Rosas

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martes, 24 de diciembre de 2019

Alberdi: El Capital y la libre Navegación de los ríos.

Por José María Rosa
El capital extranjero:   No era fácil eliminar a todo un pueblo de su tierra: de allí el indispensable apoyo foráneo para la patriótica tarea. Las garantías individuales de la futura Constitución tendrían objeto cuidar al extranjero, al capital de afuera, y por eso no era conveniente dejarlas libradas a gobiernos que podrían tener la fuerza de aplicarlas a favor de los criollos, o sacudirse, como Rosas, en alguna crisis de exaltación nacionalista. Había que hacerlas inviolables “bajo el protectorado del cañón de todos los pueblos”, firmando “tratados con el extranjero en que déis garantías de que sus derechos serán respetados. Estos tratados serán la más bella parte de la Constitución”  Frente a ese cañón constitucional, ¿qué derechos, qué garantías, qué declaraciones podían invocar los nativos desarmados, disminuidos, despreciados, ahuyentados?. La patria no sería de ellos, que carecerían de bienes materiales; la patria sería ahora de los gringos:  ‘‘Hace dos mil años que se dijo esta palabra que forma la divisa de este siglo: Ubi bene ubi patrio”.
El cañón extranjero serviría a la nueva Patria mejor que el cañón de Obligado. Como acudiría a defender sus intereses, el cañón extranjero defendería la Constitución: ‘‘Proteged empresas particulares (fiscales ¡jamás!) para la construcción de ferrocarriles. Colmadlas de ventajas, de privilegios, de todo favor imaginable sin deteneros en medios. Preferid este expediente a cualquier otro ... Entregad todo a los capitales extranjeros. Dejad que los tesoros de fuera como los hombres, se domicilien en nuestro suelo. Rodead de inmunidades y de privilegios el tesoro extranjero para que se naturalice entre nosotros”
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La naturalización que decía no era la asimilación del capital o de los hombres foráneos al país, sino precisamente la inversa: la identidad del país con los hombres y las riquezas de afuera. No era que las empresas prescindieran de su nacionalidad de origen, tampoco que los directorios antepusieran las conveniencias argentinas a sus propios intereses, o que los accionistas perdieran su mentalidad extranjera por el hecho de cobrar dividendos argentinos. Esa no era la naturalización de Alberdi: era la del país, que al atarse al extranjero se extranjerizaría: se convertiría en colonia, en factoría. Con mentalidad de colonia, que él llamaba “mentalidad civilizada
Libre navegación  Había de renunciarse a la soberanía de los ríos navegables. porque "Dios no los ha hecho grandes como mares para que solo se naveguen por una familia"   Rosas había luchado - y triunfado - contra Inglaterra y Francia por la soberanía Argentina de los ríos, reconocida en los tratados de 1849 y 1850. Pero la libre navegación - es decir: la renuncia a la soberanía Argentina - fue una de las condiciones impuestas por Brasil y acababa de hablarse de ella en el acuerdo de San Nicolás. Alberdi, abogado de causas triunfantes, se encargaría de dar la explicación del desgarramiento: por los ríos "penetraría la civilización europea" y convenía entregarlos a la ley de los mares", (14) considerarlos constitucionalmente como cosas ajenas. Que:  “...cada afluente navegable reciba los reflejos civilizadores de la bandera de Albión: que en las márgenes del Pilcomayo y el Bermejo brillen confundidas las mismas banderas de todas partes que alegran las aguas del Támesis, río de Inglaterra y del universo"
No habría visto el Támesis en su estada en Londres, pues no hay otra bandera que la inglesa. No había estudiado el origen del poderío marítimo inglés porque ignoraba el Acta de Navegación de Cronwell que cerraba los puertos a los barcos extranjeros.
Moral de "Bases".  Había que entregar todo al gringo. No solamente la tierra, no solamente la historia, no solamente la vida: también “el encanto que nuestras hermosas y amables mujeres recibieron de su origen andaluz", que serían mejor fecundadas por ellos que por nosotros. Eso era moral, eso era inteligente; los hombres de antes no habrían comprendido el gran secreto de la prosperidad: San Martín y Rosas tenían ideas atrasadas sobre la manera de vivir:
“Nuestros patriotas de la primera época (de la Independencia y la Restauración) no son los que poseen ideas más acertadas sobre el modo de hacer prosperar esta América ... Las ficciones del patriotismo, el artificio de una causa puramente americana de que se valieron como medio de guerra, los dominan y poseen hasta hoy mismo. Así hemos visto a Bolívar hasta 1826 provocar, ligar, para contener a la Europa, y al general San Martín aplaudir en 1844 la resistencia de Rosas a las reclamaciones accidentales (?) de algunos estados europeos ... La gloria militar que absorbió sus vidas los preocupa todavía más que el progreso ... Pero nosotros más fijos en la obra de la civilización que en la del patriotismo de cierta época, vemos venir sin pavor todo cuanto la América puede producir en acontecimientos grandes".
La gloria, ¿cuanto vale?... “La gloria es la plaga de nuestra pobre América del Sur” (18) ... “La paz nos vale el doble que la gloria”, con la paz habría dinero: desde luego que en manos foráneas, pero algunas migajas podrían recoger los nativos que se amoldaran al nuevo orden de cosas y sirvieran lealmente los intereses de los dueños nuevos. “El laurel es planta estéril en América", que no da dinero como el trigo:
“Vale más la espiga de la paz, que es de oro, no en el lenguaje del poeta sino del economista. Ha pasado la época de los héroes, entramos hoy en la edad del buen sentido" .
Nada de guerras, nada de luchas. Aunque la prepotencia extranjera lo exigiera, valía más bajar la cabeza que recurrir a la espada. No porque el extranjero fuera imbatible: Rosas había demostrado que los argentinos sabían vencerlo. Pero las victorias criollas serían mal miradas en Europa:
Ante los reclamos europeos por inobservancia de los tratados que firméis, no corráis a la espada ni gritéis: ¡Conquista! No va bien tanta susceptibilidad a pueblos nuevos, que para prosperar necesitan de todo el mundo. Cada edad tiene su honor peculiar. Comprendamos el que nos corresponde. Mirémonos mucho antes de desnudar la espada; no porque seamos débiles, sino porque nuestra inexperiencia y desorden normales nos dan la presunción de culpabilidad ante el mundo de nuestros caminos externos; y sobre todo porque la paz nos vale el doble que la gloria”   
Vivir sin honor, pero con dinero. O no vivir de ninguna manera: extinguirse patrióticamente para que el extranjero diligente y hábil fecundara nuestras mujeres e hiciera prosperar la tierra: he aquí el porvenir que dejaba Bases a los argentinos” .

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