico debe sumarse el carácter irreductible de sus habitante quienes - si tomamos en cuenta la tipología de Lewis H. Morgan - aún transitaban la etapa de "salvajismo" (11) y otros factores tales como:

- La pugna en torno a la tenencia de los bienes surgidos a raíz del arribo de los españoles tales como el ganado cimarrón.

- El ansia de venganza de los grupos humanos precedentes a la colonización y las pautas culturales inherentes al nomadismo (vida de caza y recolección).

- Arrinconamiento de estos grupos en áreas cada vez más inhóspitas y marginales.

            Es frecuente leer, sobre todo en los autores de los tiempos iniciales de la Escuela del Revisionismo Histórico, que en 1810 el territorio argentino tenía una superficie de 4.800.000 km2 y que al segregarse varias naciones que ahora son nuestras vecinas, esa extensión se redujo a 2.800.000 Km2 En consecuencia, los protagonistas de la emancipación tendrían la responsabilidad y la negligencia de haber perdido nada menos que 2.000.000 de km2. Sin embargo, otros autores consideran que los 2.800.000 km 2 que componen el actual territorio continental (hacemos hincapié en la característica de continental refiriéndonos a la porción austral de América, dado que la Argentina fue declarada país bicontinental por Ley N° 26.651) fueron conquistados partiendo de la nada a través de una continua lucha armada de más de siglo y medio enfrentando todo tipo de enemigos y adversidades.

            La construcción de los estados nacionales en América se basó en la ocupación efectiva del territorio y en la necesidad de pensar una identidad nacional que sustentara ideológicamente al estado en formación. La anexión de tierras bajo control estatal significaba por un lado, potenciar la estructura productiva en un momento de fuerte demanda de los mercados internacionales; por otro, el avance sobre las fronteras indígenas en un estado evolutivo "diferente" (y somos bondadosos, dado que el atraso de estos grupos era indiscutible más allá de cierta leyendas bellas en lo poético, pero descontextualizadas o inexistentes en lo histórico) representaba la eliminación de esa diferencia en pos de la cohesión nacional. En países poseedores de grandes extensiones territoriales interiores, como son los casos de Estados Unidos, Brasil y la Argentina, uno de los acontecimientos más importantes de ese período fue la ocupación de las mismas en vistas de su incorporación al mercado exterior. Ese movimiento en dirección a áreas de poca densidad demográfica y su integración a la economía exportadora se hizo nítido a partir de 1850, cuando se incrementó notablemente el área geográfica económicamente productiva. En Estados Unidos esta ocupación del espacio fue central, no solo desde el punto de vista económico, sino también porque la imagen de la frontera sirvió de mito fundador de la nacionalidad norteamericana. En el Brasil el imaginario geográfico de esta ocupación, dividida en el litoral atlántico y el Sertao, sirvió para la conformación de una originalísima literatura de raíces profundamente nacionales, originales e integradoras de los territorios fronterizos. En nuestro país, por razones que habría que indagar en una sociología de la cultura o directamente en tratados de psiquiatría, el meollo de las políticas culturales dominantes - sobre todo a partir de la traumática experiencia de Malvinas, pero aún antes - se fue estructurando, en muchos casos, en torno a ideologías desvalorizadoras del territorio - nación y el espacio geográfico. Así, es frecuente escuchar definiciones como "Nacionalismo territorialista" o directamente "Nacionalismo patológico" por parte de ciertos integrantes de ONGs y lo que es peor, de académicos de organismos públicos como la UBA y el CONICET.

            Por cierto, son declaraciones que carecen de inocencia y más en un momento de alta vulnerabilidad tanto en el plano económico-social y defensivo y en pleno debate respecto a nuestra política hacia los territorios insulares y la Antártida. El avance hacia la frontera Sur que ahora se cuestiona desde un "indigenismo de mercado" fue una epopeya signada por la tenacidad y la abnegación, en condiciones de penuria inenarrable y mezquindad suprema, como lo relatan los partes militares y nuestro poema nacional, similar a la ocupación de la regiones más inhóspitas del orbe, como en su momento lo fue Siberia, Alaska o la Manchuria, de la cual destacamos algunas de su más importantes dificultades:

1- La extensión del frente de operaciones. Al estallar la Revolución de Mayo, se estiraba a lo largo de 1.100 km., desde la boca del Salado hasta las faldas de la cordillera de Mendoza. Esta línea dejaba, al sur de la misma, 1.400.000 km2 del actual territorio argentino, dominada exclusivamente por tolderías y grandes caballadas.

2- La extremada escasez de milicias protectoras de la frontera. Apoyada en fortines considerablemente alejados unos de otros, ese frente se asemejaba a una muralla de papel; el indígena, sin ningún inconveniente, podía reunir sus fuerzas en un punto cualquiera y cruzarlo velozmente en pos de su objetivo o botín.

3- La dificultad de las milicias afectadas al servicio de la frontera  para emprender persecuciones exitosas. La profundidad enorme de los dominios del indio y su acabado cono cimiento del terreno, le permitían distanciarse prestamente sobre el lomo de sus excelentes equinos. El "huinca" tenía que alejarse de las poblaciones - sus puntos de apoyo - dificultando así las posibilidades de abastecimiento y de reemplazos de personal y cabalgaduras; internarse en lo desconocido, exponiéndose a contraataques sorpresivos; y, en fin, sufrir los rigores del clima y mechas veces la falta de agua, persiguiendo a un adversario escurridizo que le resultaba poco menos que inasible.

4- La constante política de apaciguamiento, expediente al que recurrieron generalmente los gobiernos, en razón de la escasez de medios para emprender operaciones militares de envergadura.

5- La participación frecuente de las tribus en las guerras interprovinciales, ora conducida por sus propios caciques o bien, ocasionalmente, por caudillos blancos.

6- La intervención - en numerosas oportunidades - de caciques o indios amigos como aliados de los blancos en la lucha contra sus congéneres étnicos.

7- La existencia de caudillos inteligentes que, en el siglo XIX, dieron probadas muestras de audacia y capacidad. El caso más notable fue el de Calfucurá, que llegó a erigirse como un auténtico monarca del territorio pampeano.(12)
           
            Tras la caída del Restaurador, y reforzados por los araucanos que provenían de Chile, los habitantes del Desierto volvieron a convertirse en una amenaza para los estancieros y hacendados y las poblaciones fronterizas, razón por la cual, sumada a los imperativos del esquema económico internacional en el que la Argentina se había insertado, se decidió la Campaña de 1879. Entonces sí, quienes después de Caseros enterraron a Rosas en una fosa de tinta, atribuyéndole crímenes que ni la Biblia se atrevería a nombrar, no trepidaron en proclamar el exterminio liso y llano del aborigen esgrimiendo la religión profana del positivismo. “Inmoral e inicuo era proclamar el extermino de los indios” - decía Vicente G. Quesada en la “Revista de Buenos Aires” en la época en que aún el problema de la frontera no había sido resuelto (1870) - “¡Los indios son al fin hombres y no puede impunemente proclamarse que es preciso destruirlos porque codiciemos sus tierras“.

            Hoy, una suerte de revisionismo de kiosco, de indigenismo de mercado, condena la campaña de Rosas identificándola acríticamente con la de Roca, de la misma forma que se mimetiza al Imperio Español con el imperialismo norteamericano. En estos tiempos posmodernos de consignas vacías y del “sé igual”, no se hace distingo de mentalidades, concepciones ideológicas o tiempos históricos.

            “Huincas” y “Aucas” no escamotearon coraje ni ferocidad en un enfrentamiento varias veces centenario. Hubo en ambos una idéntica necesidad de vencer; en uno, para ganar todo, en otros para conservar su libertad y su mundo. Ambos lucharon con lo que podían, sin desdeñar recursos ni crueldades, sin límites ni regateos en el esfuerzo. Es fácil hacer juicios morales desde la poltrona de un gabinete universitario o desde la exaltación de la tribuna política, pero difícil imaginar con juicio sereno las peripecias de una época signada por un continuo estado de peligrosidad y zozobra.

             "El mal que cometen los hombres les sobrevive; el bien, a menudo queda enterrado con sus huesos"



(1) Muñoz Azpiri (h), José Luis "La comisión científica de exploración al Río Negro de 1879" Buenos Aires. Revista "Vida Silvestre" N°112. Julio-septiembre 2010

(2) Triviño, Luis "Antropología del Desierto" Buenos Aires. FECIC. 1977

(3) Fernández Carrión, Miguel Héctor "Incidencia de la frontera entre las poblaciones autóctonas americanas: el caso de Argentina y Chile" Madrid. Universidad Nacional de Educación a Distancia de España (UNDEP).2006.

(4) Johan Rudolf Kjellén ( Torsö, 13 de junio de 1864 - Upsala, 14 de noviembre de 1922) fue un geógrafo, politólogo y político sueco. Acuñó el término Geopolítica, en 1899.
Su trabajo fue influido por el afamado geógrafo Friedrich Ratzel. Con Alexander von Humboldt, Karl Ritter y Friedrich Ratzel, Kjellén lanzó las bases de la geopolítica alemana, que más tarde serían aprovechadas por Karl Haushofer.
Siendo un político conservador, fue miembro de la segunda cámara del parlamento sueco, entre 1905 y 1908, y de la primera cámara, entre 1911 y 1917.
Kjellén fundó una nueva ciencia política, dedicada a describir el Estado: «el Estado en toda su totalidad, tal como se manifiesta en la vida real». Enumeró, así, los atributos del poder:
La geografía -analizada por la geopolítica-, establece la relación entre el Estado y su territorio;
La economía - analizada por la geoeconomía-, establece la relación entre el Estado y la economía;
La sociología - analizada por la sociopolítica-, establece la relación entre el Estado y la sociedad nacional;
La política define la forma, el poder y la vida del Estado.
Se trata de un desarrollo muy próximo al determinismo. Afirmó que: «Los Estados son seres sensibles y razonables, como los hombres»

(5) Clementi, Hebe "La frontera en América. Una clave interpretativa de la historia americana" Buenos Aires. Editorial Leviatán. 1987

(6) Sulé, Jorge Oscar "Rosas y sus relaciones con los indios" Buenos Aires Colección Estrella Federal. Instituto Nacional de Investigaciones Históricas "Juan Manuel de Rosas". 2003

(7) Villar, Daniel Jiménez, Juan Francisco "Rebelión y poder en la Araucanía y las Pampas (segunda mitad del siglo XVIII)" En: "Ciencia Hoy" volumen 13 N° 75 junio-julio. Buenos Aires. 2003

(8) Palermo, Miguel Angel "Reflexiones sobre el llamado complejo ecuestre en la Argentina" En: "Runa" volumen XVI. Buenos Aires 1086

(9) Pico, José María "Francisco Ramos Mexía. El confinado de Los Tapiales" En: "Fundación. Política y Letras" Año II N° 2 Buenos Aires abril 1994.

(10 )Fernández Arlaud, S. "Aspectos científicos de la Campaña de Rosas al Sur (1833-1834)" En: "Nuestra Historia. Revista del Centro de Estudios de Historia Argentina" N° 1 Buenos Aires. Enero 1968

(11) Morgan, Lewis Henry (1818-1882) Etnógrafo, autor de tres importantes obras: The League of the Iriquois (Liga de los Iroqueses, 1851).Systems of Consanguinity and Affinity of the Human Family (Sistemas de consanguinidad y afinidad de la familia humana, 1864)Ancient Society of Research in the Lines of Human Progress from Savagery through Barbarium to Civilization (1881; existe traducción al español: La sociedad antigua).

(12)Menéndez, Romualdo Félix "Las conquistas territoriales argentinas" Buenos Aires. Círculo Militar. 1982


(*) Comunicación presentada el 23 de abril de 2015 en el "15° Congreso de Historia de los Pueblos" organizado por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires y realizado en el Teatro Argentino de la Ciudad de La Plata.

(**) Coordinador Académico del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas "Juan Manuel de Rosas". Miembro de Número

2 comentarios:

  1. Este autor es de lo mas original. En general tiene excelentes reflexiones como la del peligro que hubiera significado una participacion chilena en la Campaña del Desierto, junto con divagues y hasta originalidades como la de que no creian que Darwin hubiera venido al culo del mundo a cazar pajaritos.
    Pero puede decirse que ilustra sobre temas desconocidos hasta ahora, y el balance es positivo.

    El gaucho.

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  2. Hijo y sobrino de dos grandes.

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