Por Enrique Díaz Araujo
Estas que siguen son pellejerías; chismes de peluquería de señoras. Dicen que dicen, que me dijeron. El rumor que la familia Escalada menospreciaba a San Martín porque lo consideraban «plebeyo» y «soldadote», le habría llegado a Florencia Lanús de su pariente lejana Josefa Balcarce de Gutiérrez Estrada. O sea: lo sé, «de buena fuente», porque me lo contó la tía del suegro del cuñado
del carnicero de la sobrina del hermano del vigilante de la esquina donde vivía Fulano.
Comenzando porque los propios Escalada eran «soldadotes»: Manuel, Mariano y su tío Hilarión de la Quintana. Entonces, habrían escupido para arriba...
Segundo, porque los matrimonios en esa época eran de «conveniencia»; es decir, que se arreglaban con los padres, a quienes, por cierto, se «pedía la mano» de la novia. Luego, si los Escalada hubieran estado en desacuerdo con el postulante a marido para su hija Remedios, por militar, «plebeyo», o por lo que fuese, se podrían haber opuesto, y el matrimonio no se realizaba (ni siquiera les hubiera quedado la solución actual de convertirse en «parejeros»).
Además, San Martín no era un «plebeyo». Era un «Don» (de-origen-noble), fijosdalgo, hijo de algo, por eso la partícula «de» entre el nombre y el apellido. Tercero, su suegro Don Antonio José de Escalada, en carta del 11 de noviembre de 1820, de Buenos Aires al Perú, lo llamaba:
«Hijo mío muy amado, que tanto esplendor das a mi casa, a pesar de tantos enemigos envidiosos que aquí tienes» ... Tu cordial padre». Consecuentemente, San Martín lo trataba de
«padre», en su correspondencia.
Es cierto que, pasados los años se disgustó con Manuel por asuntos referidos a la administración de sus bienes. Como antes no había congeniado con Don Bernabé Escalada (hermanastro de Remedios, que se marchó a Manila), por realista. En cambio, Hilarión de la Quintana y Mariano Escalada mantuvieron larga amistad con el General; y ni qué decir, con el primo político de Remedios, Tomás Guido, el mejor amigo de San Martín. Respecto de la suegra, Doña Tomasa de la Quintana, es de sobra conocida la carta del General a Manuel Ignacio Molina, del 16 de diciembre de 1823, en la que le expresa acerca de su hija Merceditas:
«He encontrado a mi hija buena; estoy muy contento con la docilidad que manifiesta, a pesar de la demasiada condecendencia con que ha sido educada por su abuela. Esta no quiere separarse
de ella, lo que me obligará a tener que emplear alguna violencia, y tal vez romper con una señora... quien, por otra parte, me merece consideración, pero creo que no puede tenerse la menor condecendencia cuando se trata de la educación de una hija».
De similar forma, se conoce suficientemente el pasaje de la carta a Tomás Guido, del 6 de enero de 1827, en la que al darle noticias de la educación de Mercedes, apunta:
«...cada día me felicitó más y más de mi determinación de conducirla a Europa y haberla arrancado del lado de doña Tomasa. Esta Sra. con un excesivo cariño me la había resabiado (como dicen los paisanos) en términos que era un diablotín».
Entonces, es cierto que en 1823 hubo un choque entre suegra y yerno, natural en esas circunstancias, que no fue perdurable, ni nada tiene que ver con el hipotético desdén de 1812. En tal sentido, hay otra carta, bastante menos conocida -al menos los chatarreros no la conocen-. En esta epístola, de Julián de Gregorio Espinosa dirigida al General Fructuoso Rivera, fechada en Buenos Aires el 7 de marzo de 1829, transportada a Montevideo por Manuel de Escalada, se le informaba que: «Hasta hoy ha estado suspensa esta carta porque ha ido retardándose la salida de nuestro amigo D.Manuel Escalada... Ya habrás conocido y tratado al General San Martín, a quien hacía tiempo que su madre política le esperaba con alojamiento en su casa, pues ella misma me lo dijo, demostrándome el placer que esperaba recibir».
Lo cual supone, cuando menos, que aquel disgusto por lo de la niña ya había sido completamente superado. En cuanto a que San Martín era un Don Nadie en 1812 - o, como dicen los chatarreros hoy, un invento de Mitre - el viajero inglés John Parish Robertson, refiere sus experiencias de 1810 a 1817 en Buenos Aires, en particular las de las tertulias de alta sociedad. Indica que: «Aunque en las tertulias toda persona respetable era bien recibida y para ello bastaba una ligera presentación, siempre quedaban reducidas a un círculo limitado y de ahí que cada familia de figuración tuviera sus tertulianos regulares». Concurrió a varias, empezando por la de los Escalada, acerca de la cual apunta: «En su casa (la de don Antonio) conocí también al héroe del Río de la Plata, al general San Martín. La tertulia de don Antonio Escalada era la más agradable y por ello la más concurrida...
eran reuniones familiares; su encanto residía en la sociedad misma ».
Luego, conforme al testigo, el General no era un «parvenu», sino un contertulio cercano a la familia Escalada. Razón, pues, lleva Raúl de Labougle al afirmar que: «No era al llegar, como ha escrito erróneamente un gran historiador argentino «hombre oscuro y desvalido, que no tenía más fortuna que su espada»... San MartÍn traía fama bien ganada de militar eximio y valeroso, y su extraordinaria personalidad no pasó nunca desapercibida.
Desde el primer momento demostró su calidad impar» Más todavía. El Coronel Héctor Juan Piccinali ha anotado lo siguiente:
«Tampoco es dable descartar cierto parentesco político y amistad con la mujer de Antonio José de Escalada, doña Tomasa de la Quintana, hija del Brigadier José Ignacio de la Quintana y de doña Petronila Aoiz y Larrazábal. Para ello, baste recordar que don Fermín de Aoiz (Alcalde de 2° Voto en 1779) fue padrino de bautismo, por expreso poder, del hermano del Libertador, Juan Fermín Rafael, nacido en La Calera de las Vacas (Banda Oriental del Uruguay), el 6 de febrero de 1779 y que doña
Manuela de Larrazábal era la esposa de Jerónimo Matorras, primo de la madre de San Martín, con quien ésta vino a Buenos Aires en 1767. Pero Manuela de Larrazábal era hija del General Antonio
de Larrazábal y de doña Agustina Avellaneda, bisabuelos de doña Tomasa de la Quintana, quien, por lo tanto, era sobrina nieta de la prima segunda de San Martín, hijo, como sabemos, de Gregoria Matorras, prima de aquélla. Por tanto, estas familias son evidentemente las mencionadas por San Martín cuando, en carta al Mariscal Castilla, el 11 de setiembre de 1848, le dice: « ...por otra parte, con muy pocas relaciones de familia, en mi propio país». Es decir, que entre las relaciones de familia que tenía en Buenos Aires, estaba la de su futura esposa, doña María de los Remedios Escalada.
Según tradiciones de familia que la nieta del General San MartÍn, Josefa Balcarce de Gutiérrez Estrada, le confiara a Florencia Lanús, su pariente y confidente en París, María de los Remedios de Escalada estaba perdidamente enamorada de nuestro apuesto y distinguidísimo Teniente Coronel de Granaderos, lo que parece muy natural que sucediera». Esto es: que a los chatarreros les ha salido el tiro por la culata; y el argumento del noviazgo les ha rebotado como un
«boomerang». Y, nada más sobre esta insignificancia, digna del enanismo mental de sus propaladores.
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